Sin afán de generar polémica voy a compartir algunas reflexiones acerca de quien para un servidor es el mejor jugador de la historia, aclarando que siempre me han parecido odiosas las comparaciones. Se trata de Diego Armando Maradona. Hay que también poner en la mesa al otro gran icono del fútbol mundial, Pelé. Podría describirse como alguien que desde varios puntos de vista es opuesto a éste, pues se trata de un dotado con un óptimo físico; velocidad, mucha fuerza y un repertorio técnico completo, Pelé ha sido un campeón apolíneo, de los que sobresalen, siguiendo la descripción de Yuri M. Lotman (2013), en el sentido de tener cualidades comunes, pero en forma cuantitativamente hipertrófica.
Pertenece por tanto a la tradición de los Aquiles, el que sigue las reglas y sobresale operando dentro de los límites definidos por ellas. Tan hábil y fuerte hasta el punto de resultar, sin embargo, casi previsible y marcar su milésimo gol de penalti. Por otra parte, Maradona representa, todo un modelo dionisíaco y, como Dionisos, de alguna forma era cojo, así es que solo usaba el pie izquierdo, dotado por otra parte de una movilidad reducida por culpa de una grave lesión en el tobillo, y lo hacía de zurda, con esa inteligencia a la que Vernant aludía como una astucia que permitía atrapar al kairós.
Hay que decirlo también que Pelé tiene el récord de campeonatos mundiales ganados –tres– y de goles marcados durante una carrera –1281–, contando también los partidos no oficiales. Maradona no posee ninguno. Y sin embargo, como afirma Hans Gumbrecht en un Elogio de la belleza atlética: los récords, por definición, pertenecen a aquello que es comparativamente grande y, por lo tanto, no absolutamente grande. En otro terreno, nos comenta que todos los fanáticos del deporte tienen recuerdos de hazañas y eventos que, según lo que piensan, nunca se podrán igualar. Cabe también hacer una apología sustentada en lo dicho por el periodista Michel Farber a manera de celebración respecto a otro monstruo del fútbol, Roberto Baggio: su leyenda no se ha construido sobre títulos, sino sobre momentos, no sobre la continuidad del récord, sino sobre la discontinuidad de lo memorable. De esta manera valdría hablar respecto a la grandeza de Maradona que se sustenta también en gestos incomparablemente grandes, hazañas que, en algunos casos, han roto las barreras de la dimensión deportiva y devienen fuertemente simbólicas.
Diego Armando Maradona. El cine le ha dedicado películas y documentales. La música popular le ha cantado himnos en los géneros más diversos. Me basta con mencionar la canción que popularizó el gran cantante de Rock argentino Andrés Calamaro: Maradona no es una persona cualquiera / Es un hombre pegado a una pelota de cuero / Tiene el don celestial de tratar muy bien al balón / Es un guerrero / Es un ángel y se le ven las alas heridas / Es la Biblia junto al calefón / Tiene un guante blanco calzado en el pie / Del lado del corazón / No me importa en qué lío se meta / Maradona es mi amigo / Y es una gran persona en el diez / En el alma guardó la camiseta de Boca / Que me regaló alguna vez. Tatuada en la piel de miles de aficionados aparece la reproducción de su cara, de una jugada suya, de un autógrafo o del número que desde siempre lo ha distinguido, el diez, y que aparece también en el centro del lema con el que lo designan muchos de sus aficionados: D10S. Porque lo de Maradona es un verdadero culto.
Ahora una pequeña vista a su historia en el futbol, un poco más allá de sus orígenes. En 1981 es transferido a Boca Jrs, considerando que a River Plate, el clásico rival de Boca, ofrecía una suma de dinero mucho mayor. Cuentan que la verdadera razón era su deseo de cumplir el sueño de su padre quien quería verlo jugar en el equipo del que era hincha. Se consagra campeón con Boca en la temporada 1981-82, y disputa el mundial de 1982, para después ser vendido al Barcelona de España. En aquellos años, y como si hubiera estado escrito, sufre contagio de hepatitis B, y una quebradura en la pierna, lo que convierte a ese periodo en años casi perdidos.
