En el mundo, más de 700 millones de mujeres se casaron siendo niñas. 250 millones menores de 15 años y las menores de 18 tienen menos probabilidades de concluir su educación y más de sufrir violencia.
La ONU escogió el día 25 de noviembre como el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer para honrar a las hermanas Mirabal, tres activistas políticas de República Dominicana que fueron brutalmente asesinadas en 1960, durante la dictadura de Rafael Trujillo, y de esta manera, impulsar una campaña de 16 días de activismo en todo el mundo contra la violencia de género.
La violencia es todo acto que cause “un daño físico, sexual o sicológico para la mujer, inclusive las amenazas de tales actos, la creación o la privación arbitraria de libertad.
La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) nos muestra que los agresores se encuentran en el entorno y tienen relaciones cercanas con las víctimas.
Datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Geografía (Inegi) señalan que un estudio de Gabinete y Comunicación Estratégica (GCE) reveló que 50.9% de los encuestadores opina que la violencia que se da más es sicológica; 32.6%, física, y 12.3%, sexual.
Las formas de violencia se manifiestan de diversas formas: la doméstica, en la pareja; la sexual, que incluye la violación, el acoso; la emocional, sicológica, la explotación sexual, la trata y las prácticas nocivas, como la mutilación genital, el matrimonio forzado y el matrimonio precoz. Otras formas menos documentadas son: crímenes cometidos en nombre del honor, feminicidios, selección prenatal del sexo, infanticidio femenino, abuso económico, violencia política, abuso contra ancianas, violencia relacionada con la dote, ataques con ácido, etcétera.
Asimismo, grupos particulares miembros de minorías raciales, étnicas y sexuales: mujeres con VIH positivo, migrantes y trabajadoras indocumentadas, con discapacidad, prisioneras, víctimas de conflicto armado o de situaciones de emergencia que son más vulnerables por la exclusión socioeconómica o discriminación.
Nuestro país no ha sido la excepción, pues dos de cada tres mujeres han sido víctimas de la violencia de género; por ello, se han impulsado legislación, acciones y políticas públicas de prevención y atención. Ahí está el Instituto Nacional de las Mujeres, se aprobó y se publicó la Ley General de Acceso a las Mujeres a una vida libre de violencia que obliga al Estado mexicano a intervenir directamente para disminuir y desaparecer este flagelo bajo los principios de igualdad y no discriminación.
Nos preguntamos, ¿qué falta? La violencia más alta se registra en la CDMX, Estado de México, Jalisco, Aguascalientes, Sonora y Baja California. En casi el 30% de los casos su origen fue la violencia laboral, discriminación a mujeres embarazadas y desigualdad de salario. Un problema de gran dimensión y una práctica socialmente extendida en todo el país.
No son actos aislados, sino de un patrón conductual general. El Inegi informó que entre 2013 y 2014, en promedio, fueron asesinadas diariamente siete mujeres. Diversas organizaciones demandaron declarar la alerta de género en el Estado de México; en Ecatepec 500 mujeres demandaron poner fin a los feminicidios; en Puerto Vallarta, Mazatlán y Acapulco solicitaron el cese de violencia.
En la India destacó un desfile de modas, donde nueve mujeres que fueron víctimas de ataques con ácido realizaron una pasarela con vestidos de grandes diseñadores, sin cubrirse el rostro para mostrar al mundo las atrocidades de las que fueron objeto.
Debemos hacer esfuerzos para acabar con estas prácticas denigrantes…
¿O no, estimado lector?
Source: Excelsior
