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El género humano y la violencia colectiva

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El género humano y la violencia colectiva

Latitud Megalópolis | Jafet Rodrigo Cortés Sosa

Si empezamos a hablar de la humanidad desde sus orígenes, podremos toparnos con la explicación de la realidad trazada a través de mitos, historias que encarnan distintas cuestiones acerca del todo y de las partes.

Composición orgánica que vislumbra al comportamiento individual y colectivo, estructurándolo en cada uno de los personajes; elementos que vuelven tangible la naturaleza del homo sapiens.

Todo esto lleva a pensar en un cuestionamiento claro, que se ha ido diluyendo a través de las explicaciones, a veces obvias, acerca del origen mismo de la vida, ¿Qué surgió primero, el mito o el hombre (como especie)?; siempre queda esa esencia mística que produce la fantasía onírica que a veces nombramos realidad.

La historia de Hermafrodita (o), personaje de la mitología Griega, nos traslada a un relato antiquísimo que se puede dilucidar en la actualidad con un espíritu de vigencia clara, surgiendo de ello la previa al conflicto interpersonal, causado por conceptos sobre el género, y la intolerancia formada de prejuicios y estereotipos, que se transforman directa o indirectamente en violencia y discriminación.

Los estereotipos son imágenes mentales de lo que es establecido como correcto y lo que no; son creados por juicios de valor que encarnan lo que se cree es la realidad. Es por ello que podemos observar en la cotidianidad, estereotipos negativos como positivos, juicios de valor que generalizan situaciones, rasgos, características, actitudes y personalidades de los sujetos prejuzgados.

El mito anteriormente mencionado, fue plasmado  en 2007 por la argentina Lucía Puenzo, quien escribió y dirigió la película “XXY”, que narra la marcada diferencia entre padres y madres de distintas familias, en cuanto a la relación que tienen con sus hijos. El apoyo incondicional de unos y la desaprobación manifiesta de otros respecto al destino de sus hijos y sus decisiones propias.

Es una realidad, el vaciado de expectativas que los padres depositan desde la niñez, y el contraste drástico de la realidad imperfecta, nunca esperada.

El amor y el desprecio; la confianza y la desconfianza; la intolerancia y el respeto a las decisiones sobre sí mismo. Dos realidades polarizadas representadas en dos padres con visiones totalmente distintas, en una sociedad repleta de prejuicios y estereotipos, de lo que a sus ojos es “distinto”, sin poder aceptar ideas contrarias a su cosmovisión. Intolerancia.

Estas visiones se convierten en espejismos, que nos estancan en conceptos ya sobrepasados por los tiempos, las necesidades, por la vida misma, por la gente.

Al final podremos observar que este tipo de representaciones cinematográficas cumplen con su papel, haciéndonos dudar y replantearnos nuestro propio pensamiento, ese es el verdadero origen de la evolución humana, pero la más sublime e imperceptible. La evolución de la conciencia de sí.

Una alerta que destaca en la película, es el tangible riesgo que corren las personas transgéneras (os), hermafroditas (os), con orientación sexual diversa, mismo que se ha invisibilizado y en ocasiones, normalizado.

Constantemente el individuo lucha contra la expectativa social, la sociedad espera que sea “normal” su conducta dentro de ella, y que siga los parámetros ya establecidos, coartando su derecho de decidir por ellos y ellas mismas.

Podría decirse que para ser hombre dentro de la sociedad debes de tener ciertas características, resumidas en estos conceptos: Para ser hombre debes de ser macho (biológicamente), masculino (conductual), heterosexual (orientación sexual); y para ser mujer debes de ser hembra (biológicamente), femenina (conductual), heterosexual (orientación sexual). Cualesquiera de las variantes que se puedan llegar a formar, claramente no son aceptadas por la sociedad en general, por ir en contra de lo establecido, quedando el individuo atado sin poder decidir sobre su persona; gracias a la utilización del sistema sexo-género, lo más importante a considerar es la expectativa social, dejando de lado lo que el individuo quiere ser dentro de su voluntad personal.

Existen y han existido a través del tiempo, acciones que nos deshumanizan y aparecen en distintas eras maquillados de verdad; con otros nombres para la violencia y la discriminación; otros personajes promoviendo movimientos radicales que se convierten en ríos de sangre, situaciones que ponen al límite la intolerancia que se convierte en dolor e impotencia.

La sociedad sigue cargando con una deuda enorme por lo que ha hecho el fanatismo desde los distintos frentes, hoy en día nos queda la tarea de reflexionar si el camino que estamos tomando es el correcto; nos queda la tarea de hablar menos y escuchar más, al final somos sólo un género, el humano, lleno de tonos y diversidad, eso es lo que nos caracteriza como especie.

Seamos protectores y salvaguardemos la integridad de la vida de cada individuo, que deje de importar la diferencia ideológica, de razas, origen étnico, religión, preferencia sexual, edad, sexo, clase social, etc.

Todos y todas tenemos la tarea de construir juntos una sociedad cada día más consciente, cada día más humanizada. Debemos contribuir para deshacernos de estos estigmas que no nos dejan avanzar, que nos llenan de rencor, división y violencia.

Tenemos mucho trabajo como sociedad en contra de la violencia, y la mejor forma de combatirla es empezando ahora, sembrando igualdad, respeto, solidaridad y humanismo; rescatar valores universales que como conjunto hemos ido olvidando.

Creamos en la empatía como medio para salvar al mundo de nosotros mismos.

Tengo el ideal de un futuro donde se hayan superado estos temas; con una sociedad más madura y comprensiva; una sociedad abierta al diálogo y la propuesta. Al momento sólo nos queda seguir promoviendo la igualdad desde un panorama de sustancia.

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