El árbol de navidad me mira pícaro en su colorido resplandeciente; su caja lo esperará después del seis de enero. Lo detiene mi zapato ante la llegada de los Reyes Magos: todos los años de mi vida esperándolos en esta fecha.
En el preámbulo del 2020, las horas fueron lentas y con pánico al contagio del Coronavid que ha cambiado la vida de todo el mundo. En un abrir y cerrar de horas se siente una nostálgica espera de regalos.
El 2020 dejó, hasta sus últimos momentos y los primeros de esta nueva cuenta, infinidad de fallecimientos que se siguen registrando. Hacemos el día con temor a contagiarnos unos con otros y con cada objeto que tocamos. Realizamos compras con todas las medidas. La sanitización es la exigencia: el cubrebocas, el gel en las manos, limpiar los pies, tomarnos la temperatura y figurar que estás en la primaria respetando los señalamientos en el piso para guardar el 1.5 metros de la sana distancia.
Recuerdo que al inicio de todo esto, muchos de nosotros no creímos que fuera realidad, no tuvimos idea de la magnitud que cobraría el contagio y la incertidumbre de esta pandemia.
Los deseos de fin de año estuvieron permeados de agradecimiento a la salud, la vida y a los nuestros. Hoy el día de Reyes se viven con ilusión medida. Ojalá los monarcas manden en sus obsequios la sanitización de cada regalo entregado por amor a los niños.
Hacer la carta de adulto-niña, fue un momento de ilusión mesurada; la salud y la vida se convirtieron en prioridad: el regalo número uno de nuestra seguridad y de los nuestros.
Los dones de este 2020 fueron el cambio contundente a las formas de vida y el existir; cada quién sabrá cómo abrir las envolturas de lo más íntimo de sí: millones de seres diminutos en el cosmos con una conciencia diferente.
Los regalos de Navidad y Año Nuevo son una diversidad interior. Aprendimos a hallarnos en la casa personal, en el templo de la subsistencia. Nos enseñamos a amar cada pausa existencial, a no enjuiciar, a apreciar cada instante de salud y de vida como único.
Por eso queridos Reyes Magos; gradezco el don de la salud y la vida en este encierro. Aprendí de la esperanza que la pandemia pasará.
Mágicos Reyes Magos, cuiden cada corazón de niño que los espera, protejan su salud y sus vidas no sólo esta noche sino todos los días hasta que este virus desaparezca. Que los niños vuelvan a correr, jugar, disfrutar su infante vida y el amor prodigado por sus indefensos años.
Queridos Reyes Magos: ¡Que se vaya, que se vaya el Coronavid!