Federico García Lorca nació en Fuente Vaqueros provincia de Granada el 5 de junio de 1898. Desde muy niño cultivó con éxito el dibujo y la música. En 1919 vivió en la residencia de Estudiantes de Madrid donde conoció a Buñuel, Dalí, Alberti y otros jóvenes creadores. Viajó por Europa y América. En 1932 fundó La Barraca, grupo de teatro de aficionados que resultó fundamental en todo el proceso de revitalización cultural emprendido por la Segunda República. Así cita en forro de pasta la Editorial Aguilar, para presentar el libro Treinta entrevistas a Federico García Lorca, publicado en el año de 1989 en Madrid. En la pasta del forro que guarda la edición se lee: de las entrevistas que el poeta concedió, Andrés Soria Olmedo —autor de esta edición y del prólogo que le antecede— ha seleccionado treinta, por coherencia y por azar. Leyéndolas se puede comprobar no sólo la evolución creadora de Lorca, sino también su evolución vital, desvelando muchos datos imposibles de conocer de otro modo, hasta el extremo que sus declaraciones se pueden considerar como biografía paralela a su biografía real, un complemento indispensable para mejor entenderle a él y a su obra. Lo dicho, el atender las entrevistas que se hicieron en el pasado es la oportunidad de conocer, en un nuevo contexto, la valía de las preguntas y de las respuestas que éstas ocasionan.
En la Introducción hecha por Andrés Soria Olmedo dice: Sesenta años después de la aparición de Romancero gitano, las entrevistas a García Lorca, recobradas a medida que los investigadores las iban rescatando, constituyen un conjunto muy sustancioso, que encierra atractivos específicos e insustituibles para conocer determinados aspectos de la obra del poeta, y en menor grado de su vida. / Las entrevistas poseen su lugar propio dentro de la orla heteróclita de prácticas y discursos que G. Genette ha llamado hace poco paratexto. Igual que el formato, la colección o el prólogo de un libro, las cartas, los diarios íntimos y las entrevistas pueden considerarse como vestíbulos de entrada y salida del texto, umbrales donde se entrevera lo íntimo de la escritura del poema o del drama con lo público del intercambio social. Este libro de 264 páginas es una joya para entender el entusiasmo de vivir del poeta de Granada.
En su primera entrevista para El Heraldo de Madrid del 15 de octubre de 1927, dice el poeta: —Para mí escribir, lo mismo teatro que libros, es un juego, un entretenimiento que me divierte. Yo busco la alegría y no las preocupaciones, naturalmente, en este deporte. Por eso no quiero decirle a usted nada en serio, ni complicarme, ni crearme conflicto con autores, críticos, amigos y enemigos que para el caso de divertirnos es lo mismo… García Lorca desde joven es un viejo sabio. Nos da permanentemente la lección que lo que se haga en vida se haga con el espíritu del juego. Por eso es tan vital lo que escribió y su forma de vivir. Por eso tantos le seguían, pues era un duende líder de los que hipnotizan en todas las culturas que imagina e inventa la humanidad en las diversas regiones del mundo. Prosigue — Puede usted decir respecto al público —declara mi internuncio— que no me emocioné con sus ovaciones. Por eso salí tan tranquilo a saludarle. Y mientras aplaudían, usted lo ha visto, todos pudieron comprobarlo, yo me dedicaba a buscar las caras conocidas en palcos y butacas. Y eso fue así porque yo estaba alegre y confiado. Ahora, en vista de que el buen éxito persiste, estoy por confesar, como cualquier autor veterano, de los que, desencantados de todo, sólo se remiten a la reacción inmediata del auditorio frente a su obra, que lo interesante es que el público aplauda. Bueno; ya sabe usted que, para mí, interesante equivale a divertido. Y nada lo es tanto como ver que el público se entusiasma con un juego mío; con una obra que escribí, como todas, por juego. Eso era lo que sorprendía, Federico García Lorca tenía la llave para saber lo que su sociedad deseaba. Era el Rey Midas que lo que hacía tenía el seguro éxito en medio del pueblo. Porque una de sus cualidades fundamentales es que sabía lo que el ciudadano quería, lo que la comunidad buscaba, lo que la España de esas décadas vitales quería para vivir en paz y concordia. Ya sabemos que la década de los treinta iba a traer la pesadilla de las falanges, de Francisco Franco y sus aliados, los fascistas de Mussolini y los nazis de Adolf Hitler.
