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miércoles, noviembre 13, 2024

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En defensa de su persona

Carta de la madre Juana Inés de la Cruz escrita al R. P. M. Antonio Núñez de la Compañía de Jesús en el año (se cree) de 1681, expresa las dificultades que vivía la Décima Musa ante los embates que por todos lados le llegaban por parte de quienes le envidiaban. Es un documento elocuente y como señala el padre Aureliano Tapia Méndez, es un documento cuya importancia es señalar cómo desde atrás, el tiempo los rencores en contra de Sor Juana estaban ahí, enquistados esperando dar el golpe final, tal y como sucede en 1690 al hacerse pública la Carta Atenagórica. Las lecciones de tristeza por no serle reconocidos sus estudios, la tristeza de saber que la sola relación en la escuela del nivel que fuera le estaba impedida a la mujer con los hombres. Aunque después la sociedad hipócrita a través del matrimonio permitiera, por fin, el que un hombre y una mujer sí podían estar cerca uno del otro, pero eso sí, en completa intimidad, como si el acto del amor o de la procreación fuera un asunto de pecado o que se debiera esconder. No hace muchos siglos las relaciones de hombres y mujeres demostraban tal atraso que nos debe alegrar el que se haya avanzado, por lo menos en América y Europa en cuanto a este mundo de las relaciones familias, sociales o profesionales entre los hombres y las mujeres de toda raza.

En la Carta citada escribe sobre tales asuntos, dice: Mis estudios no han sido daño ni prejuicio de nadie, mayormente habiendo sido tan sumamente privados, que no me han valido ni aun de la dirección de un maestro, sino que a secas me lo he habido conmigo y mi trabajo, que no ignoro que el cursar públicamente las escuelas no fuese decente a la honestidad de una mujer, por la ocasionada familiaridad con los hombres y que ésta sería la razón de prohibir los estudios públicos; y el no disputarles lugar señalado para ellos, será porque como no las ha menester la República para el gobierno de los Magistrados (de que por la misma razón de honestidad están excluidas) no cuida de lo que no les ha de servir; pero los privados y particulares estudios, ¿quién los ha de prohibir a las mujeres? ¿No tienen alma racional como los hombres? Pues, ¿por qué no gozarán el privilegio de la ilustración de las letras con ellos? ¿No es capaz de tanta gracia y gloria de Dios como la suya? Pues, ¿por qué no será capaz de tantas noticias y ciencias, que es menos? ¿Qué revelación divina, qué determinación de la iglesia, qué dictamen de la razón hizo para nosotras tan severa ley?

Duras palabras de una mente poderosa —que en su existencia—, para entonces de 33 años de edad (para el año de 1681), preguntaba cuál era esa Ley, y de dónde venía tal ofensa para la mujer. ¿Cuál era su pecado se preguntaba en lo interno, y lo hacía con su carta confidencial al confesor; por lo que chismes y oscuros rumores hacían de ella centro de sus ataques? Viniendo del alto clero, pero también de chismosillas que por doquier aparecen en la vida de personajes que se atreven a ser heterodoxos en su existencia; atrayendo con ello la envidia, la antipatía, el rencor y muchas veces, el propio odio de quien envidia las cualidades o fortalezas del otro en la cotidiana vida.

La experiencia le enseñó a defenderse citando acciones de los otros. No a presumir de su sabiduría, sino a poner los hechos de la historia, el ejemplo de hombres y mujeres, sin distinción, pues la rebeldía de Juana Inés para ofenderse por el hecho de no tener iguales oportunidades a las del hombre, le llevan a estudiar con cuidadosa seriedad lo que los Santos de la Iglesia hicieron de sus vidas. Lo que mujeres incorruptibles y sabias habían dejado de herencia no a los hombres en particular, sino a la mujer, para que supiera defender sus derechos. Sor Juana, de ellas aprendió y las cita con una letalidad que apabulla a sus demandantes o envidiosos personajes que odian su sabiduría, su capacidad de creación, su mente que indaga no sólo en las letras, sino en las ciencias naturales, pues de ella aprende el comportamiento de los animales y las plantas. Y sabe que son enseñanza para mejor entender al hombre y la mujer en este mundo.

