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México se cierra ante migrantes, pero si abre playas a ‘springbreakers’

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México se cierra ante migrantes, pero si abre playas a ‘springbreakers’
México se cierra ante migrantes, pero si abre playas a 'springbreakers'

Los controles de Migración en la frontera con Guatemala se reforzaron, mientras que los estadunidenses comienzan a invadir el Caribe sin restricciones.

La actitud frente al covid-19 contrasta de manera abismal en dos puntos de la frontera sur del país, distante apenas mil 290 kilómetros un punto del otro.

Eso si se recorren por carretera. En línea recta, por avión, son apenas 901 kilómetros. Hasta los colores cambian: en Cancún, Quintana Roo, predominan los colores brillantes, chillantes, de camisetas, bermudas y pareos, en contraste con el sol brillante y el turquesa de las aguas del Caribe mexicano.

En Tapachula, Chiapas, en cambio, la ropa con la que llegan los migrantes centroamericanos que tratan de cruzar hacia México, para emprender un largo viaje hacia la frontera con Estados Unidos, es oscura, como si trataran de camuflarse con la vegetación y la corriente fría del río Suchiate.

Es la frontera sur de México, abierta sin restricciones para todos los que quieran vacacionar en la Riviera Maya, donde parece que el coronavirus desapareció por arte de magia, porque llegan con dólares aunque sin cubrebocas y kilómetros más abajo, en Chiapas, cerrada y cada vez con más obstáculos para quienes intenten entrar con el fin de llevar a cabo actividades “no esenciales” en el territorio mexicano.

En las playas de Quintana Roo no existe el covid

En la barra del “Tequila Bar” en Playa del Carmen, una pareja de italianos baila y se besa, mientras la multitud les aplaude; al mismo tiempo, afuera, en la famosa Quinta Avenida, dos mujeres restriegan sus cuerpos y beben de la misma botella, mientras brincan y abrazan a los músicos que cantan El mariachi loco.

Son parte de los más de cien mil turistas, que según la Secretaría de Turismo de Quintana Roo, llegaron de todo el mundo, en medio de la pandemia, para disfrutar del Caribe mexicano.

De día o de noche, los contagios por covid parecen haber desaparecido, pues de un momento a otro las calles, bares, antros, hoteles y hasta el transporte público se ha llenado de turistas, a pesar del riesgo de contagio con la nueva cepa de Sars-Cov2.

La mayoría son springbreakers que vienen de Estados Unidos, Canadá, Francia e Italia, pero también hay venezolanos, cubanos, ecuatorianos, argentinos, colombianos y brasileños, quienes creen que por traer una prueba negativa de covid ya no corren riesgos y pueden evitar los contagios.

No los asusta siquiera el reciente episodio de 44 jóvenes argentinos que vinieron a Cancún a celebrar su graduación y al regresar a su país, dieron positivo a las pruebas de covid.

​Freno a migrantes en Chiapas

Primero, frustración, enojo, indignación; después, algunos intentan negociar: que se haga una excepción, que si “conocen a alguien” de este lado o que si “siempre han pasado por aquí sin problemas”. Nada da resultado.

Los agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) son inflexibles. No hay paso. La frontera entre México y Guatemala está cerrada ante viajes no esenciales para evitar la propagación del covid-19.

Apostados en la ribera del río Suchiate, los agentes migratorios esperan junto a algunos elementos de la Guardia Nacional que han sido enviados para ayudar a preservar el orden. Se acercan a cada balsa que llega a México y piden identificaciones.

Así esta la frontera de Guatemala

Del otro lado, en Tecún Umán, la vida sigue como si nada extraordinario pasara; aquí no parece importar mucho la pandemia o el cierre de fronteras. Sólo pasan mexicanos o residentes permanentes.

También se revisan mochilas y bultos, pero a pesar del covid-19, el comercio en la ribera del río continúa.

“No me interesa lo que contesta. Sino cómo contesta. ¿Estamos?”, le dice uno de los oficiales migratorios a un equipo que releva a sus compañeros en los márgenes del río.

“Son totalmente diferentes, entonces deberían pasar por el puente fronterizo; no se les está dando el acceso por el río”, le explica un agente migratorio a otro migrante que buscaba el acceso.

En las mismas balsas que la gente usa como taxis, se transporta todo tipo de productos: desde cajas de cerveza, hasta comida o papel higiénico.

Todo cabe en las tablas de madera dispuestas sobre dos llantas de hule que, ante el sol que pega implacable desde la mañana, son humedecidas constantemente para que no se desinflen por el calor.

Paradójicamente, la mayoría de las personas que llega desde Guatemala no porta cubrebocas, tampoco algunos agentes del INM y mucho menos los balseros que piden propina a todos los que ayudan a descender de su nave improvisada.

El río está muy bajo, se puede cruzar incluso caminando, así lo hacen unos niños que aprovechan para divertirse en el camino de regreso, pero para quienes quieren evitar mojarse, los balseros les cobran 10 quetzales por persona, el equivalente a unos 30 pesos. El único requisito, mantener el equilibrio.

información: Milenio

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