La vida de Diego Maradona contada por su colección de autos
La procesión de Diego Armando Maradona desde Fiorito a Dubái está retratada por un sinfín de clubes, camisetas, apodos, compañías, peinados, apariencias, objetos, actividades. La vida de una persona que supo hacer lo que hacía mejor que nadie le mereció una trascendencia que no deseó ni le enseñaron a procesarla. Su endiosamiento voraz también contribuyó a su horda de hostigadores. Ambiguo, contradictorio y humano, Maradona fue siempre Maradona, según su época.
Lo fue cuando se compró su primer 0km, lo fue cuando entendió que el Scania iba a evadir a la prensa, lo fue cuando invirtió sus petrodólares en un BMW i8 híbrido. La historia del astro del fútbol se puede construir -también- mediante su prontuario automotriz. Su cronología de eventos acepta el tamiz de su trayectoria deportiva, de la transformación de sus rulos, de la metamorfosis de su físico; y tolera el curso de sus vehículos. La aventura de Maradona por el mundo está descrita, de modo tácito y solapado, en su colección de automóviles.
El mejor futbolista de todos los tiempos padece de “fiebre de tuerca”, retazo de una idiosincrasia nacionalista, porción de una “argentinidad” innegable, más allá de las discusiones urbanas que dividen la aceptación cultural de Diego. Su extensa flota de vehículos evidencia un deseo cumplido: comprarse y cambiar de autos. Su hija Dalma contó una anécdota que pinta la devoción del diez: “Me acuerdo que una vez íbamos caminando, vi un auto que me gustó y dije ‘qué lindo auto’, como podría haber dicho ‘qué lindo árbol’. Yo tenía 12 años, y al día siguiente me encuentro con un auto igual estacionado en la puerta, con un moño gigante y un fotógrafo que mi papá había contratado para retratar el momento. Me acuerdo que dije que no, que no quería un auto, y mi mamá me dijo que estaba bien, que se lo devolviera. Pero él no podía entender que yo no quisiera su regalo. Entonces le dije que tenía 12 años, que no podía manejar. ‘Bueno, que lo manejen tus amigos’, me respondió. Le tuve que explicar que mis amigos también tenían 12 y tampoco podían manejar. Al final lo aceptó de vuelta, no sé qué habrá hecho con el auto. Con el tiempo entendió lo que le estaba diciendo”.
Su primer 0km fue un regalo de navidad: lo compró en 1982, el 24 de diciembre. Era un Fiat Europa 128 CLS color crema, patente C-1129605, que adquirió antes de irse de Boca al Barcelona en su primera excursión europea. Maradona se desprendió del mítico utilitario italiano en 1984. En 2009 fue hallado en Salto, provincia de Buenos Aires, en un estado de conservación impecable, lo que sedujo a fanáticos napolitanos y museos dedicados a su eminencia, sin resultado satisfactorio.
Pero no fue su primer vehículo. Antes, a los 19 años en 1980, cuando la promesa de los Cebollitas ya había ganado el Mundial Sub 20 en Japón y enamoraba a los entusiastas hinchas de Argentinos Juniors, viajaba a bordo de un Porsche 924 negro -motor cuatro cilindros de dos litros y modestos 125 caballos de potencia- que vendió en 1982. El modelo atravesó después un raid de coleccionistas y oportunistas. En 2009 fue publicado a 14.600 dólares, con un anuncio que acusaba 50 mil kilómetros recorridos. En 2010, con Maradona como técnico de la selección argentina en el Mundial de Sudáfrica, el portal JamesList, una casa sueca de subastas de artículos de lujo, ofrecía el deportivo alemán a medio millón de dólares. Dos años después, su valor se había devaluado de forma dramática, tal vez en sintonía con la carrera como técnico de su ex propietario. De los 500 mil dólares, el precio se redujo a 77.500 dólares según la publicación del sitio de autos clásicos Arcar.
De sus orígenes profesionales, La Paternal conserva preciados tesoros de su meteórica evolución. En Lascano 2257, en la casa que le regalaron los directivos del club dos años después de su debut en 1978 permanece el espíritu vintage del primer Maradona, recordado en forma de museo y nostalgia futbolera. Alberto Pérez, ex directivo del Bicho y dueño de la propiedad, reveló que allí, donde una atmósfera ochentosa detiene los años felices del diez, viven sus viejos instrumentos de movilidad: “La cocina mantiene la mesa original, tenemos la camiseta con la que dio la vuelta olímpica con Napoli, una réplica de la moto -Zanella modelo 79- y su bicicleta“.
