Diego está aprendiendo a escribir, aunque no lo hace en la escuela o su casa, sino en la calle, tiene que acompañar a su madre a vender dulces en el centro de Toluca, ahí debe completar las planas de tarea que ella le deja.
La economía familiar no es la mejor, dice Linda; sin embargo, eso no le impide a la mujer enseñarle a su hijo cosas básicas, mientras ofrece sus chicles, paletas o cigarros a la gente que pasa, la mayoría con indiferencia.
En su domicilio, difícilmente hay internet, por ello, la única opción que tiene el niño de 5 años de edad, es sentarse a un costado de una farmacia donde su madre ofrece la mercancía para ganarse unas monedas.
Mientras, espera a los clientes, lee una biblia, por la escasez de recursos, nunca estuvo de acuerdo con el nuevo sistema de aprendizaje con lecciones en televisión, algo que para ellos es prácticamente imposible.
Además, asegura ese modelo disminuye su atención e interés del pequeño, pero ahora con los ejercicios que realiza en un viejo cuaderno ha notado mayor avance, dice mientras sonríe al verlo trabajar en la tarea.
«Hace las letras y números que le pongo, siento que se había hecho más flojo ponerlo a ver la televisión, además, se nos complicaba, tenemos que salir a trabajar todos los días para poder comer», advierte la mamá.
A diario, llegan al cruce de la avenida Hidalgo y Villada para ofertar los productos que lleva en una pequeña canasta, no falta quien le ofrece comida al menor, conocido entre los vendedores ambulantes.