La pandemia de la COVID-19 constituye la crisis más reciente que ha enfrentado el mundo, pero no será la última a menos que los humanos moderemos las presiones que ejercemos sobre el planeta. Así lo señala el recién publicado informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) que incluye un nuevo índice experimental sobre progreso humano en el que se integran las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países (una medida de la extracción de materias primas en el mundo para cubrir la demanda nacional).
La crisis es más que clara y es un llamado a los líderes mundiales en una cruda realidad: o toman medidas contundentes para reducir la inmensa presión que estamos ejerciendo sobre el medio ambiente y el mundo natural, o el progreso de la humanidad se detendrá.
El poder que ejercemos los humanos sobre el planeta no tiene precedentes. Frente a la COVID-19, temperaturas que rompen registros históricos, y una desigualdad que se reproduce, ha llegado la hora de utilizar ese poder para redefinir lo que entendemos como progreso, de manera que nuestras huellas de carbono y de consumo dejen de permanecer ocultas.
Tal y como nos lo revela este Informe, ningún país en todo el mundo ha logrado alcanzar un desarrollo humano muy alto sin ejercer una presión desestabilizadora sobre el planeta. Sin embargo, podemos ser la primera generación en corregir el rumbo. Esa es la próxima frontera del desarrollo humano.
Para lograr llegar a un presente un futuro sostenible es necesario tener en consideración que las personas y el planeta estamos entrando en una era geológica completamente nueva, el Antropoceno o era de los seres humanos. En este contexto, se ha llegado la hora de que todos los países, ricos y pobres, rediseñen sus trayectorias de progreso asumiendo de manera plena, el estrés que estamos ejerciendo sobre la Tierra, y desmantelando los enormes desequilibrios de poder y de oportunidades que impiden el cambio.
En el tema del Desarrollo Humano ligado al Medio Ambienta hay que ajustar lo que mide la salud, la educación y el nivel de vida de los países, para incorporar otros dos elementos, como las emisiones de dióxido de carbono y la huella material de los países, este nuevo índice ilustra la transformación que podría darse en el ámbito del desarrollo si tanto el bienestar de las personas como la integridad del planeta fueran considerados de manera conjunta como piedras angulares de la definición de progreso humano.
En este orden de ideas el Índice de Desarrollo Humano ajustado por presiones planetarias saca a la luz un nuevo panorama mundial con una perspectiva menos idílica y más sincera sobre el progreso humano. Por ejemplo, más de 50 países abandonan el grupo de desarrollo humano muy alto, como reflejo de su dependencia de los combustibles fósiles y su huella material.
Así mismo el Desarrollo Humano es un producto importante de las Naciones Unidas y para las agendas de los Estados Nación. En una época en la que es necesario actuar, nuestra generación debe promover el Desarrollo Humano, con especial énfasis en las cuestiones más críticas de nuestra época, como el cambio climático y las desigualdades, nos ayuda a orientar nuestros esfuerzos para avanzar hacia el futuro que deseamos.
Finalmente, la próxima frontera del desarrollo humano exigirá trabajar con y no contra la naturaleza, al mismo tiempo que transformamos las normas sociales, los valores y los incentivos gubernamentales y financieros.