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Pésimo mensaje

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Pésimo mensaje

Quienes tenemos el privilegio de enseñar en cualquiera de los niveles educativos, lo hacemos con la convicción de que todo ese esfuerzo redituará en la formación académica de las futuras generaciones.

Desde preescolar, les vamos compartiendo saberes, conocimientos, habilidades, valores e interacciones, con la única intención de irles nutriendo de las competencias que requieren, no sólo para sus retos escolares, sino para la vida misma.

Al llegar al ámbito profesional, cada joven selecciona el área del conocimiento que más le agrada, con la certeza de que esos saberes son los que le apasionan para proseguir en la vida laboral por el resto de sus vidas.

Es tarea de catedráticos irles convenciendo de que, para obtener éxito profesional, es fundamental contar con las calificaciones técnicas y cognitivas para enfrentar adecuadamente las exigencias de los puestos que posean, mejor aún, que en la medida en que no cesan en la búsqueda de conocimiento, podrán llegar a puestos jerárquicos de mayor envergadura.

Todo ese esfuerzo, absolutamente todo, se va a la basura cuando en los hechos, vemos que eso de respetar los perfiles resulta una falacia en muchísimos espacios laborales; pero adquiere mayor preocupación cuando en los puestos clave del gobierno de la República, aparecen personas con perfiles completamente diferentes a las necesidades del puesto.

En los recientes cambios de gabinete, vemos como una licenciada en letras inglesas tendrá a su cargo la cartera ¡de Economía!; he revisado varios planes de estudio de diversas instituciones educativas y por ningún lado encuentro la conexión con lo que ahora será su responsabilidad.

Si ya de por sí encontramos un problema nacional de vocación (muchos profesionales que descubren una vez terminados sus estudios, que no nacieron para eso que cursaron), ser testigos de decisiones de esta naturaleza, con la legitimación del Estado, resulta un mensaje tremendamente negativo para todo el sistema educativo en su conjunto. ¿Para qué formamos profesionales en áreas específicas, si al final eso parece no tener ningún mérito?

Cierto que esto no es nuevo, pues resulta curioso que universidades públicas son tremendamente quisquillosas en la contratación de sus profesores, publicando perfiles inflexibles en los que no existe posibilidad alguna de variación, a la par que en sus cuerpos directivos tienen, incluso, personas sin licenciatura con sueldos altos; es decir, desde las propias instituciones educativas se ha propagado este sinsentido del no respetar áreas de conocimiento que requieren especialización.

¿Qué le estamos diciendo a todos esos estudiantes universitarios?, simplemente que de nada sirve prepararse, que mejor andar por la vida pretendiendo ser honestos y decentes, adjetivos de una subjetividad grosera.

No puede ser que se exprese que un funcionario público debe ser 90% honestidad y 10% experiencia.   Es tanto como asumir que un pasajero de un vuelo comercial, bien honesto el condenadote, por ese simple hecho tiene la capacidad de pilotear una aeronave; su 10% de experiencia emana de los videojuegos. ¿Usted estaría tranquilo de estar en ese avión?

Así de inconsistente es el supuesto; por eso estamos llenos de pseudo profesionales, mercenarios al mejor postor.

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