Mi querido viejo: hemos hablado en esta columna una y otra vez sobre las oportunidades de bienestar y tranquilidad que ahora nos da la vida a todos los viejos, y una de ellas son los viajes; salir de la ciudad, visitar una de las muchas urbes hermosas que tiene el país, ir a una de las playas que son la admiración del mundo o simplemente viajar y respirar otros aires, nos permiten aumentar las experiencias gratas que alegran el espíritu.
¿Y qué pensarías si te digo que dentro la ciudad hay una zona en la que puedes encontrar no sólo paisajes hermosos, sino una paz, un silencio y una tranquilidad sorprendentes?; te cuento esto porque en días pasados tuve el inmenso placer de visitar un lugar, catalogado como Patrimonio Cultural de la Humanidad desde hace casi 30 años, y que, a pesar de los embates de la civilización, sigue ahí como desde hace más de mil años.
Es cierto, querido viejo, este sitio, localizado en la zona suroriental de la ciudad, ha sido desde tiempos de los aztecas el jardín y la huerta de la ciudad, ya que esa zona tiene una fertilidad maravillosa que permite que se levanten hasta cuatro y cinco cosechas en un año; fue usado por los aztecas, luego por los conquistadores y los habitantes de la Ciudad de México y aún hoy surte de frutas y legumbres a la población.
Me refiero a la zona llamada de Los Humedales, situada allá por Xochimilco, que hace unos días celebró el Día Internacional de los Humedales con una ceremonia tradicional y conferencias sobre la manera de conservarlos.
Allá fui, al embarcadero que está junto al desarrollo deportivo de Cuemanco, y en una trajinera fuimos a recorrer los canales y a visitar las chinampas; como sabes, las chinampas (del náhuatl chinamitl ) son verdaderas islas que se encuentran enclavadas en el lago, y que por la humedad que tiene la tierra son muy fértiles; viajar por los canales amplios unos, estrechos otros, nos permitió disfrutar de un paisaje de aguas tranquilas, vegetación abundante, aves pequeñas, garzas blancas y grises, árboles de todo tipo y cultivos de todas las legumbres imaginables que crecen de una manera vertiginosa y han dado de comer a cientos de generaciones.
Las trajineras se deslizan suave y lentamente, hay tiempo para reflexionar, para darnos cuenta de que la vida puede ser tranquila y debemos verla de otro modo; conversar con los dueños de esas chinampas nos enseña que el contacto con la tierra es estimulante y que ellos, que trabajan todos los días en el campo, son tan felices como lo fueron sus antepasados antes de la Conquista.
El lugar es tan hermoso y tranquilo que desde hace años Alicia va con sus compañeras del taller de pintura a visitar los humedales y ahí crear sus obras de arte, en medio del silencio y la tranquilidad que sólo interrumpe el graznar de una garza o el ruido de un pez que brinca del agua.
De modo que, si deseas vivir unas horas fuera de la batahola de la ciudad, ve para allá, entra a la zona de Cuemanco, junto a la pista olímpica de remo y viaja en una trajinera, que silenciosamente te llevará por horas para que disfrutes, como yo lo hice.
Cierto, hay quienes van allá a celebrar una fiesta o un cumpleaños y llevarán música y algarabía, pero si viajas solo o con la persona o personas que más quieras, tendrás una experiencia inolvidable.
⊂(◉‿◉)つ
Si deseas ver el contenido completo o mas dale click en el enlace de abajo.
Post y Contenido Original de : Excelsior
http://www.excelsior.com.mx/opinion/rafael-alvarez-cordero/2017/02/04/1144170
⊂(◉‿◉)つ