“Nuestros cuerpos se hacen grandes, pero nuestros corazones se rompen”, Arcade Fire.
Por: La Lazarilla
Aún, a mis casi 32 años de paso por esta vida, sigo preguntándome si la promesa de una libertad absoluta es posible. Desde que nacemos pertenecemos a un sistema que se rige a partir de reglas, leyes y paradigmas, pero ¿es realmente posible alcanzar una libertad absoluta? La verdad es que parece un imposible, puesto que mientras más años acumulamos en esta vida, la promesa de la libertad desfallece con la infancia. Ya lo dijeron los tíos de Arcade Fire: “Nuestros cuerpos se hacen grandes, pero nuestros corazones se rompen”.
Agnes Varda, la directora más honesta que ha existido en la historia de la cinematografía, nos regaló en 1985 la historia de una joven francesa que busca precisamente esto: la libertad. Mona (Sandrine Bonnaire), una joven secretaria, decide un día tomar su casa de campaña, un par de botas y una chamarra de cuero para vivir bajo sus propias reglas en las calles de Francia.
La película comienza con el cuerpo congelado de Mona en medio de un campo de cultivo de rábanos, la intención de la directora es clara: no le interesa revelarnos desde el inicio que la protagonista morirá al final de su trayecto, pues a Varda lo que le interesa es que nos cuestionemos a lo largo de su vagar si es realmente alcanzable la libertad absoluta para un animal cuyo éxito evolutivo recae en el poder de la colectividad.
Varda utiliza la misma técnica que años después utilizaría Gaspara Noé en su película “Irreversible”, la línea del tiempo es hacia atrás, pues vamos siguiendo la investigación de los policías, quienes buscan entender qué fue lo que pasó con esta joven para que terminara con un final tan trágico como el que se presenta.
Los personajes que Agnes desarrolla son deliciosos. Nos muestra una variante de personalidades humanas que van de lo más bajo y abusivo hasta lo humilde, quienes solo están dispuestas a actuar en comunidad; hay de todo, desde personajes que objetivizan a la protagonista hasta mujeres que sienten admiración por sus ganas de libertad; sin embargo, la respuesta de Mona es siempre la misma para todos: un ego absoluto y desinterés por cualquier tipo de apoyo o ayuda que se le brinde. Sin importar el trato, Mona siempre reacciona igual.
Una de las cosas que más disfruto del cine de Varda es que antes de sentarse a escribir ella investigaba. Para esta película no hubo excepción. Agnes pasó meses visitando espacios en los que podía platicar con jóvenes vagabundas. En varias escenas de la película vemos a hombres abusando de Mona por distintas razones, sin embargo, no se le ve a ella preocupada por los abusos. En una entrevista, Varda contaba que las mujeres vagabundas con las que había hablado, le decían que la libertad tenía un precio y ese precio era la violencia sexual, cosa que ellas tenían que aceptar a cambio de su libertad.
Creo que la libertad siempre fue uno de los temas que más fascinación le causaban a Agnes. Lo veo en “Los Espigadores y yo”, en “Cleo de 5 a 7”. Todos sus protagónicos siempre están llenos de una autenticidad casi libertina. ¡Vaya! La misma Agnes, con su pequeño corte de tazón de palomitas, fue siempre una niña. Y es que si algo aprendemos tarde en esta vida es que la única libertad absoluta yace en manos de quienes la ignoran… ¿y quiénes son esos que la ignoran? Pues los niños, ¿quién más podría?
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