A una semana del atentado terrorista de Ahwaz, el gobierno iraní está tratando de transformar ese ataque armado en “un ataque contra la nación (Umma) islámica”, no sólo como un ataque contra la República Islámica. Esta vieja estrategia fue utilizada en el pasado por el régimen del dictador Saddam Hussein, cuando los EEUU atacaron Irak en los años ’90. Su éxito en ese momento, al igual que hoy, se resume a “una ecuación de suma cero”.
El presidente Hasan Rohani ha demostrado claramente en sus discursos que quiere aprovechar el ataque para que la ciudadanía se encolumne detrás del régimen. Lo mismo se escucha y lee de los seguidores del régimen. Sin embargo, el gobierno tiene una preocupación real y mucho mayor que lo acontecido con el ataque armado en Ahwaz.
Observando el escenario de forma realista, el incidente no es más que otro ataque terrorista dentro de una región que está saturada de incidentes de ese tipo. Ataques terroristas como el de Ahwaz suceden asiduamente en el Sinaí, Israel, Jordania, Irak, Arabia Saudita, Siria, Túnez y otros Estados de la zona. Todos ellos sufren el terrorismo sin excepción. En virtud de ello, es claro que lo que más preocupa y a lo que realmente teme el régimen iraní es a un ataque mucho más peligroso que de hecho está amenazando su propia existencia. Esto se explica en el asedio y la asfixia que el último paquete de sanciones está ocasionando a su economía. Tal presión, que comenzó aproximadamente hace un mes, ha trepado al nivel que más duele al gobierno de Irán al ver que fueron atacadas sus ventas de petróleo y las transacciones en dólares fueron prohibidas para las empresas extranjeras que operaban en el país. Como consecuencia de lo segundo, muchas empresas se han marchado o están marchándose de Irán.
Además de la última ronda de sanciones seriamente perjudiciales para el gobierno, el asedio a la economía del país coloca al pueblo iraní de cara a una nueva confrontación con el régimen. La situación actual es diferente y más grave que el boicot estadounidense e internacional anterior. En aquel momento el régimen logró convencer a la gran mayoría del pueblo iraní de que “las sanciones contra ellos eran una conspiración que apuntaba a su poder y capacidades”. Sin embargo, esta vez, al profundizarse la presión y el asedio luego de dos importantes levantamientos populares contra el régimen, al primero de ellos se lo conoció como el Movimiento Verde, que estalló en 2009 en las principales ciudades de Irán en protesta por el fraude en las elecciones presidenciales de ese año. Ahora se suman las actuales protestas que vienen extendiéndose en toda la geografía del país desde el año pasado por las políticas económicas y la represión de los organismos de seguridad del estado.
Así, el gobierno de Hasan Rohani alza la voz afirmando que el ataque de Ahwaz fue un plan terrorista proveniente del Golfo, de Israel y de los EEUU que pretendió socavar su estabilidad. Estas acusaciones son infundadas y absurdas ya que un ataque como ese no hace mella al régimen, pero el gobierno iraní está utilizándolo para lanzar una acción política propagandística con el objeto de intimidar a 80 millones de iraníes y hacerles creer que el terrorismo los ataca a ellos y no al gobierno que los defenderá.
El régimen ha intentado previamente engañar a la opinión pública iraní cuando comenzó sus amplias interferencias en Líbano hace más de 20 años y Siria hace unos cinco años. Así, los khomeinistas justificaron su interferencia declarando que en el caso sirio estaban allí para proteger los santuarios chiítas, y que al defender al régimen de Damasco defendía la seguridad y la estabilidad de Irán porque el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) habría llegado a Irán si no hubiera sido por la presencia de la Guardia Revolucionaria y otras unidades militares iraníes en Irak, Siria, Líbano y Gaza.
Lo concreto es que el resultado real de las políticas khomeinistas sobre el terreno fue completamente inverso. La interferencia y participación de Irán en esos países aumentó en cantidad y calidad, pero el gobierno ya no puede ocultar la gran cantidad de muertos iraníes que fueron a luchar en defensa del régimen sirio ni lo que su loca aventura expansionista costó al pueblo iraní en miles de millones de dólares en un momento en que el país atravesaba una peligrosa crisis económica que hoy se ha profundizado a niveles impredecibles y escandalosos, tanto en los índices inflacionarios, en la depreciación de su moneda, el rial iraní, que hoy cotiza a 170.000 unidades por 1 dólar estadounidense, lo que marca una caída del 75% desde enero de 2018. Y a ello se le suma además, la falta de mercaderías básicas en la canasta familiar de la ciudadanía iraní.
Con el paso del tiempo, la verdad se hizo evidente para los ciudadanos iraníes, por lo que comenzaron a rebelarse contra el gobierno. Las consignas planteadas en las protestas se pronunciaron en contra de la participación en guerras extranjeras y hoy exigen que se deje de derrochar dinero en Hezbollah (Líbano), Assad (Siria) y Hamas (Gaza).
En cuanto al ataque Ahwaz, no debió ser una sorpresa para el régimen de Teherán. La embajadora de los EEUU ante las Naciones Unidas, Nikki Haley, envió un fuerte mensaje a Irán después del ataque. “Mírense en el espejo”, dijo Haley.
La violencia que ocurrió en Ahwaz se parece en mucho a la violencia que Irán exporta. La violencia genera violencia y las autoridades iraníes son las que la financian y apoyan en Bahrein, Yemen, Irak, Siria, Líbano, Gaza y otras áreas incluso fuera de la región.
Si el gobierno iraní habla en serio sobre su lucha contra la violencia y el terrorismo, habría renunciado a apoyar a los grupos que apoya en otros países. Pero lo cierto es que al día de hoy, Irán rechaza entregar hombres buscados por la Justicia Argentina por el caso AMIA. Y lo mismo con otros grupos islamistas y con operativos de Al-Qaeda, a quienes brinda cobijo dentro de Irán desafiando al mundo al apoyar a esos terroristas.
Al día de hoy, Irán da categoría de héroes a terroristas como Khalid Islambouli, el terrorista de la Hermandad Musulmana que asesinó al presidente egipcio Anwar al-Sadat, y ha colocado su nombre a una calle importante en Teherán. Ha dado y da el derecho a residir y trabajar en Irán a conocidas figuras terroristas como Saif al-Adel y a los islamistas que ejecutaron los ataques de las torres de Khobar.
El régimen de Irán, como todo gobierno anti-democrático, violento y teocrático, siempre recurrirá a la propaganda para culpar a los otros, pero su problema permanecerá en su interior mientras el régimen continúe insistiendo en sus aventuras militares en la región, y lo propio sucederá mientras persista con su apoyo a grupos terroristas y pretenda imponer sus conocidas conductas de interferir en los asuntos internos de otros países de la región.
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Source: Infobae