Resulta que el candidato externo del PRI comenzó su campaña al mejor estilo priista. Reunión con la CTM. Porras, abrazos y discursos de promesas de lealtad mutua. Reunión con el sector popular. Lo mismo. Reunión con la CNC y, sí, lo mismo. Meade, el externo, el que nunca se afilió al PRI, oficiando como el sacerdote mayor en la liturgia más acabada del priismo: el destape de su candidato presidencial. Un destape vintage.
¿Así quiere convencer el PRI a los votantes panistas o los electores que no se identifican con algún partido político de que voten por Meade?
En pleno siglo XXI, en un México democrático, lo que vimos el lunes fue el despliegue del PRI autoritario y corporativo del siglo XX. Disciplina total ante las instrucciones de Los Pinos. Ni un solo disidente. Ni una sola voz crítica. Todos bien peinados y alineados.
Visita a los tres sectores del partido —trabajador, campesino y popular— que se formaron en el cardenismo cuando el Partido Nacional Revolucionario cambió de nombre a Partido de la Revolución Mexicana. Un partido corporativo diseñado por Lázaro Cárdenas como brazo electoral del régimen político en un país agrario que estaba en proceso de industrialización. Campesinos, trabajadores y burócratas organizados desde el Estado para, por un lado, negociar con ellos sus conflictos y, por el otro, movilizarlos para legitimar a los gobiernos post-revolucionarios.
Ese México hoy se ve en fotos color sepia en el Archivo Casasola. El lunes, revivió. El mismo ritual de los sectores destapando a su candidato presidencial en pleno siglo XXI en un país con una economía fundamentalmente de servicios, con industrias cada vez más robotizadas y con un sector agropecuario orientado hacia la exportación. Un espectáculo vintage.
Si Meade quiere ganar la Presidencia, necesita, por un lado, conseguir los votos de los priistas y, por el otro, de electores panistas o que no se identifican con un partido político. A los priistas los tiene que convencer de que es uno de ellos sin serlo. A los otros los tiene que convencer de que es un externo que por pura casualidad terminó siendo el candidato del PRI. Corre el riesgo, sin embargo, de que ni los priistas ni los panistas ni los independientes le crean. Que los priistas lo vean como un forastero arribista y los otros como un priista en toda la extensión de la palabra.
Por lo pronto, lo que vimos el lunes fue un destape en el que el partido se apoderó del candidato. Pudo ser diferente. Meade, supongo, tenía la posibilidad de negociar con el presidente Peña y el líder nacional del PRI, Enrique Ochoa, un destape diferente. Algo nuevo, innovador, propio del siglo XXI, digno de un candidato supuestamente externo. Pero no. Optaron por la ortodoxia. El apego a una liturgia que le encanta a los priistas, pero que es mal visto, y hasta motivo de burla, por los no priistas.
A lo mejor, Meade ganó puntos entre los miembros del PRI, pero los perdió en el resto del electorado. Se vio como un candidato del viejo sistema político. Como bien dijo Jorge Castañeda el lunes, el riesgo es que le pase lo mismo que a Francisco Labastida. Un hombre decente, político, de buenas formas, considerado como moderno, pero que lo atrapó la estructura priista. Lo envolvieron. Le impusieron candidatos impresentables al Congreso. Acabó oliendo a naftalina. No pudo ganarle a un candidato que ofrecía cambio, modernidad, en momento en que la sociedad estaba harta de los excesos del régimen priista.
No está nada fácil el reto de Meade. Por un lado, tiene que apapachar a los priistas y, por el otro, debe mantenerlos a raya para presentarse como un producto diferente al PRI de Peña Nieto, al de las liturgias, al que se percibe corrupto, al mañoso.
El lunes, Carlos Aceves del Olmo, el dirigente de la CTM, le prometió que caminarían juntos por todo el país. Meade asentía. Imagínese usted la campaña del supuesto candidato externo del PRI acompañado por las porras, matracas y acarreados de los sindicatos charros. Si es así, no van a necesitar mucho López Obrador y Anaya para pintar a Meade como un priista más.
El lunes, desde lo más profundo del pasado, Meade trató de posicionarse como un candidato viendo hacia el futuro. El candidato reformista solicitándole su apoyo al heredero de Fidel Velázquez. Mensajes contradictorios. Disonancia cognitiva. Incongruencia. Si Meade quiere presentarse como un candidato diferente al PRI tradicional tendrá que ser… diferente. A ver si se anima. A ver si lo dejan.
Twitter: @leozuckermann
Source: Excelsior