Solo faltan algunas horas para que la Señora que alguna vez compartimos viaje en un colectivo cumpla con su ritual que ella misma le mencionó a su acompañante: “me compro una trácala de pañuelos para ver la Teletón. Ay, esos pobres niños y sus papás”. Y me pregunto cuántos pañuelos le deberé a esa señora por mis primeros 11 años de vida cuando el Instituto de Ayuda al Niño Lisiado decidió que yo ya estaba rehabilitado. Porque claro, las instituciones en este país hacen la pega y ya… chao!! Me recuerdo cuando fui a visitar a un ex profesor que hoy trabaja en un centro del SENAME y me contó su experiencia de haberse encontrado con una ex alumna suya de aquel centro en la calle. – Mire profe, esto me hizo el Sename!! Vociferó apenas abriéndose una parca roñosa mostrando los 7 meses de descendencia pegada a ella y al parecer con neopren. Porque claro, el Estado cumplió su rol de cuidarla durante que era una menor de edad y que de un segundo a otro ya es mayor, o sea te puedes valer por sí misma y ya… chao!! Y también se puede hablar lo mismo de un reo que cumple su condena y castigo encerrado por 8 años y 1 día y ya… chao!! Porque el Estado cumplió con su deber de castigarlo. La rehabilitación en vez de ser un derecho por deber social de un Estado que ha firmado tantos tratados, convenciones y acuerdos de Derechos Humanos se ha convertido en un negociado desde el asistencialismo, el simbolismo y el castigo.
Rehabilitación: bella palabra, noble y esperanzadora. Inserción: huele a solidaridad y oportunidad. -¿Qué mierda? Si con suerte desde tiempos inmemoriales las personas en situación de alguna “discapacidad” pasamos de ser espectros a ser anómalos, enfermitos, inválidos, discapacitados, a personas con capacidades especiales y hoy el avance cultural inserto en el consciente colectivo suma ahora que somos: Personas con diversidad funcional. Me gusta. Si. Viva la diversidad!!
Volviendo a esas poquitas horas que faltan para que don Francisco haga llorar a la Señora que venía en el colectivo y a tantos otros millones más con el poder de un control remoto. Todo ese “FUA” hará que el país entero se ponga de pies tan cariñosamente durante 27 horas de amor y hasta logre que el facho se abrace con el compañero, se bese un chuncho con un colocolino, el carabinero con el estudiante hagan las paces y quizás cuantos milagros más. FALSO, FALSO, FALSO. Las 8733 horas restantes del año el chofer que pintó sus vidrios por la Teletón no le parará a una persona en sillas de ruedas en el paradero y el de la micro otra vez no dejará subir a un joven con parálisis cerebral por creer que está borracho. El automovilista con la calcomanía de la Teletón por comodidad no respetará el estacionamiento reservado. Cientos de colegios a lo largo del país rechazará la matricula a un niño autista o asperger. Ninguna universidad invertirá en intérpretes para que personas sordas mudas puedan estudiar y los tachos de basuras se llenaran de curriculum gastados como las suelas de nuestros zapatos.
El año pasado fui invitado a dar una exposición motivacional a los presos del Complejo Penitenciario de Valparaíso, adentro de cinco módulos distintos para que se animaran a escribir y a leer. Recuerdo estar entre medio de miradas que hacían puntadas a mi formar de hablar y de desplazarme. Y si bien no era la primera vez que iba a la cárcel a compartir mi obra, esta era la primera que entraba a un calabozo adaptado como sala de clases, adentro donde rara vez se ve paseando un gendarme a contar un poco de mi experiencia como poeta. Empecé mi exposición hablándole de mi experiencia en la Teletón (Instituto de Rehabilitación al Niño Lisiado) y contarles como yo me vi desde que tengo uso de razón lleno de fierros y aparatos ortopédicos. Quien más que ellos que están llenos de fierros, barrotes y muros me podrían entender y querer salir corriendo como Forres Gump hacía donde quisiera. Y quien más que alguien que ha vivido la dificultad de caminar y expresarse desde niño y es clínicamente rehabilitado podría sentirse tan preso como ellos en una celda mucho más grande llamada Patria por no estar preparado para sobrellevar la discriminación, los prejuicios, el bullyng, los obstáculos, la baja autoestima, la exclusión y la cesantía entre muchas murallas más. Claro, la Teletón hizo su pega de enseñarme a caminar y ya… chao. Y tal como ustedes que están escuchándome me pueden hacer callar o yo los puedo hacer callar a ustedes. Pero un papel en blanco jamás te va a poder hacer callar, y allí nace el aceptarse, el desahogar todo, el volar y la libertad. Aquel silencio desafiante que yo creía que se iba a quebrar por algún juicio anticipado que nunca llegó hacia los que me escuchaban, solo se rompió en el aplauso final en cada módulo. No ha faltado la ocasión de ir caminando por las calles de Valparaíso y que me paren para decirme: Buena profe, yo lo vi allá arriba (en Playa Ancha) y se me acerquen nuevamente a saludarme de la mano tal como lo hicieron todos aquellos internos cuando terminaba cada exposición y con un abrazo de agradecimiento mutuo salía por esos barrotes lleno de prejuicios y resquemores, los mismos que me llenaban de punzadas los nervios cuando iba camino aquel día hacía la cárcel y también iba la Señora de los pañuelos a visitar a su hijo.
La rehabilitación no es dar sólo un paso adelante, sino que es aprender como tú y yo podemos caminar y habitar juntos. Y en eso el Estado de Chile aun no ha depositado la habilidad de su deber en la cuenta de la Justicia Social.
Palomo Arriagada
Poeta y Activista de Derechos Humanos
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Post y Contenido Original de : El Ciudadano
http://www.elciudadano.cl/2016/12/03/342533/1sobre-la-teleton-rehabilitacion-hacer-la-pega-y-ya-chao/
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