Una de las primeras estrategias de estructuración comunicativa fue cuando Julio César (Gaius Julius Caesar, 100-44 aC) se percató que los recaudadores de impuestos manejaban la información para su peculio; el gobernante fijaba una tasa, el recaudador la aumentaba y la diferencia era “ganancia” personal. El emperador decidió publicar los aranceles en una tabla blanca y colgarla en la columna principal de cada edificio público para que todos estuvieran directamente informados y actuaran en consecuencia.
Conforme crecieron las concentraciones humanas, los dominios y sometimientos, la fluidez, pertinencia y trascendencia de los datos acumulados obligó a la precaria manufactura informativa que a la postre conformó actividades específicas, entre ellas el periodismo.
El periodismo, como catalizador de la vida social, permite ampliar los horizontes de la existencia humana evolucionándolos de lo individual a lo colectivo, de lo singular a lo plural, de la personal a la otredad, y viceversa; actividad que ha respondido a diversos paradigmas contextuales de tiempo, lugar y circunstancias.
En etapas como la Independencia o la Revolución, las ideas se propagan por productos comunicativos periodísticos, desde el panfleto hasta el periódico, pasando por los manifiestos, que sin importar parámetros ideológicos reflejan un solo sentido de pensamiento o concepción de la organización social: liberal, conservador, republicano, etcétera.
En México, actualmente, se presentan tres grandes paradigmas de concebir el periodismo. La primera, una perspectiva lineal, inflexible y unívoca, en un solo sentido, por ello el periodismo “declaracionitis”, donde lo importante es el sujeto, lo que piensa, diga o haga y se manifiesta con esas grandes “nubes” de reporteros en torno al personaje que puede proporcionar desde un dato verídico hasta una ocurrencia o mentira.
La segunda vertiente es resultante del desarrollo por consolidación federal, institucionalización social o apertura democrática, lo que decante en un periodismo caracterizado por manufacturar la multiplicidad de interpretaciones. Sobre un mismo hecho o acontecimiento, hay un bagaje muy amplio de perspectivas, predominio de lo “relativo” donde lo importante es el objeto per se, no las personas, y “todo será según el cristal con que se mira”: relativismo social, producto comunicativo periodístico moldeado según el cliente o la audiencia destino.
Y la tercera configuración se constituye desde la comunicología: la periodística, que estudia la acción en su contexto, permite convertir la propuesta filosófica de Mauricio Beuchot (filosofía analógica) por método de traslado, en una propuesta enactiva, que se aprende y existe mientras se hace.
Ante los nuevos espacios, contextos y temporalidades, la sociedad mexicana requiere un periodismo que presenta a la persona en el mundo, el ciudadano en la polis, el encuentro del sujeto con el objeto, el político con las soluciones, el ciudadano con sus realidades, y los valores siempre intangibles con las acciones como evidencias. Un producto de vinculación social donde los periodistas son gestores culturales a través de la presentación informativa o de opinión desde la acción periodística natural, social o comunicológica; conscientes de la trascendencia en el manejo de datos, información, experiencia y conocimiento como materia prima que impulsa procesos de reingeniería social.
Es la constitución de un periodismo cuyo referente no es el personaje o la organización (con sus intenciones, líneas y políticas), sino anclado en la observación, descripción, comprensión y explicación para transmitir conectar, intercambiar y generar comunión entre la sociedad; proceso que ofrece tres vertientes: detectar crisis, indicar problemas, presentar oportunidades, generando parámetros de un modelo de negocio independiente de la producción de contenidos, con sentido humano.
Source: Excelsior