Estamos a horas de conmemorar el primer Centenario de nuestra Constitución. Además de tratarse de una efeméride trascendente, cobra especial relevancia destacar su importancia, dados los acontecimientos vividos durante las últimas dos semanas en las relaciones entre Estados Unidos y nuestro país.
La Constitución le encomienda al Presidente de la República —en su doble calidad de jefe de Estado y de Gobierno— dirigir la política exterior mexicana. Dentro de sus facultades y obligaciones, la fracción X del artículo 89 enlista una serie de principios que debe observar, que son la síntesis de la historia de la diplomacia mexicana y que son reconocidos y respetados en el mundo.
Nuestros principios constitucionales también lo son del derecho internacional, ya que se encuentran contenidos en la Carta de Naciones Unidas y están consagrados a lograr la igualdad entre los países y la cooperación internacional.
Tales principios son: la autodeterminación de los pueblos, la no intervención, la solución pacífica de controversias, la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, la igualdad jurídica de los Estados, la cooperación internacional para el desarrollo, así como el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos, y la lucha por la paz y la seguridad internacionales.
La comunidad internacional ha venido construyendo —después de la Segunda Guerra Mundial— un orden legal para procurar mantener a la humanidad en paz y para resolver las diferencias entre los Estados, en términos legales y amistosos. Difícil tarea, muchas veces arremetida, pero que ha permitido durante décadas el desarrollo y un creciente respeto a los derechos humanos.
Hoy, el diletante Presidente estadunidense retorna al uso de la amenaza y de la fuerza, al pretender que México pague un absurdo muro, cimentado en prejuicios y odio.
En pocos días ha hecho lo mismo en contra de varias naciones y grupos étnicos y ha llegado al extremo de mandar a sus colaboradores a advertir a la ONU: “Para aquellos que no nos apoyan, estamos anotando sus nombres”.
Los principios de derecho internacional no son simples ideas o entelequias conceptuales. Revisten una importancia capital, ya que imponen obligaciones a los Estados, en su calidad de miembros de la comunidad internacional.
El respeto a la soberanía de los Estados miembros de las Naciones Unidas, en resumidas cuentas, es el valor fundamental.
México necesita responder con firmeza y apegado a sus principios constitucionales a las amenazas del nuevo tirano, para exigir respeto a nuestra soberanía y dignidad como nación independiente.
Ante las amenazas del nuevo tirano, México debe responder con firmeza y apegado a sus principios constitucionales.
Estamos en presencia del inicio del fin de la era de la globalización y la integración. Con independencia de que Donald Trump cumpla o no sus amenazas debemos ir más allá, pensar en el largo plazo, replantear un nuevo modelo de desarrollo del país y diseñar las estrategias convenientes para superar la crisis.
La Constitución cumple un siglo de vida. En su texto están plasmadas las legítimas aspiraciones de una nación que desea vivir en paz y armonía con el resto del mundo. Debemos felicitarnos de su existencia, porque será el valladar que nos permitirá defender.
Como Corolario, las palabras de Winston Churchill: “Si iniciamos una discusión entre el pasado y el presente, advertiremos que hemos perdido el futuro”.
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Post y Contenido Original de : Excelsior
http://www.excelsior.com.mx/opinion/raul-contreras-bustamante/2017/02/04/1144169
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