En el cuento de Lloyd Biggle Jr, Y enseñar locamente, publicado en la Antología de Ciencia Ficción No. 3, de la editorial Bruguera en 1973, se planteaba una educación con base en la tecnología de la televisión.
Es obvio pensar que cuando fue escrita esta historia (en 1966) la revolución del internet no estaba ni siquiera en proceso inicial y las comunicaciones eran un pobre remedo de la actualidad.
La televisión fue diseñada para apoyar los medios educativos, o una de sus funciones fue la mencionada, pero era obvio que los escritores de ciencia ficción no veían el progreso como algo simple y futurista, sino que especulaban sobre sus posibilidades catastróficas y esa visión los llevó a una serie de historias que por lo general mostraban lo peor de la humanidad.
Sin embargo, en esta historia de Biggle nos presenta la problemática desde la catástrofe para encontrar una solución simplista.
El cuento habla sobre un momento de la educación que se presenta por medio de las tretas televisivas de atraer la atención y la medición de dicha atención (lo que ahora se conoce como rating) para que cada uno de los maestros pudiera conservar su puesto.
El arribo a la escuela de una maestra de un planeta cercano pone en entredicho el sistema al establecer la vieja forma de la educación presencial en un estudio de televisión. Es decir, tener nuevamente alumnos en un salón de clases recibiendo enseñanza.
En esta sociedad futura, la enseñanza se arregla de la manera antigua.
Por extraño que parezca, nos estamos acercando a la premisa del cuento de Biggle: estamos preparando el futuro de la educación a través de los medios masivos.
Si bien es cierto que la enseñanza por televisión es un tema que tiene ya muchos años de implementada, aunque su uso estaba limitada a zonas de difícil acceso geográfico, esta pandemia nos ha mostrado una manera de educar a través de la pantalla y las tecnologías actuales.
Es cierto que, al menos en nuestro país, la educación a distancia está limitada y con visibles fallos de metodología, es obvio que con el paso del tiempo esos fallos serán resueltos y se podrá obtener un método que funcione de manera adecuada para lograr resultados satisfactorios, aunque, como sucede en el cuento, ya no habrá una reluciente manzana en el escritorio del profesor.