El 12 de noviembre, Rogelio Jiménez Pons, próximo director de Fonatur, anunció que el 16 de diciembre será la fecha de inicio del Tren Maya en Palenque, a la que asistirán el presidente AMLO y los gobernadores de los estados del sureste (Campeche, Yucatán, Quintana Roo, Tabasco y Chiapas) y con ello arrancarán formalmente los trabajos en las entidades referidas. Para este proyecto se tienen previsto seis mil millones de pesos para la primera etapa y representará una inversión de entre 120 y 150 mmdp. El tren recorrerá 15 destinos turísticos (1500 kms de longitud) y pretende detonar el desarrollo económico, social y cultural de las comunidades autóctonas donde transitará, de la región sureste, y el país.

Entre los cuestionamientos hechos al proyecto, destacan los relativos a la rentabilidad y viabilidad financiera (que se ha costeado con recursos provenientes de la promoción turística, por ejemplo); el alto impacto ambiental (que se produzca devastación selvática como se hizo en Dos Bocas para la construcción de la refinería) y social, particularmente las afectaciones a los pueblos originarios (en su entorno, territorio, medio de vida y cultura), sin que resulten beneficiadas, y que explican la turismofobia de diversas partes. No basta con consultarlas, y establecer un diálogo, sino asegurar su participación en el proyecto, darles garantías de que no serán expropiados ni desplazados y reparación del daño en caso de producirse, a riesgo de agravar las tensiones y conflictos ya existentes como en Oxchuc, Chiapas.

Un aspecto poco analizado tiene que ver con la viabilidad arqueológica del proyecto. Como parte del aval que el INAH debe dar para la protección de las zonas arqueológicas, se tiene que contemplar una cuestión que parece obvia, pero que no se ha resaltado lo suficiente: que los sitios mayas están en “movimiento” (gracias al LIDAR y los drones). Así, hay lugares inexplorados, otros recién descubiertos, algunos en vías de exploración, incluyendo los que están abiertos al público poseen vastas partes aún desconocidas. En Chiapas, existen 45 mil sitios por explorar (de las cuales, sólo 3,000 están registradas por el INAH), que abarcan, incluso, la mayor parte de Bonampak, Palenque y Yaxchilán, o que se encuentran en remotos lugares. Por ejemplo, en un lugar recóndito de Montes Azules (dentro de los límites del ejido Candelaria, en la Lacandona), cubierta por la selva, se encuentra una pirámide de 30 metros de alto, y diversos montículos piramidales. En 2013 se anunció el descubrimiento de Chactún (Yucatán), milenaria ciudad maya (correspondiente al periodo clásico tardío), en medio de 723 mil hectáreas de selva declaradas por la Unesco reserva de la biosfera, que comprende tres complejos monumentales, con pirámides, canchas de juego de pelota, estelas, entre otros hallazgos. En el 2017 se informó que Ichkabal (descubierta hace dos décadas, a 40 kms de Bacalar, Quintana Roo), la ciudad maya más grande y antigua (periodo preclásico), que Chichen-Itza y Uxmal, se abriría al turismo. Ichkabal posee más de 30 kms de extensión, una plaza de 30 m de largo, seis grupos arquitectónicos, incluida una pirámide de 46 m de alto.

Estos casos revelan que la frontera maya está en expansión y que, como muchas partes están por explorar, pueden ser afectadas por la construcción del Tren Maya y su hinterland inmobiliario, comercial, etcétera, sin olvidar que la sobrecarga de turistas (se esperan 2.9 millones anuales en la zona de Palenque-Calakmul) también perjudicará a los sitios arqueológicos.

ENTRETELONES

Debe darse respuesta contundente a las agresiones de Trump.

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