La ciencia ha rechazado que se usen células de fetos abortados para desarrollar vacunas. A pesar de ello, ayer el Vaticano dice que es “aceptable” su uso para desarrollar vacunas.
La ciencia ha rechazado que se usen células de fetos abortados para desarrollar vacunas. A pesar de ello, ayer el Vaticano calificó como “moralmente aceptable” su uso para desarrollar la vacuna del COVID-19. Esto se hizo a través de una nota que emitió la Congregación para la Doctrina de la Fe; en el texto, aprobado por el papa Francisco, abalaban las vacunas contra el coronavirus, pese a que se hayan “utilizado líneas celulares de fetos abortados”. Sobra insistir: esto refleja una profunda desinformación enraizada en las altas instancias del clero católico.
Este tipo de argumentos no es nuevo, y de hecho es muy utilizado por los grupos antivacunas y antiaborto. Además, como ocurre con muchas leyendas urbanas, hay algo de verdad y mucho de mentira. Es verdad que muchas investigaciones biomédicas emplean líneas celulares embrionarias, pero estas no salen de fetos abortados. Como explicó Mauricio Rodriguez Alvarez, académico de la Facultad de Medicina, para Animal Político: para hacer una vacuna se necesita tener una plataforma biotecnológica que pueda producir de forma controlada muchas dosis de vacuna al mismo tiempo. Por ello, “desde hace muchos años se ha estado buscando tener líneas celulares, o sea unas células que se puedan conservar en un laboratorio de forma controlada y que se puedan usar en plataformas biotecnológicas de gran escala”.
¿De dónde proviene la leyenda urbana?
Aquí entran en escena las células embrionarias. Se trata de un cultivo conocido como células HEK, que en algún momento se derivaron de cultivos embrionarios de riñón. Existen líneas celulares que se han obtenido de animales o de tumores. Para probar la eficiencia de las vacunas se necesitan células similares entre sí, de preferencia que provengan de un lugar común: “eso permite tener un cultivo controlado para poder reproducir los resultados”. La línea celular HEK293, se generó a partir de la la transformación de células de riñón embrionario humano, después exponerlos a fragmentos de ADN de adenovirus humano.
Información: Forbes y Animal Político
QS E
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