- Los orígenes de la violencia entre los humanos están en el acceso asimétrico a los recursos, especialmente la sexualidad y la reproducción.
- Los Orígenes de la Violencia en la Historia de la Humanidad
Los Orígenes de la Violencia en la Historia de la Humanidad
Los niveles de violencia a lo largo de la historia disminuyen de manera constante.
Aunque contraintutiva, esta es una conclusión bien corroborada. Sufrimos menos violencia y morimos menos a causa de ella ahora que hace cien o mil años…
La idea de unos metafóricos “ángeles” que guían a la humanidad hacia la Paz Eterna es profundamente atractiva y, bueno… bíblica.
En la visión de Pinker se llaman Empatía, Autocontrol, Sentido Moral y Razón.
Supuestamente dan origen a un conjunto de procesos y tendencias como el proceso de Pacificación, el proceso Civilizatorio, la Revolución humanitaria, la Revolución de los derechos, etc…
Chimpacés y bonobos. Las dos almas de nuestra naturaleza
Probablemente los lectores conozcan la historia de los dos parientes más cercanos a nuestra especie. Como el icónico doctor Jekyll y mister Hyde, son casi idénticos en su genoma, pero muy distintos en su comportamiento. Mientras que los chimpancés son una especie violenta, política, patriarcal y jerárquica, los bonobos parecen ser lo contrario. Instalados en la abundancia de la selva tropical congolesa, protegidos de sus primos violentos por el río Congo, viven en una comunidad de “paz y amor”.
Extremadamente pacíficos, levemente matriarcales y famosamente hipersexuales en sus costumbres sociales, los bonobos representan un ejemplo bastante sorprendente de especie de primates sexualmente dimórficos y no violentos. ¿Qué es tan sorprendente en el terreno de los bonobos?
La violencia es uno de los rasgos más típicos de los primates antropomorfos. Machos. Y toda ella gira en torno a la competición con otros machos por el rango.
Y en último término el rango significa “acceso a los recursos”: comida y sexualidad. La altura, los músculos y los dientes de los machos se emplean normalmente contra sus competidores.
Armas para encuentros agonistas. En esas especies, la violencia tiene que ver con escalar en la jerarquía, no con la predación.
Los machos alfas pasan el tiempo luchando con sus competidores, protegiendo su posición social y evitando contactos sexuales entre hembras y otros machos.
Los bonobos son la excepción: dimorfos como los chimpancés (y los humanos), pero pacíficos y de una extrema promiscuidad sexual.
A causa de su diferencia mínima con nuestra especie, los chimpancés y los bonobos representan modelos muy útiles para entender a los humanos.
¿Estamos programados para un comportamiento genocida, patriarcal y obsesionado por la jerarquía, como los chimpancés? ¿O para el mundo igualitario, pacífico, matriarcal y promiscuo de los bonobos?
La opción que prevalezca en nuestro sistema social y cultural y en nuestra conducta individual no es una cuestión que obedezca a una elección consciente.
Creo que es una consecuencia directa del ajuste epigenético de nuestros sistemas instintivos de comportamiento, que derivan de las circunstancias ecológicas a las que estamos expuestos, especialmente como bebés y niños. ¿Qué circunstancias ecológicas?
Primera circunstancia:
La disponibilidad de la comida y otros aspectos vinculados con la riqueza. La competición es menos feroz si el recurso por el que se compite es abundante. Las sociedades ricas son menos violentas. Los bonobos viven en una abundancia relativa de comida y agua. Los chimpancés tienen hábitats mucho menos favorables.
Segunda circunstancia:
La igualdad en la distribución de la riqueza. Las sociedades económicamente desiguales son mucho más violentas, con tasas de crimen más elevadas, incluyendo tasas de homicidio, de abuso de armas de fuego, etc. Los chimpancés acceden la comida en sus lugares de aprovisionamiento según su rango. Los bonobos normalmente comparten su comida.
Tercera circunstancia:
Posibilidad de acceso libre a la sexualidad, o, en otras palabras, normas culturales que regulen la promiscuidad de las mujeres. Las sociedades sexualmente restrictivas (normalmente conservadoras y patriarcales) originan niveles más elevados de violencia. Para ilustrar este principio podemos comparar el Oriente Próximo, sexualmente restrictivo, con los licenciosos sistemas culturales escandinavos.
La diferencia en los niveles de violencia social es asombrosa.
Básicamente sugiero la presencia de dos arcángeles, dos factores causales que capacitan, y que regulan la violencia tanto a un nivel social e individual: la comida y la sexualidad, que corresponden a la comida y a la procreación entre las especies no humanas.
La pobreza y la desigualdad son fuertes predictores del crimen violento.
Así, en sociedades jerárquicas y patriarcales, los hombres de estratos sociales más bajos solo tienen una manera de mejorar su acceso a la sexualidad: la violencia (formas de dominación) y la lucha.
