La Ciudad de México enfrenta un desafío creciente: en 2025 ya se registraron 153 socavones, un aumento del 17 % respecto a 2024, siendo 37 en vialidades principales y 116 en secundarias.
Uno de los más notorios apareció en la Calzada Ignacio Zaragoza, con medidas de 4.5 metros de profundidad y 2.5 de ancho, ocasionado por la caída de una pipa y graves fugas en el sistema de drenaje.
Especialistas de la UNAM explican que los socavones en CDMX se forman por una combinación de factores: la ciudad yace sobre una cuenca endorreica, donde el agua no drena naturalmente; en temporada de lluvias se produce saturación del subsuelo, erosionando sedimentos como arcillas y arenas; además, las tuberías antiguas presentan fugas, debilitando el piso superior.
La reparación de estos hundimientos no es sencilla. En el caso de Zaragoza, la SEGIAGUA trabaja 24 horas y estima concluir en una semana: coloca tubería de concreto reforzado de 1.22 m de diámetro, realiza compactación del terreno y repone asfalto, para luego señalizar adecuadamente la zona.
Este tipo de incidentes tiene efecto inmediato en la ciudad: generan congestionamiento vial, caos y desvíos, afectando la movilidad diaria de residentes y visitantes.
Los socavones revelan la fragilidad del subsuelo urbano y la necesidad de mejores sistemas de drenaje y monitoreo geológico en la CDMX. Entender este fenómeno ayuda a anticipar riesgos y a valorar la infraestructura que sostenemos desde abajo.
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