Fue en el año 590 que el Papa nombrado Gregorio El Grande, completara las melodías del canto eclesiástico para configurar el canto único del coro para todo el año. Se trataba de lograr el objetivo de un canto oficial de la liturgia que se perpetuara en el tiempo. Así es como se originó el canto gregoriano. Era una composición musical para una sola voz en contraposición a la polifonía sobre textos litúrgicos. La fe por conservar este canto lo divulgaría por todas las congregaciones impulsando los primeros intentos de escritura. Los más antiguos que se conocen son los neumas, es decir, signos que colocados sobre el texto, orientan de la mejor manera conocida la entonación deseada, fue evolucionando hasta que comenzó a escribirse en cuatro líneas. Entonces se inició con marcar cada una de ellas con una letra que representaba una nota de referencia, como nuestra actual clave. Cabe destacar que ya desde la antigua Grecia, las notas se representaban en un principio con las letras del abecedario.
Desde la A, que representaba la nota la, hasta la G, que significaba sol. De aquí que la solmisación de las notas como las conocemos actualmente fueron una invención del monje Guido d´Arezzo. Con ese fin usó un himno popular de seis versos que fueron creados para San Juan. Él mismo señaló el texto y como la primera sílaba de cada verso tenía una nota diferente se generó al mismo tiempo una escala, sin el séptimo grado. Entonces Guido d´Arezzo a partir de aquí toma la primera sílaba de cada verso para nombrar a cada una de las distintas notas, de esta manera la entonación se recordaría más fácilmente.
Por otra parte, hay que preguntarse algo: si bien la música medieval en gran parte se considera monódica y la renacentista recae en una compleja polifonía ¿Cómo fue posible un cambio tan radical? Al respecto de este tema, la historia de la música positivista, en su afán de encontrar los orígenes, acepta la aparición de la polifonía en el seno mismo de la Edad Media. Sin embargo, habría que precisar que no sería sencillo encontrar un origen si nos referimos a la polifonía únicamente como la superposición de frecuencias distintas en una misma música. Esto es dado que podemos constatar que esta práctica existe desde que las antiguas comunidades dieron un orden a los sonidos por primera vez en los cantos colectivos.
Lo que implica que el principio de esto se remontaría mucho más allá de cualquier registro que haya llegado hasta nuestros días. Sin embargo, desde la perspectiva evolutiva, que descansa sobre fuentes escritas, se implantó en el siglo IX tentativamente y se consideran aquellos trazos como unos de los hitos más importantes de la historia de la música y sus cambios a través de la historia, siempre que puedan fundarse en partituras, considerados un factor de cambio o continuidad estilística. Se puede inclusive decir que en la actualidad, se expresa una sobrevaloración de la polifonía sobre otros aspectos invadiendo el sentido común de lo que se considera el saber musical.
A manera de ejemplo, De institutione música de Boecio (c. 480-524) es uno de los textos más significativos de la teoría musical medieval. Se trata de un escritorio científico y filosófico en el cual se trabajan los principios de la música. Aquí se le entiende como una de las siete artes liberales de fundamentación del saber medieval, al lado de la aritmética, la geometría y la astronomía, formaba parte de la matheis. Aquí se hicieron las definiciones básicas en torno a la música, entre otras cosas, las músicas, los músicos y el sonido. Como parte del desarrollo del conocimiento musical, Boecio le dedica el mayor contenido de su obra a lo que se considera una consonancia. Así es que de acuerdo con los principios pitagóricos, la comprensión del mundo es a partir del número y la armonía, nos explica de forma matemática las distancias entre los sonidos y trabaja sobre cuáles son las relaciones posibles, señalando como consonancia aquellas distancias entre dos notas que respondan a los tipos más simples de proporciones. Tenemos que las más perfectas serán el unísono y la octava. Así también, la cuarta y la quinta serán consideradas como consonancias gracias a la matemática de sus proporciones.