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Además de la lucha física, también hay un “agonismo” como en la sociedad de los chimpancés: la fuerza y el estatus se derivan de la “banda” o el grupo de machos de apoyo. La versión chimpancé del apoyo electoral.
En último término, los machos alfa son “guardianes” del reino de la sexualidad femenina, y buscan activamente comportamientos para conservar a la pareja. Así, derrotar a los alfas en un violento encuentro agonista (o matarlos) es la única forma de acceder a la reproducción, para “clases” subordinadas de machos.
Aunque se requieren análisis más profundos, parece un apoyo adicional a la idea de que los orígenes de la violencia entre los humanos están en el acceso asimétrico a los recursos. Recursos más allá de la mera riqueza/comida. Recursos que incluyen el acceso a la sexualidad y la reproducción. Cuanto más democrático e igualitario es ese acceso, menos necesaria es la violencia.
Entonces, ¿por qué bajan las tasas de violencia?
En este momento resulta muy seductora la idea de que la evolución ha equipado a los humanos con mecanismos regulatorios, que actúan a nivel social e individual, mecanismos que son capaces de ajustar nuestras expresiones de agresividad. Y que esos mecanismos tiendan a mantener el nivel mínimo de violencia requerido para garantizar el acceso a la comida (riqueza) y procreación (sexualidad).
Hay una interacción entre aspectos ecológicos (culturales, económicos, sociales en general) y nuestra biología, que dan origen a ajustes epigenéticos. Cuanto más escasa es la riqueza (o más desigualmente distribuida está), más violencia necesitará el individuo para garantizar la supervivencia y posición en el sistema de escalafón.
A su vez, ese posicionamiento social está a menudo relacionado con el “emparejamiento preferencial”: los ricos y poderosos se perciben como parejas más atractivas. Junto a las actitudes conservadoras hacia la sexualidad (hacia la promiscuidad femenina y la libertad sexual en particular) en la mayoría de sistemas culturales y religiosos dominantes.
Ahí podemos delinear otro tipo de desigualdad: acceso desigual a la sexualidad y la procreación. La Riqueza y el Sexo como dos Arcángeles (o Archidemonios) capaces de preparar el escenario para que se produjeran los procesos de pacificación de Pinker.
Acechan desde hace eones sobre nuestra historia biológica e influyen en nuestros destinos como individuos y especie, determinando acontecimientos sociales macroscópicos: guerras, crecimiento económico, revoluciones culturales, movimientos tectónicos de elementos políticos e ideológicos, etc.
La desigualdad es una montaña rusa en términos de décadas, pero cuando la comparamos en escalas de siglos y milenios, es claro que decrece.
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Desde el áspero orden de sistemas esclavistas a los relativamente igualitarios tiempos modernos. Aunque todavía se puede debatir la naturaleza del capitalismo liberal moderno, no se puede comparar fácilmente con antiguos órdenes sociales. Todavía merece su lugar entre los sistemas socioeconómicos más igualitarios que ha habido en toda la historia.
La libertad sexual y la promiscuidad, por otro lado, estaban en la cúspide de la aceptación social en los años sesenta y setenta. Desde entonces, la tolerancia de la sexualidad probablemente ha disminuido de manera significativa. Aunque pueda parecer contraintuitivo, una brusca disminución de la libertad parece haber ocurrido en décadas recientes, desde que se produjo el rápido declive del “movimiento hippy”, la ideología de “paz y amor” y la extinción de los “niños flor”.
Desde entonces, Oriente y Occidente han afrontado un visible regreso de actitudes conservadoras y religiosas. Sin embargo, podemos observar una situación radicalmente diferente en la que se examina un marco temporal más amplio: una importante relajación general en torno a expresiones sobre la sexualidad.
Hoy, las mujeres disfrutan de más libertad en sus manifestaciones de la sexualidad, si las comparamos con las de (¡casi!) todas las épocas anteriores.
Con la notable excepción del periodo de la Revolución sexual, las reglas sociales contemporáneas están entre las más permisivas de la historia.
Pero, atención, ¡la tendencia se invierte!
Y sí, una nota que merece la pena añadir. ¿Te has fijado en esos pequeños bultos al final de los gráficos que muestran la disminución de la violencia vinculada al crimen? Pero ¿y si volvemos a limitar el foco a las décadas recientes? La situación parece radicalmente distinta, con tendencias inversas y un crecimiento significativo en las medidas generales de violencia. Los gráficos más recientes podrían ocultar conclusiones todavía más sorprendentes.
Un brusco “giro” en las opiniones ideológicas globales, economías cada vez más desiguales, un declive de la clase media y el crecimiento constante del coeficiente de Gini interno en algunos de los países más poderosos y poblados del mundo, junto a un regreso de visiones religiosas y conservadoras de la moral son rasgos prominentes de los últimos cinco o seis decenios.
Pero eso requeriría otro artículo, y si ha completado esta lectura obtenga una felicitación.
Publicado originalmente en el blog de Radoje Cerović.
Traducción de Daniel Gascón | Letras Libres
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