Sabio para dar respuestas destaca en ese entonces en las letras hispanoamericanas como nadie. Todo escritor en lengua castellana desea conocerle desde América hasta la España Republicana. Contesta García Lorca: En cuanto a la crítica, empiezo por reconocer que hay mil Marianas de Pineda distintas. La Mariana heroica, la Mariana Madre, la Mariana enamorada, la Mariana bordadora; hasta la Mariana vulgar que cose y lava los pañales de sus hijos y condimenta un guiso para sus invitados. Pero yo no las iba a hacer todas. Puesto a elegir, me interesó más la Mariana amante. Y estas escenas —tan declamatorias, tan eficaces, teatralmente— que echan de menos algunos, en los que Mariana Pineda se despide, con patéticos acentos, de sus hijos, existen desde luego. Existen como otras muchas escenas; pero yo las he eludido. Cada espectador puede, así, colaborar a mi tarea imaginando todas esas escenas que faltan en mi drama. De los escritores de Hispanoamérica Federico García Lorca es uno de los más cercanos a la cultura popular.
Para él, el conocimiento de lo que hace el pueblo a diario es una obligación si se quiere ser escritor. No sólo de lecturas y culteranismo se hace el buen escritor, para ser del pueblo y a la vez para hacer obra de arte en literatura el mejor duende es aquél que viene del conocimiento de las cosas que surgen de la cultura popular. Por eso es que sus obras son aclamadas, y por eso es que se pone con su teatro a recorrer España. Treinta entrevistas en donde el poeta de Granada nos dice quién es, cuáles son sus entusiasmos a joven edad. Recordemos que muere a los 38 años asesinado por las bestias del franquismo que odiaban su cultura, su posición ideológica hacia la izquierda y por la República, Y que odiaban su sentido de la vida en una homosexualidad que era odiada, como todo lo que proviene de la ultraderecha en todos los países del mundo, que no soporta que el individuo de cualquier clase tenga las preferencias que a él le acomoden y le hagan feliz. Pero el odio por el cual fue fusilado viene sobre todo de su espíritu libertario y su posición política en contra del franquismo y su posicionamiento a favor de los nazis y el fascismo. Por eso su muerte es una herida que no cierra y que está ahí para decirnos que el fascismo y el nazismo, formas terribles de totalitarismo para gobernar nunca más deben de pasar en la vida de las democracias.
En otra entrevista publicada en La gaceta Literaria, del 15 de diciembre de 1928, dice así: —¿Cómo se llaman sus padres? —Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca. —¿De dónde son? —Andaluces, granadinos. —¿Qué has heredado vitalmente de tu padre? —La pasión. —¿Y de tu madre? —La inteligencia. —Dame más datos para tu solución de herencia. —Yo no soy gitano. —¿Qué eres? —Andaluz, que no es igual, aun cuando todos los andaluces seamos algo gitanos. Mi gitanismo es un tema literario y un libro. Nada más. —Más datos. —Mi padre, agricultor, hombre rico, emprendedor, buen caballista. Mi madre, de fina familia. Mi familia hizo crac en el siglo pasado. Ahora resurge otra vez. —Gracias a ti. —Bueno, gracias a mí. —Dime tu infancia. —Mi padre se casó viudo con mi madre. Mi infancia es la obsesión de unos cubiertos de plata y de unos retratos de aquella otra que pudo ser mi madre, Matilde palacios. Mi infancia es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón. Esto define el destino de García Lorca, los envidiosos y que le odian han de esperar su momento para asesinarle por ser un privilegiado al que la vida le había dado todo. Eso no lo soportan los envidiosos, y menos en aquellos tiempos de sed de sangre por parte de camisas pardas, negras o de cualquier otro color que llamara a matar al vecino o al odiado por su raza.