Otro texto que explica las consecuencias de la utilización de la superposición de voces es el libro Etimologías de Isidoro de Sevilla (560-633). Si bien no se trata de un libro de música, sí describe las disciplinas de las artes liberales. En el apartado de la música asociada a la voz, se trabajan los principios de armonía, sinfonía -consonancia- y diafonía –disonancia-. Hay que decir también que por fuera de los monasterios, donde se desarrollaba la escritura y la teoría musical en la Alta Edad Media, la música polifónica encontró desarrollos diversos en las canciones populares. Dado que resultan imposibles de fechar o situar con exactitud; las fuentes, que eran un privilegio, para la reconstrucción de este tipo de repertorios fueron sin duda la tradición oral así como las transcripciones de los materiales musicales y poéticos y los relatos de época. Inclusive se tiene evidencia de que desde antes del siglo XII existían prácticas polifónicas elaboradas en la música popular, se tiene conocimiento sobre sus métodos.
Así es que, ya desde estos tiempos hace sentido el verbo trovar que procede del provenzal antiguo trobar que significa inventar. Los trovadores eran poetas-compositores que escribían y cantaban en la lengua vernácula no latina: el occitano o provenzal.
La trova se desarrolló en Francia entre finales del siglo XI y finales del siglo XIII. Los trovadores, de la región de Provenza, se inspiraron en el antiguo concepto griego de poema lírico como composición vocal. La poesía de los trovadores figura entre las primeras muestras literarias en una lengua distinta del latín, lengua literaria por excelencia durante la Edad Media. Sus poemas emplean nuevas formas, melodías y ritmos, originales o copiados de la música popular.
El primer trovador del que se tiene noticia fue Guillermo IX de Aquitania. Sin embargo, la mayoría de los cuatro cientos trovadores que vivieron en esa época fueron nobles o reyes para quienes componer e interpretar canciones era una manifestación más del ideal caballeresco. Originalmente, los trovadores cantaban sus poemas en la corte y a menudo hacían torneos musicales. Más tarde contratarían músicos itinerantes, los llamados juglares, para interpretar sus obras. Entre sus temas predilectos figuran el amor, la caballería, la religión, la política, la guerra, los funerales y la naturaleza. Entre algunas de las formas de versificación: la cansón de amor cortés, la tensón de diálogos, el servetensio satírico, el plantó fúnebre, el alba canción matinal y la serena canción nocturna y claro está la pastorela.
Ahora bien, el acompañamiento musical se interpretaba generalmente con instrumentos de cuerda como el violín medieval o el laúd. La notación indicaba el tono, pero no el tempo o el ritmo. En la actualidad se conservan unos tres cientos de melodías y cerca tres mil poemas trovadorescos. Vale la pena señalar que la música de los trovadores influyó de manera decisiva en el desarrollo de la música profana medieval, de esta manera se convirtieron en un vehículo de comunicación literaria dando origen a la lírica moderna: una poesía de arte con carácter laico. Inclusive tenían una formación intelectual más cuidada que la del juglar, es decir, eran cultos, puesto que sabían leer y escribir. Su repertorio estaba conformado por canciones monódicas acompañadas por instrumentos, bastante refinadas y complejas en sus esquemas rítmicos. Sin embargo, de la mayor parte de sus obras solo se conserva la línea melódica con el texto, en manuscritos llamados chansonniers. Están escritas en formas populares de estribillo siguiendo modelos como el rondó, que organizan notablemente la construcción métrica, a saber; el número de versos y de pies, distribución de las rimas, como la forma musical.
Vale la pena regresar para cerrar con la pastorela y el alba, la primera representa el encuentro entre un caballero que suele relatar la escena en primera persona, y una pastorela en el campo, quien acepta su amor tras la debida resistencia. La segunda es un género que describe una relación de enamorados, después de pasar la noche juntos, deben separarse al amanecer. Una de las albas más bellas fue escrita por Guiraut de Bornelh: Buen compañero, salid al ventanal/y mirad las estrellas del cielo: / conoceréis que os soy fiel mensajero; / si no lo hacéis, vuestro será el daño / y pronto llegará el alba.