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jueves, septiembre 19, 2024

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Ajuste de Cuentas

Tras la gran ola de acusaciones sobre conductas sexuales inapropiadas al productor de Hollywood Harvey Weinstein, un engranaje de denuncias a más de 30 hombres de alto perfil en distintos sectores se activó, derrumbando ídolos culturales y figuras políticas en Estados Unidos por igual. Desde mensajes de texto inapropiados hasta violaciones, la amplia gama de imputaciones ha generado elevados costos a sus destinatarios.

El 20 de noviembre, tras ser acusado por ocho mujeres de realizar llamadas telefónicas lascivas y desnudarse en su presencia, el icónico entrevistador Charlie Rose fue despedido por la cadena de televisión CBS, productora de su programa durante más de tres décadas. Días antes, el senador demócrata de Minnesota, Al Franken, se vio forzado a convocar una investigación a través del comité de ética del Senado cuando una presentadora de radio publicó una fotografía del político tocando sus senos mientras dormía. En el frente republicano, las denuncias de cinco mujeres que afirman haber sufrido abuso sexual durante su adolescencia, le han costado al antiguo juez estatal de Alabama y candidato a senador, Roy Moore, el financiamiento del comité nacional de su partido.

Cabezas mediáticas como el director de noticias de National Public Radio y editor del New York Times, Michael Oreskes, quien renunció a ambos cargos tras ser acusado de acoso sexual por tres mujeres. Genios artísticos como el fotógrafo de moda Terry Richardson, quien fue permanentemente vetado por la editorial Condé Nast cuando decenas de denuncias de modelos emergieron. Uno de los casos más interesantes resultó ser el juicio mediático del comediante Louis C.K., tras las denuncias de cinco mujeres. La sátira social que hizo famoso a C.K. se centraba en inversiones de roles de género y atinados comentarios sobre el sexismo institucionalizado, lo cual sacudió a millones de seguidores, entre ellos, muchas mujeres, que consideraban al comediante un irreverente e influyente feminista.

El tsunami de imputaciones contra los ricos, famosos y poderosos anuncia que aquello que se hizo en el pasado puede transgredir los estándares de hoy. Muchos comentadores norteamericanos señalan al “ajuste de cuentas” que Harvey Weinstein desencadenó como un alzamiento que busca producir nuevas normas sociales. Sin embargo, las reacciones a la caída de estos patrones muestran la imposibilidad del corte limpio entre el área gris y la condena inmediata cuando se trata de actos de coerción, intimidación y violencia sexual. El hashtag #MeToo para denunciar acoso sexual, que se volvió viral en redes sociales, fue recibido como heroico por algunos y ridículo por otros, enfatizando la falta de diferenciación y la “moda” de denunciar, en su mayoría, comentarios lascivos, toqueteos y acciones no solicitadas, equiparando acciones “menores” a actos sustanciales como violaciones.

El problema es, entonces, que dar “cumplidos” con matices sexuales, “bromear”, tocar de manera “amistosa”, besar y abrazar son mecanismos que operan dentro del área gris, en la cual es difícil determinar la línea que separa lo consensual de lo impuesto y la camaradería del acoso. Sin embargo, la violación, los ataques sexuales y la violencia pertenecen al dominio de la condena inmediata. Esta división resulta no solamente artificial, sino altamente conveniente. Este sistema de clasificación de conductas “inocentes” contra “maliciosas” les recuerda a las víctimas de violación que esta imputación es seria y que deben estar preparadas para las implicaciones de hacerla. De igual manera, las víctimas de acciones pertenecientes al área gris son persuadidas de reflexionar si un incidente aislado, subjetivo y evidentemente “menor,” merece salir a la luz a la par de crímenes serios.

Los comentarios señalando a la ola de acusaciones y el derrumbe de hombres poderosos como una frívola tendencia, una novedad o guerra sensacionalista exclusiva de las esferas elevadas, sugieren un problema más peligroso. En la opinión pública, la denuncia de acoso y abuso sexual no se percibe como un movimiento contra la inequidad de género, el sexismo institucionalizado o las extensas normas sociales que habilitan actitudes predatorias de hombres hacia mujeres. Se divisa como una serie de victimas aisladas e incongruentes con una agenda o vendetta contra sus atacantes. Es una inconveniencia, un fastidio, un espectáculo de feministas hipersensibles, “obsesionadas” con formas políticamente correctas. El momento en el que se reconozca que la normalización e institucionalización de relaciones desiguales entre hombres y mujeres son el motor detrás de estas conductas sexuales y que no son efectos tangenciales de un puñado de hombres perversos, sino un fenómeno facilitado por estructuras solidificadas de inequidad, quizás el área gris desparezca y la condena inmediata emerja.

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Source: Excelsior

Erre&ErreRedacción
Erre&ErreRedacciónhttp://www.mexicoahora.com
Lic. en Sociología. Editor de noticias. Con amplia experiencia en servicios de contact center.

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