María Elena Maldonado
Ya celebramos la Noche Buena, la Navidad y estamos en esos días intermedios en que hay personas viajando, antes era lo que se usaba, ahora quizá las más estén en casa, resguardadas de los contagios que tristemente son el pan de cada día, uno muy amargo. Los defino como días tranquilos –más ahora- ¿para reflexionar? Hemos tenido casi nueve meses de reflexiones obligadas, hoy podríamos concluir en un resumen lo aprendido.
Eso de maldecir el año 2020 es absurdo, es dejar la responsabilidad de lo sucedido en un abstracto, no tomar la experiencia y no adquirir la responsabilidad de las grandes fallas humanas efectuadas todas ellas culpables en lo sucedido. Es no tomar la lección y después de tanto sufrimiento lo menos que debemos hacer es aquilatar la experiencia para que las pérdidas no hayan sido en vano, para no volver a cometer los mismos errores. La pandemia no va a desaparecer el último segundo del 31 del 2020, ojalá fuera cosa del año pero no, es cosa de hechos y errores de nuestros congéneres.
Si el covid 19 se extendió por gente que se alimentaba con carne de murciélago, o fue un virus creado por los poderosos para diezmar la población y apoderarse de la economía no lo sé, no tengo como descubrir la verdad, cualquiera de las dos sería realizado por el género humano. El otro gravísimo error –si es que no era parte del plan- fue la forma idiota –ya comentada anteriormente- en que le permitieron al virus expandirse: si los mandatarios, la Organización Mundial de la Salud, la Organización de las Naciones Unidas y todos esos que se reúnen en Cumbres y son mentes sobresalientes –comprobado que no lo son- no se requerían muchas neuronas funcionales para idear desde el primer hallazgo del virus, el cierre de las fronteras por un mes y/o poner quince días en resguardo al que quisiera cruzar de país. Los contagios masivos no hubiera sucedido ni el horror que estamos viviendo algunos, otros tienen controlada la pandemia e incluso compartieron la forma en que estaban trabajando, haciendo pruebas, miles de pruebas para detectar a los contagiados antes de que presentaran síntomas, incluidos los peligrosos asintomáticos y enviarlos a confinamiento antes que extendieran la infección.
Algunas naciones ya disfrutan de una normalidad relativa tras aplicar medidas estrictas, mientras que otras repiten confinamientos ante una segunda e incluso tercera ola, como Estados Unidos y México.
Según la empresa de servicios financieros Bloomberg, no hay mejor lugar para pasar la pandemia que Nueva Zelanda y no hay peor que México.
Nueva Zelanda reaccionó rápido ante los primeros casos de coronavirus y cerró sus fronteras para controlar la epidemia y evitar casos importados. Desarrolló un agresivo programa de prueba y rastreo y una estrategia de comunicación clara y efectiva, incluido el uso obligatorio de la mascarilla a diferencia de los López –Obrador y Gatell- populistas necios que hasta la fecha después de 122,000 muertos y sumando, insisten en no dar el ejemplo y no motivar a la población al uso permanente en lugares públicos. Por supuesto está comprobado que una mascarilla de calidad contiene al virus, con mayor razón si todos portan este adminículo, los asintomáticos, los que ya lo adquirieron y aún no lo saben.
Nueva Zelanda ha erradicado prácticamente la enfermedad y la vida ha recuperado una normalidad considerable dentro de sus fronteras.
Por encima de los 80 puntos, tras Nueva Zelanda, siguen Japón, Taiwán, Corea del Sur, Finlandia, Noruega, Australia y China, en este orden.
Los países asiáticos, en general, también reaccionaron rápido, confinaron zonas con mayor incidencia de contagios y desplegaron una poderosa estrategia de rastreo, pruebas masivas y confinamientos. La misma conducta, los mismos logros positivos.
Tantos seres queridos que se han ido, aunque no personalmente, me duele cada uno, entre ellos tanto talento ausente, el personal de salud, científicos, actores, artistas, apenas este 28 de diciembre nuestro Armando Manzanero murió a causa del covid19. Ojalá estos fallecimientos sirvan para que otros entiendan que deben cuidarse hasta que las vacunas lleguen a todos los pobladores del planeta para volver a tener la seguridad de visitar a los amigos, andar los calles, usar los transportes, viajar, hablarnos cerca, abrazarnos y besarnos hasta cansarnos. Hacer eso que antes era cotidiano y hacíamos sin pensar, ni cuestionarnos.
Algo imprescindible después de la fabulosa experiencia de observar a la naturaleza renacer y extender su territorio cuando guardados en casa le permitimos hacerlo es ser más responsables con resguardar de la destrucción lo poco que nos queda de selvas, bosques, glaciares… e incluso regenerar todo lo posible. Debemos restablecer nuestra relación con ella, entender que somos solo una de las partes, no sus dueños, estamos de paso y debemos entregar cuentas a los que vienen detrás, poniendo de manifiesto la continuidad permanente que vincula los actos del presente a las consecuencias del futuro.
Ese es uno de los aprendizajes en este año de Dios, tomar conciencia de que somos parte de un todo, escuchar, atender las experiencias de los otros, ser propositivos. Compartimos la responsabilidad de vivir y conferir un mundo mejor.
Por el momento sonría, agradezca estar vivo y leyendo, yo también sonrió, agradezco y tomo la lección. ¡Días felices!
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