A Washington le preocupa la vuelta al servicio de enormes piezas de artillería concebidas para proyectiles con carga nuclear en el Ejército ruso.
‘El Dios de la guerra’ —así denominaba la antigua Unión Soviética al conjunto de su artillería— contaba con una gran cantidad de piezas de enorme calibre que podían disparar proyectiles convencionales y nucleares a varias decenas de kilómetros y The National Interest sostiene que Rusia vive un renacimiento de ese tipo de armamento.
Con el colapso de la URSS, los grandes cañones del Ejército Rojo terminaron en depósitos de almacenamiento pero, desde hace un par de años, se pueden ver de nuevo con una imagen renovada. Esta reaparición ha llamado la atención de militares y analistas de la OTAN, sobre todo después de que varios informes indicaran que se habían empleado en Siria y los recientes ejercicios militares Vostok-2018 en el Lejano Oriente de Rusia, unas maniobras sin precedentes desde la Guerra Fría.
En particular, destaca la presencia de los autopropulsados morteros 2S4 Tiulpán y obuses 2S7 Pion —su versión moderna, 2S7М Malka—, capaces de disparar proyectiles nucleares y una amplia gama de municiones convencionales que, además de herramientas de puntería convencionales, ahora emplean el sistema de posicionamiento global ruso GLONASS.
El analista Michael Pech se pregunta “¿por qué Moscú querría armas tan viejas en la era de las bombas inteligentes?” y esgrime dos posibles razones: “pulverizar áreas urbanas y fortificaciones de campo, tareas difíciles para piezas de artillería rusas estándar de 122 mm y 152 mm” y el hecho de que producir proyectiles para esta artillería resulta más barato que fabricar misiles.
Tiulpán
La primera mención sobre la actualización de los Tiulpán en una planta militar de la región de los Urales data de 2017, cuando estas armas de 240 mm de calibre recibieron nuevos sistemas de comunicación, puntería y navegación, aunque se desconocen los detalles del programa porque se trata de materia clasificada.
Estos morteros se fabricaron en serie entre 1972 y 1988 y se destinaron a la reserva del mando militar supremo del Ejército soviético, ya que fueron diseñados para destruir instalaciones invulnerables para calibres menores.
Su gama incorporaba proyectiles explosivos de 134 kilogramos que tenían un alcance de ocho kilómetros, antiblindaje, de racimo, incendiarios, propulsados a chorro con 230 kg que recorrían hasta 19 km, guiados por láser y una gama de municiones nucleares tácticas con cinco kilotones de potencia.
Pion y Malka
Por su parte, los obuses autopropulsadas de 203 mm 2S7 Pion y su versión más moderna, los 2S7М Malka, se fabricaron entre 1975 y 1990. Fueron concebidos para destruir objetivos clave en la profundidad de la defensa del enemigo —su alcance es de 37 y 47 kilómetros con proyectiles convencionales y propulsados a chorro, respectivamente— y pueden disparar municiones nucleares.
La masa del proyectil de alto explosivo (3VOF34, 3VOF42) es de 110 kilogramos, incluidos 17,8 kilogramos de explosivo. Diversas estimaciones indican que el actual parque de artillería del Ejército ruso posee alrededor de 300 2S7 y 2S7M, la mayoría almacenados.
Un elemento clave de la actualización de estos cañones autopropulsados será la incorporación de un avanzado sistema de control de fuego. En el futuro, los grupos de artillería que los operan incorporarán vehículos de reconocimiento no tripulados, cuya misión sería localizar los objetivos y corregir los objetivos.
El Ministerio de Defensa de Rusia no descarta desarrollar a largo plazo nuevas municiones de alta precisión para los Pion y Malka que podrían hasta duplicar el alcance de esos cañones autopropulsados.