Las redes sociales más importantes del planeta no se originaron en Silicon Valley.
En realidad ni siquiera tienen un domicilio limitado: se extienden por toda la Tierra. Y conectan a todas las especies, no sólo a los seres humanos.
Se trata de redes de hongos, bacterias, animales cooperativos y animales destructivos, plantas y —los creadores de las conexiones— árboles.
“Porque la vida es una red, no existe una ‘naturaleza’ o un ‘ambiente’ separado y aparte de los humanos”, escribió David Haskell en su nuevo libro, The Songs of Trees (Las canciones de los árboles). “Somos parte de la comunidad de la vida, que está compuesta por relaciones con ‘otros'”. Y entre esos otros se destacan los árboles, como grandes nodos de comunicación, “los grandes conectores de la naturaleza”.
La teoría es novedosa pero sobre todo es extraña porque rechaza la dualidad humanidad/naturaleza. Pensar que los árboles están interconectados en una red, y que la naturaleza es una red de la que también participan las personas, puede ser algo “abstracto al punto del absurdo”, según el biólogo. Para aclararlo, presentó el caso del lenguaje de los huaorani, un pueblo amerindio del Amazonas.
El idioma de los huaorani se basa en la integración y la comunicación de todas las formas de vida: además de nombrar algo según su tipo general, lo identifican también por aquello con lo que se comunican. Un ceibo no es un ceibo, sino “el ceibo con hongos negros” o “el ceibo envuelto en la enredadera”. Para los huaorani es una pesadilla explicarle a un antropólogo que “no pueden darles nombres individuales a lo que los occidentales llaman ‘especies de árboles’ sin describir el contexto ecológico, como la composición de la vegetación que los rodea”, según Haskell.
El interés especial de The Songs of Trees se puede rastrear en los informes de la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que en tiempos de cambio climático ha insistido en la importancia de cuidar a los árboles: “Los aportes de los bosques al bienestar de la humanidad son extraordinariamente vastos y trascendentales”, según el texto de 2016. Desde la seguridad alimentaria hasta el aire y el agua limpios, los bosques son centrales para el equilibrio de la biodiversidad.
El libro de Haskell describe sus repetidas visitas a una docena de árboles en distintos lugares y circunstancias, para escucharlos, observarlos y explorar las redes de comunicación que establecen. Según el biólogo los árboles hablan todo el tiempo: se comunican en la superficie y bajo tierra por medio de sonidos, aromas, señales y vibraciones. Son, en definitiva, redes sociales naturales.
“La idea de un lenguaje de los árboles es completamente obvio para la ecologista Suzanne Simard, quien ha pasado 30 años estudiando los bosques”, escribió la periodista Ephrat Livni en Quartz. Cuando trabajaba en la industria de la madera, Simard sintió cierta molestia en relación a la forma en que se talan los árboles. Volvió a la universidad para estudiar sobre el modo en que se comunican, y desde entonces se dedica a enseñar ecología y a investigar “las redes de hongos bajo tierra que conectan a los árboles y permiten la comunicación y la interacción entre árboles”, dijo al sitio.
Su charla TED de junio de 2016, “Cómo los árboles hablan entre sí”, vista más de 2,5 millones de veces, describió “este otro mundo, un mundo de infinitos senderos biológicos que conectan a los árboles y les permiten comunicarse y permiten que el bosque se comporte como si fuera un organismo. Nos hace pensar en una clase de inteligencia”.
Esa inteligencia, con la ayuda de los hongos subterráneos, mueve agua, carbono y nutrientes entre los árboles de todas las especies, como redes simbióticas similares a las redes neuronales de los humanos, y a las redes sociales.
Sobre la superficie, los árboles intercambian semillas —”básicamente, paquetes de información”, las definió Livni— mediante el viento, las aves, los murciélagos y otros visitantes que las llevan por el mundo.
También Peter Wohlleben, autor de The Hidden Life of Trees (La vida oculta de los árboles), dijo a The Guardian que la existencia de estas redes contradice la idea general de los árboles compiten entre sí por la luz y por el espacio. “Lo que más me sorprendió es que los árboles son muy sociales. Un día tropecé con un muñón de árbol que todavía estaba vivo, aunque tenía 400 o 500 años y ni una hoja verde”, explicó. “Todos los seres vivos necesitan nutrientes. La única explicación era que lo asistían los árboles vecinos, mediante las raíces, con una solución azucarada”.
Haskell sintetizó la filosofía que subyace a The Song of Trees: “Los dogmas de separación fragmentan la comunidad de la vida, encierran a los humanos en una habitación solitaria“. Aprender a escuchar a los árboles, concluyó, es el primer paso para integrarse en la red social natural, para pertenecer a la Tierra.
LEA MÁS:
Los 7 bosques más enigmáticos y majestuosos del mundo
Los árboles más antiguos del planeta eran más complejos de lo que se pensaba
Source: Infobae