Hablar de la Ascensión de nuestro Señor Jesucristo es hacer una exaltación de la naturaleza humana de Cristo; su regreso al Padre. Tras resucitar, Jesús se aparece durante 40 días, al final de ese periodo deja de manifestarse visiblemente para ser exaltado junto al Padre. “Jesucristo…, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso”. A partir de ese acontecimiento histórico, y a la vez trascendente, la Iglesia espera su retorno glorioso: “Ven, Señor Jesús”.
¿Qué es la Asunción de María?
Por el contrario, se utiliza la palabra “asunción”, del latín assumptio, (acción de tomar), para referirnos al misterio por el cual afirmamos que “la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mancha de pecado original, terminado el curso de su vida en la tierra, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial y enaltecida por Dios como Reina del universo, para ser conformada más plenamente a su Hijo, Señor de los Señores y vencedor del pecado y de la muerte” (Cat.966).
Este privilegio mariano, por lo tanto, afirma que María, siempre Virgen, no sufrió la descomposición del cuerpo. Al contrario, María triunfó sobre la muerte y fue glorificada en cuerpo y alma.
Así como fue especialísimamente preservada del pecado original, también fue glorificada anticipadamente a la resurrección de los muertos que vendrá al final de los tiempos.
El misterio de la Asunción de María no se encuentra explícitamente descrito en la Biblia. Sin embargo, en ella se encuentran muchísimos pasajes en los que implícitamente se descubre esta verdad de fe.
No está de más que recordemos que las fuentes de la divina revelación son dos: las Sagradas Escrituras y la tradición viva de la Iglesia; ambas son las inseparables fuentes de la fe.
Este artículo fue publicado originalmente en Desde la Fe.
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