La ONU define a la violencia contra la mujer como “todo acto de violencia de género que resulte, o pueda tener como resultado un daño físico, sexual o psicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada”. Aterrizándolo, se podría traducir como cualquier acto de violencia física o psicológica que esté inspirada en una supuesta “incapacidad”, o un aprovechamiento de una presumida “debilidad” que tengan las mujeres solo por el hecho de serlo. Está de más decir que, dentro de esta clase de violencia, un hombre representa la amenaza más grande.
Esta clase de actos suelen dividirse en dos grandes tipos de violencia: sexual y de pareja. La primera, es reconocible como cualquier comportamiento realizado por una pareja que busque ejercer daño físico, sexual, o psicológico; en cuanto a la violencia sexual, se trata de cualquier búsqueda de ejercer un acercamiento sexual no consensuado mediante la violencia o la coacción, independiente de la relación que el abusador tenga con la víctima.
Solo para hacernos una idea, y volviendo a las cifras de la ONU, un 35% de las mujeres en todo el mundo han sufrido algún tipo de violencia machista. Esto se acerca (considerando que las mujeres representan cerca de un 49% de la humanidad) a que 2.572.500.000 mujeres han sido violentadas.
India
Hoy, un caso en la India se hizo bastante famoso. Millones de personas compartían un vídeo viral sobre el macabro castigo de un hombre a su esposa por serle infiel. El hombre ató los brazos de su pareja a un árbol, para que ella quedase levemente suspendida desde la rama. Entonces, y ya con un círculo formado (que estaba ahí justamente para enjuiciarla) tomó su cinturón, y la golpeó 100 veces. Hasta el cansancio. Incluso el reconocido medio inglés Daily Mail reportó el caso.
Según la policía de Bulandshahr, todo comenzó porque la mujer habría escapado del hogar que ella y su esposo compartían. Tenía un amante y quería comenzar una vida con él. Durante la primera semana de marzo, ambos se fugaron, y comenzaron a quedarse en la casa de un pariente de la nueva pareja de la mujer.
El 10 de marzo, su esposo, un hombre llamado Saudan, que ostenta altos cargos de poder en su aldea, supo donde se estaban quedando ambos, y envió a personas al lugar. La idea era convencerla para que volviera mediante buenos términos. Prometió, a través de sus mensajeros, que él olvidaría el pasado, y ambos podrían comenzar una nueva vida juntos.
Ella le creyó. Dejó a su amante y decidió regresar. Sin embargo, al volver a casa, una corte compuesta por los ancianos del pueblo estaba reunida. Juntos, ya habían decidido cuál sería el castigo que recibiría por la desobediencia a su marido: ser golpeada por él 100 veces con su cinturón de cuero.
La multitud gozó enormemente con el castigo. Reunidos en un círculo en torno a la mujer, miraban atentos, celebraban y comentaban el suceso. Nadie alegó nada a pesar de sus intensos gritos hasta que colapsa por el dolor y el agotamiento. Su esposo solo se detuvo durante un momento. Quería quitarse la chaqueta.
Lo peor de todo, es que al terminar la golpiza, la turba iracunda se alzó contra la mujer. En un patético y violento de seguir agrediéndola, intentaron violarla. Afortunadamente, la mujer abatida logró recuperar el sentido, y eso alarmó a los sujetos. Antes de que la masa se diese a la fuga, le advirtieron que habría consecuencias si ella iba con la policía para denunciar el nefasto suceso. Afortunadamente, sin permitir que la amedrentaran, esperó pacientemente una semana para su recuperación (quedó con heridas considerables por los fuertes golpes que le propinó su esposo), y abrió un caso en su contra.
La causa contra Saudan aún no está resuelta. Pero se espera estar en vías de una justa resolución contra el agresor.
El problema del salvajismo
Probablemente, en casos como este, se podría hablar de una cuestión cultural. Sin embargo, el machismo arraigado en las sociedades en la era de la hiperconectividad, y el vertiginoso desarrollo de las comunicaciones, es un acto completamente voluntario; y la alienación que lleva a los ciudadanos a concebirlo como correcto, o necesario, también.
Respaldo suficiente de que este acto de violencia no pueda sustentarse en las características culturales de los pueblos de la India, es que, además de ser una preocupación para las Naciones Unidas, estos actos también están penados por la ley del mismo país. Entonces, cabe hacerse otra pregunta: ¿un país que establece leyes para la protección de quienes han sido vulnerados, puede simplemente hacer oídos sordos ante ellas?
La respuesta es simple y categórica: no. La violencia debe ser castigada.
Los hombres heterosexuales han ostentado, socialmente, un poder mucho mayor al de las mujeres durante generaciones. Pensemos en las ventajas: probablemente falte tiempo para contarlas todas, pero si intentamos hacer un pequeño mapa que apunte a estos goces, podría funcionar más o menos así: de partida, han podido gozar de una sexualidad mucho más libre de prejuicios (y perjuicios) desde siempre; se les enseñó la labor del trabajo como algo exclusivo; las universidades comenzaron siendo un espacio completamente masculino, al igual que las milicias; tuvieron permitido el voto desde un principio; hasta el día de hoy, ganan más dinero que las mujeres por hacer el mismo trabajo.
Entonces, ¿cuál es la búsqueda de seguir ejerciendo este tipo de violencia física y salvaje? Parece sensato presumir que la respuesta está en la misma vieja búsqueda: el poder.
La incapacidad humana de cuestionar no es, exactamente, un asunto invalidante. Suponemos tener las herramientas cognitivas y neurológicas para cuidar del otro, y cuestionar nuestros propios actos nocivos. Hoy en día, ya no es parte del establecimiento social agredir a una mujer como un método correctivo. Es considerado uno de los peores métodos empleados para generar miedo; para que los sujetos agredidos no se alcen contra sus agresores. Finalmente, termina siendo la misma batalla de siempre, la del oprimido contra el opresor. Donde, quien ostenta el favor de la historia, su sociedad y su cultura (más por la carga histórica que por una ética que se adapte a la época), siempre tendrá las de ganar.
Source: UPSOCL