Tres de cuatro bandos tienen motivos para celebrar. Bando uno: Enrique Peña Nieto termina su sexenio con acuerdo comercial con Estados Unidos. Si todo sale bien, en noviembre, antes de su salida de Los Pinos, habrá documentos firmados. Bando dos: Andrés Manuel López Obrador iniciará su administración con un pendiente menos, motivos para la certeza económica, tan necesaria al iniciar un gobierno. Bando tres: Donald Trump traza ruta rumbo a la elección intermedia de noviembre próximo; una promesa de campaña cumplida, una de tan pocas. Canadá es el único bando que hoy todavía no tiene motivos de celebración. Que el tequila espere un poco para ellos.
Trump se salió con la suya y, aunque no tanto fondo, sí cambió la forma del acuerdo. Ya le quitó el nombre del TLCAN, aunque esto se lee más como presión para que Canadá acepte las condiciones que le serán puestas en la mesa de negociación. Y es que Estados Unidos advirtió que el acuerdo anunciado este lunes podría quedarse en término bilateral. Acuerdo Comercial Estados Unidos-México, como lo llamaron en la Sala Oval en Washington. De la voluntad de los canadienses dependerá que sean incluidos en los documentos que se prometieron para noviembre próximo.
La batalla fue larga, más de 13 meses de reuniones y desencuentros. A casi dos años de aquella visita de Trump a nuestro país, cuando era candidato, el acuerdo comercial se asoma como una de las pocas victorias legítimas que el gobierno estadunidense puede presumir. Aunque el mérito, sin duda, está del lado de nuestro país, que tuvo la voluntad y la paciencia para aguantar los estirones que, de pronto, lanzaba Trump en Twitter. Justo por uno de éstos es que Canadá hoy debe esperar su turno de negociación. La enemistad entre el ocupante de la Casa Blanca y el primer ministro, Justin Trudeau, se hizo evidente tras la Cumbre del G7, cuando en la vocería favorita de Trump, éste se le fue directo y lo llamó débil y deshonesto. Eran los días de anuncios y amenazas en materia comercial, mismas que, finalmente, se cumplieron.
El equipo negociador mexicano, comandado por Ildefonso Guajardo y Luis Videgaray, contó hasta diez y tomó aire más de una vez ante cada pataleo estadunidense. Jesús Seade, negociador del equipo de Andrés Manuel López Obrador, supo hacer equipo y se unió a lo avanzado por la actual administración. El trabajo fue tan afectivo, que lograron que la cláusula Sunset, principal obstáculo en varias ocasiones, sobre la vigencia y revisión del tratado, se adecuó a lo que solicitó México. Trump quería una revisión cada cinco años, pero éste se hará cada seis, pero con una vigencia de 16 años, tampoco incluirá punto alguno que hable de expiración automática.
Habrá brindis con tequila una vez que los documentos sean firmados, bromeó Enrique Peña Nieto en la inusual conversación telefónica con Donald Trump que se realizó en la Casa Blanca frente a los medios de comunicación. Pero el tequila, al parecer, se abrió por adelantado en los mercados, que recibieron la noticia con optimismo. Certeza, decimos, que tranquiliza a la administración mexicana saliente y a la que prepara su llegada al gobierno. Certeza para inversión, para la generación de empleos.
México aguantó como los grandes. Negociar con un personaje como Donald Trump no es cosa sencilla, el mundo lo sabe. Eso habla de nuestra capacidad de hacer política. Pero esto, también, debe ponernos en alerta. El republicano aprovechó la conferencia en la Casa Blanca para hablar de los pendientes que tiene con nuestro país, como los asuntos migratorios. Que el acuerdo comercial no se convierta en moneda de cambio para presionar en esos otros temas en la agenda. Aquí hay un foco amarillo. Aunque mientras eso no suceda, sí hay motivos para la calma y sí, para el tequila. México mostró al mundo su fuerza para mantener y negociar.
Source: Excelsior