Él mismo lo cuenta en Yo soy el Diego: Vivíamos en una casa hermosa, sí, pero eso era sólo para las fotos: nosotros nos pasábamos todo el día laburando. Y en eso apareció Bilardo, que ya era el nuevo técnico del Seleccionado argentino, en el lugar del Flaco Menotti. Venía caminando junto con Cyterszpiller, desde la casa y hacia la playa… Hacia nosotros. Yo me estaba preparando para salir a correr y el Narigón me saludó, me dio un beso, y me preguntó: —¿Tenés un buzo para mí? Le di uno y me dijo:—¿Puedo salir a correr con vos? Lo primero que pensé fue exactamente lo mismo que después sentí muchas veces, a lo largo de tantos años de relación: ‘Este tipo está loco, este tipo está mal de la cabeza…’. La cosa fue que corrimos un rato y, cuando volvimos, me preguntó: —Quiero saber cómo estás y también comentarte mis planes para el Seleccionado, por si te interesa participar…
En 1984 es transferido al Napoli, donde dejaría una marca imborrable en el club, jugando hasta 1992. El Napoli, equipo del sur de Italia, a pesar de su numerosa hinchada, se veía rezagada por el poder económico y político de los clubes del norte. En la temporada que precede a su llegada al equipo había evitado el descenso a segunda división por un punto, lo que marca claramente su situación. En 1986 se marca tal vez el hito más grande de su carrera deportiva, al ganar la copa del mundo con su selección, siendo la gran figura del equipo. En ese mundial, sin dudas el partido contra Inglaterra en cuartos de final marcaria su carrera y su vida. Es vital señalar la fuerza simbólica de este partido para la nación Argentina. En 1982, argentinos e ingleses se enfrentan militarmente en la guerra de las Malvinas, que apenas en dos meses redundaría en la derrota estrepitosa de Argentina ante el poderoso ejército inglés. El partido del mundial aparecía así como una revancha simbólica ante aquella derrota. El partido terminó 2 a 1, con dos goles de Maradona: el primero con la mano, lo que el mismo catalogaría como la mano de Dios, y el segundo, considerado como el mejor gol de la historia, denominado como el gol del siglo. En Yo Soy el Diego nos cuenta: Para mí, el Mundial de México ’86, la más grande alegría deportiva de toda mi carrera, había empezado, en realidad, tres años antes. Bah, también podría decir que comenzó en el mismo momento en que terminó el Mundial de España, porque la revancha me daba vueltas por la cabeza desde aquellos terribles días.
Ahora bien, Maradona es producto de su posición social, dada por su origen y el rol de líder que eligió asumir a través del juego más popular del país, el fútbol, y de la construcción que se realiza a partir de ella desde la otredad. Se configura así la forma-sujeto Maradona, subjetivizando su posición y a la luz de sus acciones irrepetibles. Entonces la acción es enmarcada en una persona que a su vez intenta todo el tiempo construirse como un Yo, como un autor libre de su propia vida, a la vez que es asujetado por su posición social y la formación discursiva que la enmarcan. Esto es lo que significa y hace en Yo Soy el Diego, y con mayor fuerza aun al ser narrado en primera persona en tanto un lenguaje oral, esto me parece que es un reflejo de lo que es la vida entera y la grandeza de Diego Armando Maradona. Para vislumbrar lo grande de esto se hace necesario pensar en el origen social de Maradona, y su inscripción en lo popular, como parte de un colectivo nacional, pero diferente de este. Es decir, Maradona es parte de Argentina, pero además es parte de un sector específico. Para cerrar esta parte, nos comparte Yo Soy el Diego: Siempre, siempre, mi mayor orgullo fue jugar en el Seleccionado. Siempre, por más millones de dólares que me pagaran en el club que estuviera. Nada de nada era comparable, nada. Porque el valor del Seleccionado no se compara con la plata, se compara con la gloria. Y esto me encantaría que se lo metieran en la cabeza los chicos de hoy y los chicos de mañana: no podemos regalar la mística del futbolista argentino y la camiseta celeste y blanca.