Es el enigma científico más urgente del mundo, pero los expertos advierten que quizá nunca se encuentre una respuesta plausible sobre el origen del coronavirus, tras meses de investigación marcados por la desorganización, el secretismo de China y los rencores.
El sábado se cumplió un año desde la primera muerte de coronavirus confirmada en China, la de un hombre de 61 años que solía acudir al ahora tristemente famoso mercado de pescado de Wuhan.
Casi dos millones de muertes después, la pandemia está fuera de control en todo el mundo y ha causado decenas de millones de enfermos, el descalabro de la economía mundial y dado lugar a multitud de disputas y reproches entre países.
China, que ha controlado en gran medida la pandemia en su territorio, sigue poniendo trabas a los intentos independientes de averiguar los orígenes del virus y de dar respuesta a la cuestión central de cómo se transmitió de los animales a los humanos.
Quedan pocas dudas de que el virus que puso al mundo de rodillas por la pandemia que provocó, surgió en diciembre de 2019 en un mercado de pescado de la ciudad de Wuhan, en el centro de China, donde se vendían animales salvajes para su consumo, y se cree que el patógeno apareció en una especie de murciélago no identificada.
Pero las pesquisas terminan ahí, pues tropiezan una y otra vez en un batiburrillo de pistas que sugieren que el virus podría haberse originado previamente, fuera de Wuhan, o de teorías de la conspiración –alentadas por el presidente estadounidense, Donald Trump– que apuntan que el coronavirus habría sido creado en un laboratorio de Wuhan.
Establecer el origen es vital para poder atajar futuros brotes rápidamente, indican los virólogos. Esa pista podría marcar la pauta a la hora de tomar decisiones políticas sobre si hay que sacrificar poblaciones de animales, poner en cuarentena a las personas afectadas o limitar la caza de animales salvajes o los contactos entre humanos y animales.
“Si podemos identificar porqué [los virus] siguen emergiendo, podremos reducir las causas subyacentes” que los provocan, afirmó Peter Daszak, presidente de EcoHealth Alliance, una oenegé centrada en la prevención de enfermedades infecciosas.
Dudas sobre el mercado
China fue elogiada por haber informado con prontitud sobre el virus y por divulgar su secuencia genética, en comparación con su comportamiento durante el brote de SARS de 2002-2003, que ocultó al principio.
Pero no en todo ha sido tan transparente.
Las autoridades de Wuhan intentaron tapar el brote en un primer momento y después malgastó unas semanas preciosas negando la transmisión entre humanos.
Desde el principio, las autoridades chinas declararon de forma tajante que el brote empezó en el mercado mayorista de mariscos Huanan de Wuhan.
Pero los datos de China de enero de 2020 muestran que varios de los primeros casos no guardaban relación con el mercado, lo que sugeriría que el origen del virus podría estar en otro lado.
La versión de China dio un giro en marzo, cuando un responsable para el control de enfermedades de ese país, Gao Fu, dijo que el mercado no era la fuente, sino una “víctima”, un lugar en el que el patógeno simplemente se había amplificado.
Desde entonces, China no ha conseguido atar ningún cabo suelto, facilitando con cuentagotas la información sobre las muestras animales o ambientales recabadas en el mercado, que podrían ser de gran ayuda para los investigadores, según los expertos.
Además, ha mantenido alejados a los especialistas extranjeros durante mucho tiempo. Ahora, una misión de la Organización Mundial de la Salud (OMS) está en el limbo, después de que China les negara la entrada.
El sábado, un responsable de Salud de China afirmó que el país estaba “preparado” para que el equipo de la OMS, formado por diez expertos, visitara Wuhan.
Ni rastro
Qué se les permitirá ver a los científicos una vez allí o qué esperan encontrar un año después también es una incógnita. Los expertos afirman que las autoridades podrían haber destruido o limpiado pruebas cruciales, en una respuesta inicial movida por el pánico.
“Cada brote sigue un camino. Es algo caótico y disfuncional”, dijo Daszak.
“No hicieron un gran trabajo en la investigación animal al principio”, añadió.
“En algunas cosas eran bastante abiertos, pero en otras eran bastante menos abiertos”, señaló.
Las razones que llevaron a China a actuar con tal secretismo no están claras, pero el Partido Comunista –en el poder– tiene un largo historial de eliminar información que pueda ser políticamente dañina.
Denunciantes y periodistas ciudadanos que compartieron detalles por internet de lo que sucedió en las terroríficas primeras semanas del virus han sido amordazados o encarcelados.
Puede que Pekín quiera esconder olvidos o fallos en la regulación o la investigación para evitar bochornos a nivel interno o que salgan a la luz “retrasos” globales, apuntó Daniel Lucey, epidemiólogo de la Universidad de Georgetown.
Quizá el mercado de Wuhan no sea el punto de salida, agregó Lucey.
Según él, el virus ya se había propagado rápidamente por Wuhan en diciembre de 2019, lo que indicaría que habría estado circulando desde mucho antes.
Eso es así porque a un virus puede llevarle meses o incluso años desarrollar las mutaciones necesarias para convertirse en altamente contagioso entre humanos.
La teoría de que se originó en el mercado “no es simplemente plausible, en absoluto”, insistió Lucey.
“Ocurrió de forma natural y fue muchos meses antes, quizás un año, quizás más de un año”, agregó.
Y por si las dudas no fueran suficientes, en diciembre China dijo que en Wuhan, al principio de la epidemia, podrían haberse dado hasta 10 veces más casos de covid-19 de los declarados en ese momento.
En cualquier caso, el rastro se ha perdido, y las pistas que han ido apareciendo solo han servido para crear más confusión, como las que apuntan que el virus podría haber existido en Europa y en Brasil antes del brote de Wuhan, que nunca fueron confirmadas pero que China ha aprovechado para desviar la atención y echar balones fuera.
Esperanza
Con todo, Daszak no pierde la esperanza de que pueda encontrarse el origen del virus, especialmente tras la derrota del presidente saliente de Estados Unidos, Donald Trump, en las elecciones de noviembre.
Daszak culpa a Trump de haber torpedeado la cooperación con China politizando el virus, al que llamó “virus chino”, y a su administración de promover la teoría conspiracionista de que China creó el coronavirus en un laboratorio, algo que los científicos han rechazado.
“Tengo confianza en que podremos averiguar de qué especie de murciélago vino y qué camino siguió”, afirmó el presidente de EcoHealth Alliance.
Pero otros no están tan seguros.
Diana Bell, una experta en enfermedades de la fauna salvaje de la Universidad de East Anglia, que ha estudiado el SARS, el ébola y otros patógenos, dice que centrarse en una única especie como posible fuente es equivocado.
Según ella, la principal amenaza ya ha quedado clara: el comercio de animales salvajes, que da lugar a una “combinación de combustibles” de tráfico de especies, algo que, como se sabe, es terreno fértil para los brotes de enfermedades.
“De hecho, [qué especie sea] no importa. No necesitamos conocer la fuente, simplemente necesitamos dejar atrás esa maldita costumbre de mezclar animales en los mercados. Necesitamos detener el comercio de animales salvajes para el consumo humano”, declaró, tajante.
aarl