A “el Chango” le sigue haciendo falta una gran retrospectiva. “Tanto Juan José Arreola como Carlos Monsiváis querían que fuera en Bellas Artes. Que se haga en Bellas Artes, decían, sería meresidísimo para el mejor dibujante de México: dicho por ellos y por Diego Rivera y José Clemente Orozco”, cuenta Ernesto G. Cabral Sans, hijo del artista, caricaturista, publicista, periodista y amigo de toda la intelectualidad mexicana de la primera mitad del siglo XX. “Un changonsísimo”, dice.
La vida de Ernesto “el Chango” García Cabral, resulta inabarcable: además de retratar con maestría toda una época, fue también ganador de lucha grecorromano, idólatra del cuerpo femenino, pionero del cine y la televisión, dueño de un afilado estilete verbal, humorista, gran conversador e incluso bailador de tangos. A punto de cumplirse medio siglo de su partida, el 8 de agosto próximo, a García Cabral se le sigue negando una exposición que abarque todo su legado artístico.
No se ha hecho esa gran, gran retrospectiva, tendría que hacerse, en el Museo de Arte Moderno, en otro lado. Pero te dicen: ‘no, hace 8 años hicimos algo así, no hay motivo’ pero son 50 años de la partida de este hombre que sigue vivo e inquietando más y más”, dice Cabral Sans, quien ha heredado de su padre el carácter festivo y dicharachero, además del mayor acervo, unos 25 mil trabajos entre originales, publicaciones y otros documentos, en torno a la obra de quien fuera colaborador de Excélsior.
Arreola fue quien realmente nos lo descubrió a nosotros como un dibujante de talla mundial, y lo fui a comprobar a Francia, España, Italia: no le pide nada a los grandes dibujantes internacionales y tiene además la gracia, la malicia mexicana, el gran dominio anatómico. Un genio pero además un ser humilde, histriónico, cuando llegaba, el centro de todo era él”, agrega su vástago.
Aún sin la llegada de una gran exposición –aunque han existido al menos dos intentos: uno del Festival Cervantino y otro del Museo del Estanquillo–, este año “el Chango” es motivo de homenajes. Primero, como tema central de un coloquio que organiza el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la UNAM, el 8 y 9 de agosto, y más tarde, “posiblemente en noviembre”, con una exposición en el Museo Nacional de Culturas Populares y con un reconocimiento en el Congreso Internacional de Diseño, en Xalapa, Veracruz, donde se recordará su faceta como diseñador de carteles.
AMOR POR LA VIDA
Cabral Sans dice que su padre atraía la atención de cualquier lugar en el que se parara. “Tenía ese humor totonaco (nació en Huatusco, Veracruz, el 18 de diciembre de 1890), un gran ingenio y rapidez inmediata para sacar la broma, la carcajada; en las reuniones, cuando llegaba ya sabían que era la broma, la alegría, los madrazos, el estilete verbal, el gusto de estar vivos”. El espíritu del dibujante siempre fue inquieto, el mote de “el Chango” lo adquirió desde niño: “por la agilidad para treparse a los árboles”.
Lo del trazo también venía de nacimiento: sus primeros dibujos los hizo con sólo cuatro años y jamás dejo de hacerlos. Algo debió haber visto su progenitora, mamá Yeya, que cuando ya estaba más grandecito, de unos 15 años, lo llevó con Teodoro A. Dehesa, el jefe político de Huatusco. El joven García Cabral llevaba un cuadernito, que se ha conservado hasta nuestros días, con sus primeros dibujos. “Don Teodoro lo becó a la Academia de San Carlos y aquí inmediatamente tuvo primeros premios y demás. Se aplicó”.
Hacia 1909 comenzó a despuntar su carrera artística. “Nada más que se dedicó a los rotativos, fue lo que le dio de comer y fue por necesidad”. Desde entonces sumaría una larga lista de publicaciones donde colaboró: La Tarántula, Frivolidades, Fantoche, Gacetilla Bayer, Don Timorato, Gladiador, Hoy y por supuesto Excélsior y el ya extinto Novedades. En 1912 viaja a París, la leyenda cuenta que sus dibujos comenzaban a molestar a Francisco I. Madero, quien, para quitárselo del camino, decide becarlo y sacarlo del país.
En Francia conocería a Isidro Fabela. Los viajes y la curiosidad editorial lo convirtieron en un innovador y un artista que utilizó diferentes estilos, en un afamado dibujante que formó parte de aquel célebre grupo Los pergaminos, al que también pertenecían Agustín Lara, Esparza Oteo, Tata Nacho, Cantinflas, Pedro Vargas, Adolfo Best Maugard y Fray Alberto Ezcurdia.
Tanta fue la obra que generó, que catalogarla y organizarla es ahora uno de los retos. Falta por completar el trabajo de unos dos mil originales, “una serie de impresiones de la colección de don Lino Picaseño y Cuevas, mil y pico de originales que no sabíamos de dónde eran, con una guía de papel de china de color, que ya sabemos eran del suplemento dominical de Novedades. Una serie con cientos de cosas, 33 de ellos escritos por Salvador Novo e ilustrados por Cabral”.
Source: Excelsior