De veras no se vale. Ahí es cuando dices ¿Habrá justicia divina? Y todo, chingá por la pobreza, por la necesidad. Si no tienes para comer, ¿cómo diablos va a haber para libros, para la cooperación del 10 de mayo, para el uniforme…? Y aunque era buena cabeza, adiós a la escuela.
La pobreza, que lleva el disfraz de mala suerte, y Dionisio ya no estudio y se dedicó a chambear ¿Y de qué? Lo que salió fue en una vulcanizadora. Bien abusado, luego, luego aprendió el oficio. Desmontaba la llanta, apartaba el rin y ahí va el parche. Y en una de sus salidas y cuando ella salía por el pan, todavía con el negro aceite en las manos (aunque se lavaba bien) se le declaró: ¿Salimos el domingo? Y en seis meses Dionisio ya estaba casado y ella con un mes de embarazo, el de 19 y ella de 17… y a darle más duro con las llantas. Llegó a ser el empleado más eficaz y el más abejo, tanto que cuando Don Lucas, el patrón se iba de briago lo dejaba a cargo.
– Oye Dionisio, ¿Y si chambiamos los viernes y sábados las 24 horas?
– Sería una feriecita más ¿no crees?
– ¡Juega Don Lucas!
Y así cuando nació Dionisio y luego se bautizó, hubo mole y chupe para casi 40 comensales.