COLUMNA | Las elecciones del 2018: marketing y opinión pública
Dr. Murilo Kuschick | Profesor Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana
La semana pasada fuimos testigos de dos acontecimientos de gran relevancia para las elecciones del próximo año: el primero de ellos, la 22 Asamblea Nacional del PRI; y el segundo, el establecimiento por parte del INE del monto para el financiamiento del próximo periodo electoral. 6 mil 788 millones de pesos.
La asamblea del PRI planteaba que habría una gran discusión interna debido a los intentos de parte de miembros del partido, como la exgobernadora de Yucatán, Yvonne Ortega que planteaba la modificación de los estatutos para que la designación del próximo candidato lo fuera mediante una consulta abierta a toda la base de los militantes priistas.
Otros, en consonancia (muy probablemente) con el presidente Peña Nieto, avalaban la modificación de los estatutos para permitir que su candidato no fuera militante del partido y, por lo tanto, quitar la condicionante que exigía que los aspirantes tuviesen por lo menos 10 años de militancia.
Pese a los escarceos, la gran alharaca de un posible enfrentamiento entre grupos, dio como resultado que finalmente, en la asamblea, la única decisión de peso que tomó, además de hacer pleitesía a la figura del presidente, fue la modificar sus estatutos y permitir que un no militante llegue a ser su candidato., Lo que, según algunos de los analistas, sería entonces José Antonio Meade o el revivido secretario de Educación, Aurelio Nuño.
Por lo tanto, uno de los únicos logros de la mentada Asamblea Nacional fue implantar otra vez las más caras tradiciones del priismo tradicional: el tapadismo, la pasarela y el dedazo. Pues además de Meade y Nuño, los posibles suspirantes con militancia son el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, el Dr. José Narro y el secretario de Turismo, Enrique de la Madrid.
Sin embargo, lo que mostró finalmente la asamblea priista es que finalmente este partido muestra una situación ya muy en boga en las actuales campañas políticas, situación que ya había mostrado en la campaña del estado de México y en las anteriores, su probada incapacidad para presentar una oferta política que vaya más allá de los segmentos de electores a los que actualmente convoca, esto es, no más del 30% de la población.
El PRI se ha dado cuenta de que ya no cuenta con el respaldo de la mayoría de los electores mexicanos y, de perdida, busca enganchar a segmentos específicos de la población como lo hiciera en la elección del estado de México, ¿Cómo? buscando atraer a su electorado más fiel, mujeres, personas con bajo nivel educativo, personas de bajos ingresos y personas que necesitan los apoyos que proporcionan las políticas públicas fabricadas para la población más necesitada y marginada.
Además, con José Antonio Meade tienen a un candidato con buena imagen, buen muchacho, sin antecedentes políticos y sin escándalos de corrupción. Además, es de chile, dulce y de manteca, esto es, (en términos coloquiales para que pueda ser entendido), significa que puede ser electo tanto por los simpatizantes priistas, como panistas, ya que les ha servido a ambos gobiernos.
Por tanto, la estrategia central del marketing priista, además de los múltiples recursos que tendrá acceso en la próxima campaña será la imposición de un producto, con bajos costos y dirigido a segmentos específicos de consumidores.
Por lo tanto, la recomendación del consultor del PRI, en este caso Peña Nieto, es repetir una fórmula similar a la suya, esto es, un candidato sin un pasado que lo condena, pero aún más radical, que no sea integrante del partido que lo va a postular, un tecnócrata, pues Peña pese a su juventud era un auténtico dinosaurio. Así que, más allá de las propuestas y las promesas, lo más importante es postular un candidato y que pueda gozar de la simpatía popular, en otras palabras, que le caiga bien a la gente: En ese sentido, Meade y Nuño son buenos mozos.
“La receta es imagen sin un pasado que pueda ser recriminado”
La otra situación es la monstruosa cantidad de dinero que será usada en una campaña política que no tendrá más de tres meses de duración esto es, de marzo a mayo, pero que consumirá la asombrosa cantidad de casi 7 mil millones de pesos, en la que el PRI recibirá casi mil setecientos millones de pesos, el PAN, mil trescientos millones de pesos, el PRD, con 773 millones de pesos, le sigue Morena con 650, el PT, un partido inexistente, se va e embolsar 376 millones y para los candidatos independientes, 43 millones de pesos.
La cantidad asombrosa de recursos públicos que serán utilizados y quemados en un espectacular potlhach (ceremonia de algunas tribus, de la costa oeste del Canadá que quemaban riquezas con la finalidad de humillar a sus oponentes), aquí los humillados han de ser los ciudadanos que pagarán los platos rotos y sólo recibirán a cambio una playera, mandiles, miles de horas de spots que no les dirán nada pero verán a miles de candidatos, pues el año entrante además de la presidencia de la república se renovará la Cámara de Diputados, el Senado de la República y las gubernaturas en algunos estados, por tanto el ritual democrático, en la democracia más cara del mundo apenas empieza, con éstas dos importantes noticias: la asamblea del PRI que revivió el tapadismo, la pasarela y el dedazo y el asombroso e hilarante costo de las campañas políticas, lo que no significa pese al financiamiento público que dinero sea de las arcas públicas, sea de particulares llegará a las manos y a los bolsillos de los partidos y de sus candidatos.