Por Zuleyka Franco
Te gusta alguien del sexo opuesto, y según parece tú también le gustas. Las señales están ahí: tú y esa persona están todo el día enviándose mensajes, siempre acaban juntos cuando salen con los amigos y en algunos de los mensajes que te envía se nota que está coqueteando contigo.
Así que decides averiguar si la relación tiene futuro, solo para confirmar que los dos sientan lo mismo, pero cuando le preguntas, te dice: “Somos amigos. Nada más”.
Cuando piensas que tienes algo especial con alguien y descubres que eso solo existe en tu imaginación, es normal que te sientas molesto, avergonzado o traicionado.
¿Por qué sucede?
Con los mensajes de texto y las redes sociales es fácil empezar a sentir cariño por alguien que en realidad no quiere nada contigo. No confundas la amabilidad con el cariño.
Si no sabes qué hacer cuando estas confundido y quieres saber si es amistad o algo más allá?
Sé objetivo. Detente un poco a pensar y analiza la relación de forma objetiva. Pregúntate: “¿Tengo razones suficientes para creer que esta persona me está tratando de forma especial?”. No dejes que el corazón domine a la razón.
Trata de ver más allá. De todas esas señales que estás recibiendo y que te hacen pensar que hay algo más, fíjate especialmente en las que te hacen dudar de que sea así. No des por hecho que como tú sientes algo especial, a la otra persona le sucede lo mismo.
Ten paciencia. Hasta que esa persona no te diga claramente que tiene interés en empezar un noviazgo contigo, no inviertas más en la relación de lo que estés dispuesto a perder.
Sé sincero. Si quieres saber si esa persona te ve como algo más, háblalo.
Si ya has estado o estás enamorado, sabes de sobra lo que se siente aunque no lo puedas expresar un una definición que semánticamente abarque todos los matices. Y, precisamente ese es el enigma y la magia del amor, que no es mesurable ni una elección.
La mayoría de las veces él o ella nos han elegido a nosotros, antes siquiera de que lo sepamos. El problema viene cuando ese amor auténtico y puro nos elige, pero nos pilla mirando a otro lado o si lo sentimos por alguien que no era “nuestro prototipo”. ¿Y ahora qué?
¿Cómo nos enamoramos?
Somos conscientes de que el amor no es algo meramente romántico cuando afirmamos que una pareja “tiene química”, que otra “no pega ni con cola loca” o que “se nos ha acabado el amor”. Estas afirmaciones muestran que sí sabemos que hay cierto componente biológico o fisiológico, pero también esconden nociones de cómo nuestra cultura o influencia social media en nuestra manera de querer.
Desde el punto de vista puramente psicológico, el amor surge de una necesidad afectiva y sexual. Aunque es el plano social, es la cultura y el momento histórico en el que vivimos, el que juega un papel fundamental en cómo y de quién nos enamoramos. Sí, efectivamente, si hubieras nacido o crecido en otro lugar con mucha probabilidad tu “prototipo de pareja” sería otro.
La forma en la que la sociedad modula y define qué es el amor, cuáles son los diferentes roles a desempeñar en una relación amorosa por cada una de las partes y cuál es el mejor partido para “procrear y perpetuar tu código genético” hace que las ideas que tienes relacionadas con el amor cambien.
“Pescamos los peces que nos son familiares”, sin embargo, nos estamos perdiendo muchos peces valiosos por miedo. ¿Miedo a qué? A lo desconocido, porque no contamos con una experiencia previa de referencia que nos sirva de guión a seguir a la hora de concebir a esa persona como tu pareja o por el juicio público al que supones que serías sometido si se conoce que esa persona es de la que estás enamorado.
Los prejuicios matan el amor.
¿Qué pasa si tienes ya cuarenta años y te sigue entusiasmando el ideal del amor puro? Absolutamente nada. Seguramente te crean un iluso/a, se burlen de ti o te dirán que deberías ser más realista.
Para un momento…
Esa es tu realidad.
Es un completo error negar lo que eres o lo que sientes por los juicios de los demás.
Históricamente se ha tendido a catalogar de forma categórica cómo deberíamos relacionarnos con el sexo opuesto. Sí, digo al sexo opuesto dado que el colectivo LGBTTTI, tristemente, aún sigue siendo omitido o tratado como un tabú a la hora de hablar de amor.
Catalogar a las personas mayores como seres cándidos e indefensos al igual que ocurre con las personas con discapacidad, al colectivo gay como “desviados”, etc. conlleva que neguemos sus necesidades afectivas y sexuales y, por tanto, que tampoco se les considere como objeto de deseo factible.
Una persona que es psicológicamente abierta, tolerante y está decidida a compartir su vida con una pareja “no prototípica” tiene muchas más probabilidades de encontrar ese amor verdadero. Ya que, al quererse a sí mismo sin tabús y querer al prójimo tal y como es, sin prejuicios ni reservas, aumenta su autoestima, su esperanza y bienestar.
El amor supone una gran entrega, pero sin perder la identidad. El amor es compartir, aprender, descubrir… Se suele decir a alguien que ha acabado una relación de pareja, que hay muchos peces en el mar pero, te digo algo más? hay muchos mares con peces!! El amor no entiende de idiomas, colores, ideologías, edades o sexos; no seas tú el que lo aleje por prejuicios o miedos.
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