Documento que es copia de su tiempo: Carta de la Me. Juana Ynes de la Cruz, escripta a el R.P.M Antonio Núñez de la Compa. de Jesús, con el cuidado debido, lo señala el padre Aureliano Tapia Méndez, cito: Se ve a las claras que no es autógrafa; no está fechada ni firmada por Sor Juana. Es una copia de su tiempo, ya que su estilo de letra itálica corresponde visiblemente a su época. La encontramos muy semejante a los manuscritos que conocemos del estamento de Sor Juana Inés, fechado el 23 de febrero de 1669, firmado por ella, y atestiguado por su confesor el padre don Antonio Núñez de Miranda, y la grafía también es muy semejante al documento de la donación de una esclava mulata que hizo Isabel Ramírez a su hija doña Juana Ramírez de Asbaje, el 25 de febrero de 1669; ambos ante el escribano real José de Anaya, hechos por él, o por un amanuense a su servicio. Documento que para hacernos entender lo difícil que es estudiar o investigar la historia, aparece como una copia de algún original y por lo mismo parecería un invento que no tiene certeza alguna para tomarla en serio. Pero bien dice el padre Aureliano Tapia: Haya mucho que estudiar en esta carta, única que conocemos, además de la respuesta a Sor Filotea de la Cruz, junto a la que se antoja y se puede hacer una espontánea comparación que nos deja una certeza: las dos cartas son de la misma persona, aunque la carta escrita al padre Antonio Núñez que en adelante llamaré Autodefensa espiritual o Carta de Monterrey, tiene un sabor menos cuidadoso que la Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, y un tono más enérgico, sobre la pureza de un género íntimo y personalísimo.
Tres documentos que merecen nuestra atención para comprender los peligros que la Décima Musa vivió en sus años de vida, que nunca fueron fáciles y sin embargo sus textos literarios son de una ternura y suavidad que no denotan amargura por su existencia. Ni el poema de Hombres necios… respira amargura, al contrario, deja en claro que hay quien ve las acciones del machismo generado de dos culturas: la prehispánica y la española, que parece ser peor en los hechos que aporta al mestizaje con el paso de los siglos. Los tres textos son en primer lugar la Carta de Monterrey, la Carta Atenagórica y la Carta de respuesta a Sor Filotea de la Cruz. De la cual cita un texto el padre Aureliano escrito por un conocedor de la obra sorjuanista, dice: Don Elías Trabulse en el prólogo a la enciclopedia con el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz ante la historia, preparó don Francisco de Maza, refiriéndose a la Respuesta dice que: Un documento autobiográfico, escrito como contestación a una incitación previa… es una invitación sensata y razonable a la desconfianza, y a mantener una prudente reserva. Porque un documento autobiográfico es un autorretrato, en el que las más de las veces, el autor quiere dejarnos la imagen de sí que desea contemple la posteridad… Y la Respuesta a Sor Filotea cae, en buena medida, dentro de esta clasificación. Es necesario recordarle al estudioso Elías Trabulse lo que Sor Juana Inés dice al final de sus primeras palabras, al escribir sobre su opinión del famoso Sermón del p. Vieyra dicho en el año de 1650, cuando expresa, sin meditar con calma en lo que ha de escribir: pensando que es la respuesta de ella la que importa, y no el defender con palabras de los Tres Santos de la Iglesia para de manera contundente demostrar que el Sermón, documento intocable, pues venía de un sabio de la Compañía de Jesús tenía, en los tres temas sobre San Agustín, Santo Tomás y San Crisóstomo definitivos y comprobables errores: Mal dije. Mi asunto es defenderme con las razones de los tres Santos Padres. (Ahora creo que acerté).
