“La violencia no solo se refleja con un golpe, también con una palabra”
El 25 de noviembre se conmemora un día más de lucha, una lucha permanente por hacer escuchar la voz de la mujer, por replantearnos la mirada de inclusión; el 25 de noviembre es en el calendario, el día de la lucha encarnecida contra la ignominia, es el “Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer”, mismo que reviste de naranja la franja de la humanidad que pide voltear la mirada hacia la mujer, y alzar las alas como las mariposas para recordar que es a través de la voz que el ser humano es escuchado, pero que en el caso de la mujer su voz a pretendido ser silenciada.
Las luces del escenario internacional han cambiado de tenues a fulgurantes, el naranja es sinónimo de prevención cercano del peligro pues así se ha visibilizado un dolor que aqueja a la sociedad, un problema que ha lastimado por décadas a la humanidad; nos referimos claro está, a la violencia ejercida en contra de la mujer, hoy desde el pináculo de las ideas nos manifestamos en contra de la violencia en todas sus formas; pues esta no revierte la sintomatología de un problema con visos de desigualdad, pues particularmente, la violencia contra la mujer se ha callado, se ha normalizado y en ciertos casos se ha reflejado como un tema de morbo más que de alarma.
Es en la mujer donde ponemos nuestras causas, su voz lastimada y un tanto apagada debe empoderarse, debe tatuarse sonora en la conciencia colectiva; al margen de movimientos sociales desdibujados de las necesidades de la mujer, de políticas orquestadas para visibilizar y al mismo tiempo denostar, nuestra responsabilidad es y será generar espacios más armónicos para la convivencia social, libres de estereotipos, donde se propicie la igualdad, donde mujeres y hombres sean corresponsables de su entorno, en donde los niños puedan recrearse sin temor al que sucederá, donde el toque de queda sea un motivo más para convivir antes que un motivo para alarmarse por con quien convivimos y como nos salvamos de las agresiones.
Sin duda, tenemos una deuda histórica con la mujer, no solamente del hombre contra la mujer, en muchas ocasiones se debe apuntar el dedo hacia la rispidez que existe entre las propias mujeres; esto no nubla nuestro pensamiento a lo realmente efectivo y cierto, la mujer ha sido invisibilizada en algunas culturas, el lenguaje oral ha lastimado y/o sobajado su destino, los usos y costumbres la han puesto en una misión de acuartelamiento, se le restaron derechos que aunque hoy, jurídicamente le son reconocidos; no le son respetados o no van en la dirección de una sociedad igualitaria y preventiva.
Los rasgos culturales de cada época y región han hecho estragos en la valía de la mujer para la humanidad, cierto; voces hay, protesta se tiene, pero los resultados de estos actos poco se han observado, en una sociedad como la nuestra en donde los roles se han distribuido por tradición, debemos hacer eco y escuchar a las mujeres que viven en comunidades, rodeadas de necesidades, protegidas por el olvido y el abandono, ilusionadas con la esperanza de un cambio y alentadas por el famoso: “así nos tocó vivir”.
25 de noviembre es el recuerdo permanente de que no se debe ejercer violencia contra el ser humano, que debemos aspirar a la armonía, que la mujer debe recibir un trato diferenciado a razón de su vulnerabilidad pero ese trato debe motivar su protección y no su deterioro, se debe encausar la lucha para resignificar a la mujer en todos sus contextos, principalmente aquel que la mujer le debe otorgar a la propia mujer; que se debe anhelar por un verdadero cambio social en donde más allá de las palabras, los hechos respalden el compromiso por acompañar a la mujer en el proceso de encumbrarse hacia la visibilidad.
Una vez visibilizada su persona y sus cualidades como ser humano, debemos trabajar en hacer énfasis en las desventajas que a razón de su género están padeciendo injustamente, procurando ambientes armónicos, una cultura enfocada en “nuevas masculinidades” donde se asuman retos que implícitamente nos lleven a un cambio de paradigmas, ver un mundo diferente donde se rompan costumbres anquilosadas en donde mujer u hombre valen más o menos, se depure el lenguaje sarcástico y lastimoso con que en ocasiones se referencia a la mujer y se deje de sexualizar su existencia.
25 de noviembre es el repique de campanas para invitar a la sociedad a valorar, respetar y encumbrar a la mujer, erradicando las diversas losas que sobre su espalda y a manera de violencia se ha adherido a ellas; es el día donde colectivos deciden protestar, los gobiernos deciden conmemorar, la sociedad dialogar, los académicos resumir los resultados de investigación, las mujeres unificarse bajo el velo naranja y que el moño penda de su ropa para anunciar que no están solas; que ni una menos van tolerar, que todas son una y una son todas, es el día en que periodistas y medios de comunicación emiten comunicados, reportajes y traslapan la palabra para anunciar el cese de la violencia de género, es el momento crucial para anunciar: ¡Ni una mujer más!
Sin embargo, la carga de la realidad nos hace creer que se necesitan muchos 25 de noviembre para que la modernidad justiprecie la realidad, niñas, adolescentes y mujeres sufren el ostracismo de opinión, la violencia que cercena su estabilidad, la inseguridad de andar por la calle, el silenciamiento de su voz, el doble discurso de apoyo y acompañamiento, y de abandono y rechazo de unos cuantos. Es necesario pasar del discurso al campo de la acción, del ideal a la realidad.
Pequeñas acciones pueden sumar a grandes cambios, entendiendo que no es una competencia de géneros sino una amalgama dentro de la sociedad, haciendo participes nuestras potencias como humanidad para unificar realidades, luchar por el engrandecimiento del ser humano, dignificar la voz de la mujer, reconocer su aporte individual y grupal al avance de la sociedad, liberarnos de prejuicios y ponderar una sana convivencia.
El 25 de noviembre se lucha todos los días del año, los derechos deben ser conocidos, pero también ejercidos y respetados; la violencia no es el camino, el sometimiento tampoco, el apoyo, la igualdad y dignificación sí. Que nuestros pensamientos sirvan de eco para exigir el cese de la violencia en todas sus formas, máxime en contra de la mujer, pues por sentido universal se revisten con su propia humanidad.