La comisión directiva de Argentinos Juniors le obsequió una casa; la hinchada, un auto. No cualquier auto: el 19 de diciembre de 1980 un conjunto de hinchas compraron en la concesionaria de Juan Manuel Fangio un Mercedes-Benz 500 SLC que recibió Maradona en honor a la gloria conseguida y en homenaje a su talento. Era una berlina de aprobada calidad alemana con motor V8 cinco litros capaz de erogar 237 caballos de potencia de la que sólo se fabricaron 1.133 unidades. El ejemplar, como cada privilegiado embrague acariciado por el mejor pie zurdo de la historia del fútbol, se transformó en una valiosa pieza de colección.
Elevado a rango de Dios en Argentina tras haberse consagrado campeón del mundo en 1986 y de prócer en Napoli mientras gestaba su coronación en la élite del fútbol con la obtención del Scudetto y la Copa Italia de 1987, Maradona exigió a Ferrari traicionar su historia: prefería que su Testarossa vistiera de negro, en vez del célebre “Rosso Corsa” -rojo competición-. La escudería italiana aceptó, tal vez embelesada por la figura hipnótica del futbolista argentino, una gloria viviente para la época, o -como sugieren teorías oscuras- amenazada por la camorra napolitana. Desde Maranello salió, entonces en 1987, el segundo modelo negro de su historia, que según indicación de fábrica su tonalidad se denominó “Glasurit Nero Met 901/C”. Antes, el pionero homenajeado había sido Sylvester Stallone; después la tendencia la continuó Michael Jackson.
Pero Guillermo Cóppola, otrora manager del futbolista y encargado de la operación del Ferrari negro, reconoció que la primera reacción de Maradona fue inesperada: “Cuando se la trajeron Diego empezó a mirar para todos lados buscando el estéreo. Yo le expliqué que era un auto de carrera y por eso no tenía estéreo, aire acondicionado, ni nada. Diego me respondió: ‘Entonces que se la metan en el culo'”. No fue así. Maradona usó el Ferrari modificado aunque sólo 20.200 kilómetros, según precisó Autoblog. El devenir de la unidad tenía destino de auto de colección. En 2014, su segundo propietario, un español oculto bajo las siglas M.M., aprovechó el Mundial de Brasil para estimular el precio del Ferrari Testarossa negro. “El auto se cuidó con mucho cariño y se conservó intacto tal y como lo dejó él. El vehículo tiene un valor añadido muy importante ya que perteneció a Diego Maradona y sabemos que más adelante su precio se triplicará, ya que es un clásico y con una gran historia. Porque Maradona siempre será Maradona, una persona que hizo historia en la Argentina”, describió el anónimo vendedor para justificar los 250 mil euros que reclamó por el deportivo italiano.
Maradona se volvió devoto de Ferrari. En su regreso a Boca en 1995, adquirió dos F355 Spider, una con la AXX 608, otra con la matrícula BWY 893, ambos -esta vez sí- en color rojo y producto de subastas años después. Para esa época, el futbolista -ya en la curva descendente de su carrera- expuso su perfil más extrovertido y bizarro. Tras cumplir su sanción por doping, en un entrenamiento en el predio de Ezeiza, apareció conduciendo un Scania 360 azul, modelo 113H, matrícula AZM 765. “Vieron que linda maquinita. Ahora va a ser difícil hacerme notas, ningún periodista se va a poder colgar”, disparó. Era miércoles en octubre de 1997. El lunes había llegado en un deportivo Porsche, el martes en una camioneta importada Mitsubishi. El camión Scania desentonó varios años en la distinguida calle Mariscal Ramón Castilla, del elegante Barrio Norte, donde vivía el diez. Era un presente de la compañía Lo-Jack a modo de sponsoreo; él se había comprado uno similar de color negro.
Un Ford Taunus GT, un BMW 850i Coupé, un Honda CR-V, un Mini Cooper S Hot Pepper de 2005, otro Mini Cooper S de 2009 con el que se dejaba ver en sus años como entrenador de la Selección, su flota es variopinta. La completan un BMW i8 híbrido y un portentoso Rolls-Royce que adoptó en Dubái, ya abstraído por las delicias de Medio Oriente. Maradona cambió de modelo al compás de la industria. Obediente a su fanatismo por los autos y a su propia ideología, la de ser alguien que supo hacer lo que hacía mejor que nadie.