La justicia en el mundo de la política parece ajustarse al principio del eterno retorno, en el que el orden público se extingue para volver a crearse a ritmo del poder sexenal. La conflagración en el magisterio con la detención de Elba Esther Gordillo se reconstruye al final del sexenio para que los mismos actos puedan ocurrir una vez más en el futuro. El fuego en el que ardía el exgobernador de Veracruz, Javier Duarte, se extingue también al cierre de la administración, a pesar de que aún se investigan sus desfalcos y los de otros mandatarios estatales de Sonora, Chihuahua o Tabasco. Como versión circular del tiempo, los acontecimientos siguen la vieja regla del ocaso del poder presidencial y de la influencia para controlar procesos legales.
El tránsito entre el ajusticiamiento y la rehabilitación de personajes públicos es signo del eclipse del poder sexenal del mandatario de turno, como sucede desde el antiguo régimen. Las investigaciones contra la exlíder magisterial o el exmandatario veracruzano dan testimonio de la subordinación de la procuración de justicia a criterios políticos más que a la técnica y el profesionalismo. La reintegración del crédito legal implica, sobre todo, el goce de posesiones y bienes que nunca se justificaron. La vindicación por cancelación del proceso es uno de los rasgos perceptibles de la deficiencia institucional y del margen de discrecionalidad del ejercicio del poder, incluido la contraprestación de favores.
Con la transición del poder en marcha, el titular del Primer Tribunal Unitario Penal, Miguel Ángel Aguilar López, juzgó procedente liberar a Gordillo por considerar insuficientes las pruebas de la PGR en las acusaciones de defraudación fiscal, delincuencia organizada y lavado de dinero que le imputaron cuando fue detenida el 26 de febrero de 2013. Esos cargos que se cuantificaban en beneficios a su patrimonio por casi dos mil millones de pesos se esfumaron tras cinco años de pesquisas infructuosas por demostrar los actos ilícitos de una oponente a la reforma “estrella” del gobierno de Peña Nieto. Como si tomara satisfacción de un agravio, la exlideresa magisterial no sólo proclamó su “inocencia” sino también el “derrumbe” de la Reforma Educativa.
En su retórica, vindicar parece ser usado como pronominal de vengar, cuando viene de alguien como ella, que se siente injuriada por las autoridades y hasta por comunicadores a los que demandará por “daño moral”, pero, sobre todo, “traicionada” por aquellos con quien compartió el poder hasta que sobrevinieron las diferencias por la política educativa. La vindicación es parte central del mecanismo del eterno retorno que mata a la justicia, porque garantiza que el castigo nunca será definitivo y mantiene abierta la puerta a la impunidad cuando el poder del adversario se extinga. Peña Nieto rechaza su reclamo de “persecución política” como antes desoyera el reclamo de usar la justicia para desprestigiar a Ricardo Anaya en la contienda electoral a través de acusaciones por corrupción, que la PGR tampoco nunca pudo articular.
Esta mecánica está detrás de los desajustes institucionales que suman a la violencia la desconfianza a las instituciones. Otro de los mayores procesos del sexenio contra Duarte en Veracruz por corrupción también podría diluirse debido a la reclasificación del delito de delincuencia organizada a uno de menor gravedad, asociación delictuosa. Otra vez, estamos ante la incapacidad de la PGR de sostener una acusación en el mayor “escándalo” de corrupción del sexenio o ante la gracia y el favor político en la aplicación de la ley.
Si las inconsistencias en las investigaciones generan indignación ante los escándalos de corrupción, el problema más grave son los estragos en la justicia por el control político de la procuración y la discrecionalidad de quien detenta el poder. La defenestración de personajes del mundo de la política y luego su restitución cancelan la imprescindible permanencia de la ley para asegurar que nadie pueda estar al margen o sobre ella, porque la vigencia del mecanismo de la vindicación asegura que el castigo sólo sea una cuestión de paciencia y posible cercanía con los ganadores futuros.
Source: Excelsior