Por eso dice: ¿Las letras estorban, sino que antes ayudan a la salvación? ¿No se salvó San Agustín y todos los demás Santos Doctores? Y Vuestra Reverencia, cargado de tantas letras, ¿no piensa salvarse? Y si me responde que en los hombres milita otra razón, digo: ¿No estudió Santa Catarina, Santa Gertrudis, mi Madre Santa Paula, sin estorbarle a su alta contemplación, ni a la fatiga de sus fundaciones, el saber hasta griego? ¿El aprender hebrero? ¿Enseñada de mi Padre San Jerónimo, el resolver y el entender las Santas Escrituras, como el mismo Santo lo dice? ¿Ponderando también en una epístola suya, en todo género de estudios doctísima a Blesila hija de la misma Santa, y en tan tiernos años que murió de veinte?, pensar que hace más de 350 años vivía este portento de sabiduría, de inteligencia y de sentido común, que no es tan fácil encontrar. Porque se puede tener gran inteligencia, pero deficiente inteligencia emocional, por lo que personajes importantes, como el admirado Beatle (creador de ese grupo de rock) el cantante y compositor John Lennon es recordado con recelo, pues se decía que era iracundo y no aplicaba sus dichos —mismos que aparecen en sus cantos y música inolvidable—, después al revisar su biografía se encontraban momentos críticos de violencia social. E igual sucede con el actor James Dean, los dos, con problemas de familia disfuncional, que les hizo ser de temperamentos difíciles por decir lo menos.

Sor Juana Inés por lo que sabemos tiene una vida difícil y quizá de cierta infelicidad permanente; para nada le aceptan en los medios donde se convivió —sea la Corte o los monasterios, el Carmelita, mucho menos, que el Santo Domingo—, siempre le fue difícil ya que aquél que se aparta de la manada: como se dice en psicología social, recibe el castigo de la mayoría por su aislamiento. Para el comportamiento que todos deben seguir, muchas veces si recapacitar si es bueno o malo sólo porque hace cosas que la mayoría no hace. Esta injusticia corresponde al mundo de los científicos, intelectuales y artistas, a los que no se les respeta en sus horarios de creación, y se piensa que deben estar disponibles a todas horas en los cuales la manada desea divertirse, o sólo desea convivir, en particular con genios de extensa cultura como Sor Juana Inés, José Emilio Pacheco, Alí Chumacero, Guillermo Fernández García y músicos, pienso en Ludwig van Beethoven, Mozart o genios de la tecnología actual Steve Jobs, Bill Gates, o Mark Sukerberger. Todos ellos los tiempos no son los de la gente común, los que en manada acostumbran ir al estadio de futbol o de beisbol, sus tiempos de creación vienen desde atrás del tiempo, y se sabe que es una incógnita irresoluble de cuáles son sus tiempos y lugares.

Cuántas veces fueron a tocar su puerta, una y otra vez, para interrumpir sus estudios; cuando se referían a textos de la Sagrada Escritura o aquellos filosóficos, o de personajes ejemplares, en la historia del pensamiento, lógicamente debía dedicarles tiempo y concentrarse en ellos, para comprender, como lo hizo en textos donde cita con toda precisión y seguridad, de lo que les había aprendido como excelente alumna. Los documentos que interesan en este ensayo son tres: tan claros y sabios, que no se pueden dejar de leer renglón por renglón: Pues, ¿por qué en mí es malo lo que en todas fue bueno? ¿Sólo a mí me estorban los libros para salvarme? Si he leído los poetas y oradores profanos (descuido en que incurrió el mismo Santo) también leo los Doctores Sagrados y Santas Escrituras; demás que a los primeros no puedo negar que les debo innumerables bienes y reglas del bien vivir. No me puedo imaginar el rostro de su confesor sabiendo que quien le ha escrito esta Carta… casi diez años antes que lo haga con la Carta Atenagórica en el aciago año de 1690.

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