En la página de internet de la Organización de las Naciones Unidas relativa a la conmemoración de la fecha, se establece que La corrupción “… es un complejo fenómeno social, político y económico, que afecta a todos los países … socava las instituciones democráticas al distorsionar los procesos electorales, pervertir el imperio de la ley y crear atolladeros burocráticos … atrofia los cimientos del desarrollo económico…” entre las diversas razones por las cuales, el 31 de octubre de 2003, la Asamblea General aprobó la Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción, que entró en vigor en diciembre de 2005, por lo cual, para crear conciencia respecto de dicho mal y difundir el valioso papel de la Convención referida, también se designó el 9 de diciembre como Día Internacional contra la Corrupción.
En el marco de las colaboraciones relativas a la deconstrucción digital, en este momento cobra relevancia el papel de la privacidad como principal valor de la democracia digital que puede coadyuvar en generar un escenario de gobernanza en el ciberespacio, la cual, a consideración de varios agentes se puede considerar como rota, en función de la prevalencia de los intereses comerciales de las plataformas digitales en las decisiones y flujos de información en los cuáles se soporta el internet.
Con motivo de la nota de este año, el Secretario General de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, refiere en el marco del contexto actual que la corrupción “es criminal e inmoral, y representa la máxima traición a la confianza pública. Es aún más perjudicial en tiempos de crisis, como está ocurriendo ahora en el mundo con la pandemia por el COVID-19. La respuesta al virus está creando nuevas oportunidades para explotar la supervisión débil y la transparencia inadecuada, desviando recursos que debían estar destinados a personas que se encuentran en su momento de mayor necesidad”, y por ende, se señala que dentro de los escenarios que deben considerarse en la recuperación económica global, el lema que debe marcar es el de “recuperarse con integridad”.
Sin embargo, el escenario de recuperación económica hoy en día también implica el aprovechamiento de la economía digital como uno de los espacios estratégicos en los cuales resulta necesario conducir la actuación con integridad desde una doble perspectiva: sí, respecto de la rendición de cuentas de los gobiernos en el manejo de los recursos, pero también en lo relativo a los valores que subyacen a la equidad en las relaciones digitales, así como de los componentes estructurales en los cuales se sustentan, en el que la privacidad, se insiste, constituye el principal criterio ético para preservar la integridad, como uno de los ejes en que la sociedad de la información y el conocimiento acote sus acciones por el bienestar de la comunidad global.
Escenario pos pandemia en el que ya empiezan a registrarse las primeras iniciativas deconstructivas como la de Tim Berners Lee, uno de los padres del internet con su startup inrupt, en la que se pretende demostrar que es posible generar o deconstruir una internet nueva basada en el respecto de la privacidad, en el entendido de que cambiar la forma en la cual la gente se conecta a través de sus datos puede cambiarlo todo en el ecosistema, iniciativa que al momento se encuentra sumando agentes para generar una plataforma inicial, conjuntamente con empresas y desarrolladores que promuevan un nuevo enfoque sobre la conectividad de la red de internet mundial.
Precisamente, el análisis de los efectos de la corrupción entendida como el uso de lo público para fines particulares podría encuadrar en el ámbito de lo digital hacia el abuso que muchos consideran que han llevado a cabo las tecnológicas a través del uso de los datos, aprovechando en parte, el vacío del reclamo de lo público de las áreas que se generan a través del ciberespacio, sin que al día de hoy existan consensos respecto de la forma de su gobierno, el cual se ejerce de facto, transitoriamente, a partir de una esquema multistakeholder que soporta gran parte de las directrices de la gobernanza en internet, que si bien, en el devenir de los hechos ha fijado reglas y procedimientos, y, a pesar de su semejanza con un modelo de decisión y gestión del poder democrático, dista todavía de ser una solución ecuménica, y, mucho menos representativa o igualitaria, sino que en ella, participan por el momento los agentes que le dan vida al internet, y si bien, no existe limitación, tampoco existen mecanismos para asegurar la representación y, para, limitar los poderes fácticos imbuidos en el propio ecosistema.
Luego entonces, iniciativas de deconstrucción como inrupt cuentan con varias justificaciones subyacentes que no necesariamente atentarían contra la monetización de la web, sino que inclusive, podrían fomentar la actividad económica y social, y, darle viabilidad a largo plazo, si se establecen una serie de principios físicos, técnicos e ideológicos que permitan generar un equilibrio orientado por defecto a la privacidad, que en vez de aprovechar a los usuarios como parte del producto que es aprovechado, les empodere como agentes creativos del internet en el que cuenten con una libertad predeterminada en el entorno digital y que logre vencer la predestinación que aparentemente persigue a cualquier usuario de medios digitales, si no se ponen límites a la explotación abusiva de los datos personales, que atenta con seguir corrompiendo el ecosistema digital al defraudar la confianza entre los agentes que participan en dicho mercado.
Modelo que si bien, todavía es necesario que vaya fortaleciéndose, ganando adeptos y demostrando sus postulados, en la teoría, estaría retomando con agilidad la curva de aprendizaje de todo lo experimentado hasta hoy en la web, entorno que está marcado por una gran cantidad de sabotajes a nuevos productos, que se derivan tanto de la incipiente cultura de la ciudadanía digital, las trampas de los algoritmos que pretenden impulsar el crecimiento, así como el celo de los actores que actualmente forman parte, respecto de nuevos competidores que logren una disrupción que los haga obsoletos y les supere, celo, que indirectamente también les estaría condenando al estancamiento que generan los monopolios, estancamientos que por sí mismos, parecen incompatibles con la innovación y dinamismo de la digitalización.
Por ello, desde una perspectiva amplia, la promoción de la integridad es una labor en la cual todas y todos debemos estar involucrados y hacer partícipe de cada espacio de nuestro actuar, a fin impulsar un escenario que nos permita cohabitar cualquier ámbito de nuestra vida con dignidad, para lo cual, la privacidad sigue posicionando su importancia no sólo como derecho, sino como valor, principio y enfoque, a partir del cual podremos construir un ecosistema digital mejor a partir de las libertades digitales, puesto que en esencia, la privacidad se erige como su principal promotora.
Bajo esta óptica, la deconstrucción de un entorno digital basado en privacidad no sólo aumentaría las probabilidades a favor de la ciudadanía a través de un empoderamiento, sino que se diversificarían y se ampliaría el espectro de libertades a través de la habilitación que enriquezca la elección de las personas, a partir de una nueva concepción de las relaciones digitales, para lo cual, ahora solamente falta ver cómo se desenvuelve dicha iniciativa de la teoría a la práctica. Hasta la próxima.