Les pido disculpas por el título. No saben cuánto me gustaría que no existiera tal término ni el pensamiento que lo sustenta, pero lamentablemente, es ubicuo, sobre todo en el mundo de la televisión. De hecho, se menciona más de una vez en el reportaje sobre los abusos del ex director de teleseries de canal 13, Herval Abreu, que realizó El Mercurio. Hay que decir que si no lo han leído aún, vale la pena, es un gran paso el que se ha dado de comenzar a destapar la cultura misógina de la televisión chilena porque no se trata de un personaje, sino de un medio que apoya, contiene y promueve las actitudes que fundamentan su comportamiento. El propósito de esta columna es explorar las diversas opciones que pueden tomar las producciones televisivas y la manera en que dialogan con nuestro presente. Cómo resuenan y divergen de lo que nos está sucediendo como sociedad. Los relatos de las teleseries y los arquetipos que ahí se presentan son tremendamente restrictivos, estereotipados, sexistas y no han demostrado la voluntad de evolucionar.
La primera vez que oí el término “culeable” fue de mi amigo y guionista, Juan Andrés Rivera (Los Contadores Auditores, aquiennolehapasao). Juan Andrés, como yo, venía del teatro y le impactó con qué soltura reinaba el machismo en su nuevo trabajo como guionista de televisión. Me contó que existía el criterio de “culeable” para todo lo que estuviera dentro de la producción de a teleserie. Todo debía ser “culeable”: los ambientes, los nombres de los personajes, los actores, etc. Tratando de hacer el ejercicio de definir qué significa ser “culeable” en el mundo de las teleseries, creo que se trata de parecer de máximo 40 años en muy buen estado físico, de clase media alta, blanquita y bien flaca. Aquí hay un sinfín de problemas, por supuesto, pero detengámonos solo en el tema de la edad. Idealmente, que todas tengan 25. Las mujeres, por supuesto, los hombres, sabemos, pueden envejecer en la pantalla con parejas que siempre tendrán 25 años, a peu près. Así lo demuestra, en el caso de Hollywood, este estudio de la Vulture.
La juventud es “culeable” y no tiene límite de edad como hemos sido testigos, este año, en los casos de violación y asesinato de las guaguas Sophia y Ambar y, antes, con el caso de Belén, la niña de 11 años a la que obligaron a llevar a término el embarazo producido por la violación de su padrastro. Estas noticias paralizan del rechazo, el shock y el terror de lo que las personas son capaces de hacer en nuestro propio país, pero es imperativo que no se vean como casos aislados. Lo peor que podemos hacer es demonizar a los culpables y encasillarlos como sicópatas, desembarazándonos como sociedad de nuestra responsabilidad en el sustento y alimento de los imaginarios que impulsan estos actos de violencia. Lo que me lleva de vuelta a la televisión y los roles y tramas dispuestas para los personajes femeninos. Si lo que mostramos de las mujeres en pantalla se reduce a putas y madres, porque esas son las opciones, (así de arcaico/bíblico), reforzamos esa imagen de las mujeres en la sociedad. La división entre jóvenes culeables y viejas de mierda convierte a las mujeres en material desechable que hay que pillar entre antes mejor, entre más jóvenes e indefensas, y luego, a la basura, a la trastienda, a la cocina. En el reportaje sobre Abreu se mencionan varios casos de mujeres que pasaron por la televisión. ¿Se acuerdan de ellas? Si bien los testimonios no eran exclusivamente de actrices, también está el relato de la guionista Bárbara Zemelman, no es casual que las denunciantes no hayan vuelto a actuar. No, solamente, por el trauma sino también porque ya no eran jóvenes, no lo suficiente, en todo caso.
Aquí es donde quiero invitarlos a ver Grace and Frankie. Una serie que rompe los paradigmas de la edad cuyas protagonistas son Jane Fonda (80) y Lili Tomlin (78) y que trata sobre dos mujeres que se ven empujadas a entablar una amistad cuando sus respectivos maridos, Martin Sheen (77) y Sam Waterston (77), les anuncian que se van a separar de ellas porque son gay y son pareja. Es una comedia fresca, que ya va para la quinta temporada (¡en la que comentan que participará RuPaul!), que rompe con todas las ideas de convencionalismos pero que lidia con problemas reales de envejecer (caerse, perderse, que tus hijos no confíen en ti, que te estafen, etc.) , del amor y el sexo (mantener las apariencias, lubricantes y consoladores para mujeres con artritis, etc.). Puede sonar burgués pero es vital ver personajes de todas las edades con problemas de toda índole. Frankie es una hippie adorable que fuma marihuana todo el día y quiere hacer la revolución en cada oportunidad que tiene. Grace es una mujer de negocios, reina de las nieves con un martini en la mano escena por medio y que le aburre profundamente jugar con sus nietos. Son mujeres inspiradoras, que también pololean y patean a sus pololos e incluso reinciden son sus ex (gay y hétero, ojo). Tienen sueños, tienen agallas y lo pasan bien. Hay una escena que es una joya. Las amigas van al supermercado a comprar puchos. Nadie las atiende. Todos los vendedores las ignoran. Finalmente, a Grace le baja un ataque y se pone a gritarle al vendedor de al frente. “¿Crees que puedes ignorarnos? Solo porque ella tiene el pelo gris y yo no me parezco a ella” (apuntando a una mujer joven y atractiva a la que el vendedor estaba atendiendo). Cuando salen del súper, ya en el auto, Grace le confiesa a Frankie que se le pasó la mano pero que no va a permitir que la hagan sentir irrelevante a lo que Frankie contesta “No te preocupes, descubrí que tenemos un súper poder”. Grace se da cuenta que Frankie se robó el paquete de cigarros:
“Si no me ves, no me puedes detener.”
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Camila Le-Bert es dramaturga, guionista y actriz con estudios en Columbia University y la Universidad de Chile. Fundadora y directora de la Fundación Lápiz de Mina y la compañía Teatro del Carmen.
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Source: El Ciudadano