Algunos de esos supervivientes tendrán cicatrices emocionales debido al tiempo que han pasado en la unidad de cuidados intensivos
Los expertos temen que sea probable que el calvario de los pacientes con COVID-19 que enferman de gravedad no acabe aunque logren sobrevivir a la infección potencialmente letal.
Algunos de esos supervivientes tendrán cicatrices emocionales debido al tiempo que han pasado en la unidad de cuidados intensivos (UCI), y tienen un riesgo más alto de problemas psicológicos como ansiedad, depresión y trastorno por estrés postraumático (TEPT).
“Lamentablemente, creo que es una de las consecuencias accidentales anticipadas de una pandemia”, comentó el Dr. David Shulkin, exsecretario de Asuntos de Veteranos y expresidente y director ejecutivo del Centro Médico Beth Israel Deaconess, en la ciudad de Nueva York.
“En casi todas las demás pandemias que se han estudiado, ha habido problemas conductuales asociados que no solo han sido a corto plazo, sino de larga duración, y esta no es distinta”, señaló Shulkin durante una entrevista en HealthDay Live Stream.
Shulkin apuntó a un estudio de Wuhan, en China, en que más de 700 pacientes con COVID-19 recibieron una prueba estandarizada de síntomas de TEPT.
“Más de un 96 por ciento de los encuestados indicaron que sufrían un estrés postraumático”, apuntó Shulkin. “Creo que es algo que tenemos que evaluar en serio, y asegurarnos de resolver estos problemas”.
Los pacientes con COVID-19 gravemente enfermos con frecuencia requieren ventilación mecánica para mantener su respiración mientras el virus ataca a sus pulmones.
El procedimiento los mantiene vivos, pero la ventilación es una experiencia de pesadilla.
Un trauma persistente
Un paciente en ventilación no puede hablar ni comer. El tubo introducido en la garganta hace que tosan o se atraganten.
Muchos reciben una sedación profunda para mantenerlos cómodos y evitar que “luchen” contra el ventilador al intentar respirar por su cuenta, según la Sociedad Torácica Americana (American Thoracic Society).
Alrededor de una cuarta parte de los pacientes en ventiladores mecánicos al final desarrollan un TEPT, comentó el Dr. Udit Chaddha, pulmonólogo intervencionista del Hospital Mount Sinai, en la ciudad de Nueva York. Hasta la mitad sufren síntomas de depresión más adelante.
“No es algo benigno”, advirtió Chaddha. “Hay muchos efectos secundarios”.
Los números de pacientes que Chaddha citó son similares a los resultados de un estudio británico de 2018 con casi 5,000 pacientes de UCI.
Alrededor de un 46 por ciento de los pacientes desarrollaron síntomas de ansiedad, un 40 por ciento reportaron depresión y un 22 por ciento tuvieron problemas relacionados con un TEPT en un plazo de un año tras ser dados de alta de la UCI, según los hallazgos publicados en la revista Critical Care. Casi uno de cada cinco pacientes pareció sufrir de las tres afecciones psicológicas.
El estudio británico también encontró que los expacientes de la UCI con depresión fueron un 47 por ciento más propensos a fallecer en un plazo de dos años tras salir del hospital, en comparación con los que no tenían depresión.
También hay cierta preocupación de que el coronavirus de la COVID-19 en sí pudiera provocar problemas neurológicos o psiquiátricos, comentó el Dr. Joshua Morganstein, presidente del Comité de Dimensiones Psiquiátricas de los Desastres de la Asociación Americana de Psiquiatría (American Psychiatric Association).
Síntomas neurológicos
“Sin duda hay muchas enfermedades infecciosas que se han asociado con el desarrollo de síntomas neuropsiquiátricos temporales o permanentes, que pueden abarcar desde cosas como cambios en el estado de ánimo o deterioro cognitivo a dolor o fatiga”, apuntó Morganstein.
Un ejemplo es la enfermedad de Lyme, una infección bacteriana transmitida por las garrapatas que puede provocar confusión mental, ansiedad, depresión, trastornos del sueño y cambios de humor, según la Sociedad Internacional de Borreliosis y Enfermedades Asociadas (International Lyme and Associated Diseases Society).
“Como [la COVID-19] es una enfermedad infecciosa nueva, será importante que estemos abiertos a investigar y definir mejor hasta qué grado las personas que se recuperan de esta enfermedad infecciosa también podrían experimentar algunos de estos síntomas”, planteó Morganstein.
Además, el alto grado de contagiosidad de la COVID-19 impide el tipo de respaldo emocional cercano que puede ayudar a las personas a evitar los trastornos del estado de ánimo tras los traumas, añadió Morganstein.
Los familiares tienen prohibido visitar a los pacientes con COVID-19 gravemente enfermos, para que no contraigan el virus. Incluso durante la recuperación, se les pide que se aíslen de los demás.
“Sabemos que la conexión social es una de las cosas más protectoras con que las personas pueden contar contra los efectos del trauma”, apuntó Morganstein.