Supimos de su vida lo que quiso decirnos, y fue mucho. Todos vimos sus montes y llanos, el color de su infancia, la fuerza de sus manos, pero sobre todo, y a su manera, su cariño.
¿Era especial o diferente? Tal vez no. Pero para nosotros fue diferente porque supo enfrentarnos a la vida con su sencillez, su casi nula educación formal, su parca manera de hablar frente a los que habitaban su casa.
No fue especial porque en su vida nada especial sobresalió, pero sí fue un ser especial para quienes lo vimos todo el tiempo, saliendo temprano, llegando tarde, acurrucado en el sillón de la sala viendo las noticias, disfrutando de la calma de los años y los nietos.
Todos tuvimos historias que contarle, tardes donde la mirada era un silencio en forma de palabra a medias, o sonrisas escondidas tras los anteojos, o bromas pequeñas que saltaban de improviso en la mesa donde, cada año, nos reuníamos para celebrar su existencia.
Algunos partimos de la casa mucho antes y entonces el silencio de nuestra partida fue sustituido por el ruido de los pequeños que fueron apareciendo en la casa de manera natural.
Y sus tardes fueron tantas que contarlas todas sería un esfuerzo excesivo.
Han pasado ya diez años. Diez. Una vida si se pone uno a contarlos. Cosas van y vienen. Hechos y situaciones que de donde las veas, son diferentes y a veces nada especiales. Aún se siente la necesidad de llegar a casa y sentarse en el sillón frente a ti para contarte las novedades.
O caminar un rato por el pasillo de la casa o subir a la azotea para mirar tus plantas. Han pasado diez años desde aquella vez en que tomaste mi nuca mientras me mirabas en tu pasado sin saber si me reconociste o sólo fue un intento de vivir un poco más. Pero eso ahora ya no importa.
Te recuerdo tal como eras. Una persona muy firme y duro, seco y sencillo, campesino que salió de su tierra con la misión de vernos crecer alguna vez y lo pudiste.
Se te recuerda, día a día, en lo que somos y en lo que nos convertimos. Se te recuerda sentado, soñando la televisión, dispuesto a sonreír porque así eras tú, un ser sonriente a veces, pero sonriente al fin.
Coda:
No es que me haya olvidado, pero John, ya han pasado 40 años y tu música sigue ahí, sonando en todos lados, con la misma fuerza con que la escribiste. ¿Qué mejor manera de recordarte que oyendo aquello que construiste?