El miedo es una sensación negativa extremadamente molesta que aparece cuando percibimos una amenaza. Se le considera un mecanismo básico de supervivencia que se produce en respuesta a algún estímulo específico, dolor o peligro. Es un sentimiento basado en hechos que sucederán en el futuro o una reacción a algo que está acaeciendo en el presente. La conducta habitual del miedo es huir de lo que se teme.
Los temores que más abundan son los relativos a la muerte, animales dañinos, alturas, soledad, espacios cerrados y relaciones sociales. Estudios realizados prueban que estos miedos específicos se desarrollan con el aprendizaje. Muchas personas sienten miedos que están condicionados por otros miedos primeros, con los que guardan algún punto de contacto, como puede ser el color o el sonido en una situación determinada.
Los miedos además pueden aparecer como consecuencia de catástrofes o situaciones de mucho estrés. Un niño que cae en un pozo puede desarrollar miedo a las alturas, al agua, a la oscuridad o a los sitios cerrados. Pero también se producen contagios de miedo. Una persona puede reaccionar temerosamente a partir de ver dicha respuesta en sus semejantes.
La cultura influye en los temores. No todos los pueblos sienten miedo por los mismos contextos, y la manera de expresar que se teme igualmente varía a partir de las normas visuales y los códigos de comunicación de los distintos grupos interculturales.
A pesar de que el miedo se aprende, la capacidad para sentirlo es intrínsecamente natural. Se cree que los primeros humanos, quienes vivían en condiciones muy hostiles, sobrevivían y se reproducían más en dependencia de cuán rápido respondían con temor frente a una situación amenazante. Ello ha llevado a los científicos a explicar el miedo como un efecto genético resultado de la evolución.