Más de una ocasión en las últimas semanas, ocho para ser exactos, he escuchado a (supuestos o reales) colaboradores cercanos del Presidente electo afirmar que “ni Andrés (Manuel López Obrador) ni nadie en su entorno desea un desencuentro y, menos, un enfrentamiento directo entre la próxima administración sexenal y la Iglesia…”, con la jerarquía católica en particular.
He recibido, incluso, en mi calidad de colaborador de Excelsior, más de una sugerencia e invitación —incumplidas todas hasta ahora, hay que decir— para sostener encuentros informales con quienes presuntamente manejarán el asunto —Tatiana Clouthier primero y luego quien la suplirá en la subsecretaria, Diana Álvarez Maury, o con el exsenador Zoé Robledo— para conversar con ellos en relación al mismo.
Lo anterior viene a cuenta en virtud de que, tras confirmarse el próximo encuentro, el lunes, entre el tabasqueño y el nuncio apostólico Franco Coppola —recién vuelto a México tras el tratamiento médico a que debió someterse, en Roma, a consecuencia del grave accidente automovilístico que sufrió a fines del 2017— no son escasas las voces que en el ámbito de la Iglesia (católica) se han levantado para dejar en claro que el futuro de la relación estará determinada, como siempre, por el respeto institucional que las partes se dispensen… a sus estructuras jerárquicas y personas y, más, a sus particulares actividades y posicionamientos.
En concreto, a decir de algún alto miembro de la Conferencia del Episcopado, que lidera el cardenal Francisco
Robles Ortega, la relación entre Iglesia y el próximo gobierno estará determinada por la posición que éste último, el jefe del Ejecutivo en especial —y sus mayorías (dependientes) en el Congreso, agregaríamos— mantengan en relación a temas altamente sensibles para la catolicidad: el respeto a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, a la familia en cuanto tal y el derecho de los padres a educar a sus hijos, a la más amplia libertad de religión y, en
general, a los derechos humanos. Nada más, pero nada menos. Es verdad, y así se comenta en los más altos niveles de la jerarquía que, al menos, en el ámbito privado, Andrés
Manuel López Obrador ha dejado en claro que, a merced de su particular posición religiosa en, prácticamente, todos los temas citados existe una coincidencia con los credos católico-cristianos, lo que, es cierto, genera confianza.
Ello, sin embargo, no es así cuando de sus más cercanos colaboradores —Olga Sánchez Cordero, Marcelo Ebrard o Alejandro Encinas, entre otros— se trata, en virtud de que todos ellos, de manera más que pública, ahora y en el pasado, han externado su personal posicionamiento favorable, por ejemplo, a la legalización de la práctica criminal del aborto o la imposición a través del sistema escolar, de la llamada ideología de género, impulsada ahora desde las agencias internacionales.
El panorama entonces no se vislumbra sencillo ni de fácil manejo aunque, en voz de algún alto prelado, si López Obrador hace valer su personal posición —“como es obvio que lo está haciendo desde ya”— la relación podría transitar por una ruta difícil, sí, pero manejable.
ASTERISCOS
* Con el aval (voto) de la futura titular de Gobernación y 124 más de sus pares, el Senado autorizó dejar temporalmente la curul al alcalde de Durango, José Ramón Enríquez quien, el miércoles, retomó su posición al frente del ayuntamiento capitalino donde, de agotar el periodo para el que fue electo, permanecerá hasta agosto próximo.
* Nunca como en agosto pasado, en sus más de 44 años de existencia, el Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores (Fonacot), de César Martínez Baranda logró colocar tantos créditos y por un monto tan importante entre sus agremiados, Hablamos de mil 888 millones de pesos en créditos en beneficio de 444 mil 6000 trabajadores. Todo un récord.
Veámonos el domingo, con otro asunto De naturaleza política.
Twitter:@EnriqueArandaP
Source: Excelsior