Desde pequeña el mundo se encargó de demostrarme que las mujeres éramos completamente diferentes a los hombres. Más allá de las desavenencias físicas inherentes que se producen entre ambos géneros, la sociedad me acostumbró a mirarlas de otra forma, una forma más crítica, más intransigente y más dura. Siempre he pensado cómo sería el mundo si todo fuese al revés por un día: hombres esqueléticos en las portadas de las revistas de moda más afamadas, hombres que son públicamente avergonzados por su apariencia y hombres que son reconocidos y galardonados por tener el trasero 5 centímetros más grande que su contrincante.
Desde esta perspectiva, el mundo no parece muy amigable para las mujeres. Pareciera que el éxito que todos buscan con tanto ímpetu a través de sus vidas, una mujer puede alcanzarlo tan sólo por cumplir con aquellos inalcanzables estándares de belleza. Mientras que las mujeres son estimuladas con muñecas, castillos y coronas de princesa en sus primeros años de vida, los hombres crean sus primeros recuerdos con puzzles, figuras de animales e incluso telescopios de juguete que simulan la inmensidad del universo.
Sin darnos cuenta la brecha de género se crea desde el primer día en que comenzamos a existir como seres humanos, la que continúa forjándose en el minuto en que una mujer decide dejar atrás su desarrollo personal por los hijos, por su esposo, por la vida hogareña y así, entregarle sus posibilidades al hombre que tiene al lado.
Sin importar cuánto sepamos sobre la libertad, las mujeres no somos libres y tampoco lo seremos a corto plazo. Vivimos en una sociedad en la que se nos obliga a siempre lucir perfectas, que instaura que el cuerpo perfecto se traduce obligatoriamente en una vida perfecta, en el éxito, en la felicidad. En un mundo en donde a los hombres se les empodera lo suficiente como para que se sientan con el pleno derecho de gritarnos vulgaridades, violarnos e incluso matarnos. Debido a las ridículas estigmas que rodean a la mujer, no somos capaces de nacer libres, empoderadas, creyendo que el mundo es nuestro y que está allí para que marquemos la diferencia.
La violencia está allí, sólo que nos hemos acostumbrado tan severamente a este concepto que se volvió parte inherente de nuestra identidad. Estas son algunas de las situaciones cotidianas en las que las mujeres son víctimas de violencia, pero que debido a que las tenemos tan radicadas se han convertido en parte de nuestra vida:
1. La madre que se empeña en educar a machos y a princesas:
2. Los padres que insisten en vestir de rosa a sus hijas:
3. La mujer que te gritó mujerzuela cuando te vio besándote con un tipo:
4. El médico que hace una cesárea cuando no hay necesidad:
5. El marido que te prohíbe trabajar y que te incita a que al interior de la casa podrás sentirte plena:
6. La publicidad sexista que sigue mostrando que un par de senos grandes pueden lograr que seas exitosa y que encuentres al amor de tu vida:
7. El tipo de tu trabajo que te mira las piernas antes de saludarte:
8. El padre que obliga a sus hijas a lavar los platos de sus hermanos:
9. El hombre que controla cuánto ganas y en qué gastas tu dinero:
10. El compañero de trabajo que no se cuestiona por qué recibe un salario que dobla el tuyo:
Hoy, en el Día Internacional de la Mujer, muchas nos preguntamos por qué existe un día que celebra la existencia de las mujeres como seres humanos. De ser así ¿por qué no existe un día que celebre a los hombres? Ojalá no hubiese nada que celebrar, nada que reivindicar y el 8 de Marzo fuese sólo un día más. Si la igualdad de derechos fuese un hecho, el día de la mujer dejaría de tener sentido, pero lo cierto es que no lo es y tampoco lo será en el corto plazo.
La verdadera idea del feminismo sobrepasa cualquier pensamiento sobre posicionar a la mujer en un nivel más elevado que a los hombres, sino que instaurarlos como iguales. ¿Por qué las mujeres deben siempre anteponer su felicidad por los comentarios que pueda recibir sobre su cuerpo? ¿Por qué tenemos que seguir soportando que las miradas irreverentes y los comentarios inapropiados de hombres que ni siquiera conocemos? ¿Por qué debemos aferrarnos a la idea que el hombre es ‘más fuerte’?
Que siga la lucha, que sigan los esfuerzos por detener la violencia, hagamos que nuestros derechos valgan y que la muerte de 146 trabajadoras hace más de 100 años de como resultado algo positivo.
Source: UPSOCL