Por eso creo que Elías Trabulse peca al creer que Sor Juana Inés se defendía día a día de sus enemigos haciendo un retrato de ella para que la posteridad le viera como ella deseaba. Al contrario, sólo desea dejar en claro que ella sólo se ha comportado como lo han hecho hombres y mujeres de otros tiempos. Y que son ejemplo de la humanidad, o en este caso de la cultura mejor de España, su patria en aquellos tiempos. Por eso trae a colación la historia de los pueblos y las biografías de los personajes que han fundado la humanidad en territorio occidental: cultura que ella resume de manera magistral en su persona. Es tanto americana como europea. Al hacerse de esa personalidad, sabe bien que no ha nacido ayer, sino que su historia personal y familiar tiene que ver con Grecia y Roma, y también con la cultura del medio oriente y el cristianismo. Por eso, para comprender la genialidad de la Décima Musa debemos de tomar sus palabras como la expresión de la filosofía, que te dice que hables sólo cuando sepas de lo que hablas, de lo contrario no pronuncies ninguna palabra. Y ella sabía que para defenderse o atacar algún tema surgido de los sermones o charlas religiosas, sólo podía hacerlo a partir del método filosófico que obliga a saber de lo que se habla, sin atender prejuicios, dogmas o respuestas banales, que llevaban a lisonjear lo que se decía sin saber lo que se decía: Sócrates estaba ahí, y Sor Juana sigue la huella de su maestro, en el asunto de buscar el conocimiento poniendo el objeto ante los hechos a través del método filosófico; dejando a un lado la banalidad de uno mismo —en el deseo de hacer un autorretrato— siendo así que se termina por hacerse un Frankestein de sí mismo, para espantar a los que le oyen o le ven en ese intento fracasado.
Tengamos en cuenta estas palabras, pues su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz no es el deseo de dejar un cercano autorretrato de sí misma. Sino defenderse de la envidia y el odio que la ignorancia desde el poder es capaz de hacer lo mismo con Sócrates, o de muchos que por cientos o miles pasaron por las garras de la Santa Inquisición en los años de la Edad Media, y los siguientes siglos, que duró en el reino de la Nueva España y en América Latina de aquellos 300 años de sojuzgamiento que España y Portugal llevaron a cabo sobre estas tierras del llamado nuevo continente.
Es tan sabia Sor Juana que bien dice: Mi asunto es defender las razones de los tres Santos Padres. Mal dije. Mi asunto es defenderme con las razones de los tres Santos Padres. (Ahora creo que acerté). Más allá de los motivos de quitarse los años por coquetería como decenas de estudiosos lo dijeron en talleres, conferencias o charlas en el siglo XX, y más allá del deseo de hacer una biografía vanidosa de su propia persona; cuando bien sabía, pues como lo dijera Jorge Luis Borges: es muy difícil hacer una biografía de alguien, cuando ese personaje es incapaz de hacer su propia biografía. Es decir, se peca de soberbia —poca o mucha—, cuando se hace el autorretrato de uno mismo. Y para ello se esconde el lugar de nacimiento, la fecha o los hechos que tienen que ver con el nacimiento; las relaciones familiares o la cotidianidad de la existencia, los cuales muchas veces son tan dolorosos: como lo saben Josephine Baker, defensora de los derechos civiles en ese país tan contradictorio como lo es Estados Unidos. Decenas de grandes mujeres están ahí de ejemplo de las peores cosas sufridas en su niñez y adolescencia. ¿Dónde pues, Sor Juana Inés en los tres documentos citados llega a expresar vanidad al de dejar de atender su principal objetivo, que es buscar la verdad: siguiendo el método de la filosofía —es decir— el que paso a paso enseña que se va bien por el sendero escogido, y no se crean paisajes ilusorios donde la verdad se inventa, o se pone en un lugar predeterminado: porque como dice el padre Antonio Vieyra, haciendo exactamente lo que no se debe hacer, es decir prefigurar el final o fijarlo tan vanidosamente que: “que ninguna fineza de amor de Cristo dirán los Santos, a que yo no dé otra mayor que ella; y a la fineza de amor de Cristo que yo dijere, ninguno me ha dé dar otra que la iguales. La defensa de Sor Juana es irrebatible porque parte desde el método que busca la verdad y no la vanidad.