La noticia corrió por las calles de Sunset Park en Brooklyn hasta las cocinas económicas de Corona en Queens, pasó por los comercios de productos poblanos de Passaic en Nueva Jersey y las escuelas públicas del Harlem Hispano en Manhattan.
¡Acaba de temblar en México, al parecer fue muy fuerte!”.
¡Ay, Dios mío!”.
Eran pasadas las 14:00 horas del martes 19 de septiembre y en el Nueva York mexicano los espíritus y los corazones se resquebrajaban ante la impotencia de la desgracia a la distancia.
Apenas se recuperaba el aliento tras la tragedia que el día 7 consumió tantas vidas y destruyó el futuro de muchas más en el Istmo de Tehuantepec y en los Altos de Chiapas.
Una semana alargada que a la creciente comunidad oaxaqueña afincada en la Costa Este de los Estados Unidos supo a una eternidad.
Dos veces el mismo mes, dos días separados por tres décadas; un dolor angustiante punzando en la boca del estómago de todos aquellos separados por una frontera, pero unidos siempre por la misma pena.
La incredulidad ante lo inexplicable, la ansiedad frente a la falta de noticias de amigos y familiares, la vulnerabilidad ensanchada por el desastre.
Poco a poco, entre lágrimas contenidas y abrazos no dados, la misma solidaridad que inundó las calles de la Ciudad de México y de los municipios de la mixteca poblana y las poblaciones rurales de Morelos, se apoderó de Nueva York.
Las noticias sobre aquellos que quedaron atrapados, primos, tíos, amigos, entre los escombros de Calzada de Tlalpan y la calle de Ámsterdam, llegaron tan rápido como las solicitudes y los ofrecimientos de ayuda.
Los más de un millón de mexicanos del área Triestatal se desbordaron en manos, víveres y voluntades por poner su granito de arena.
Los bodegueros y transportistas de Nueva Jersey se ofrecieron a almacenar y transportar las más de cincuenta toneladas de ayuda que en cuestión de horas se acumularon. Los centros comunitarios y las iglesias del Bronx albergaron a un ejército de voluntarios que recibió, clasificó y embaló las latas de comida, los pañales, las mantas y las casas de campaña.
Los jóvenes estudiantes y los exitosos miembros de la diáspora calificada lanzaron al momento sendas campañas de recaudación de fondos en restaurantes, bares, salas de concierto y museos destinados a la Cruz Roja Mexicana y al grupo de rescatistas de Los Topos.
Los grupos de baile folclórico y los payasos agremiados organizaron boteos improvisados en Times Square y en Central Park. Los postes de luz de todo Manhattan amanecieron al día siguiente con hojas informando cómo y dónde se podía como neoyorquino ayudar a México en este crítico momento.
Together we raised $7,720 USD that will help @topos on their rescue efforts in Mexico. Thank you #FuerzaMexico Pics:https://t.co/4XizkLKuqx pic.twitter.com/xuLAun9ybc
— Celebrate Mexico Now (@MexicoNowFest) 27 de septiembre de 2017
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Estos niños está vendiendo galletas y limonada para apoyar a #México desde desde #NuevaYork. #mexicotequiero #Sismo pic.twitter.com/44x7BvOtoE
— Ale (@AnnaUrquidez) 25 de septiembre de 2017
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Mapatón por #México en Nueva York. Desde donde sea y como se pueda, presentes. #FuerzaMexico pic.twitter.com/NaijDDKF77
— dinorah cantu (@dinorah_cantu) 29 de septiembre de 2017
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Magical night: Rise NY/MX benefit #concert a huge success. Thxs @briaskonberg @magosherrera @MexicoNowFest @RadioJarocho & more #music pic.twitter.com/GdhhiFSrOx
— Marcella Álvarez (@tintanews) 26 de septiembre de 2017
Toda la ciudad se cimbró, con la misma imbatible fuerza que sacudió a nuestro país y todos los mexicanos neoyorquinos se unieron en una sola e imparable voluntad de hacer lo propio, con el mismo ahínco, compromiso y pasión que los chilangos, morelenses y poblanos.
Sin importar los miles de kilómetros de distancia ni la frontera que el temblor también, en ese fatídico día, derribó.
* Este contenido representa la opinión del autor y no necesariamente la de HuffPost México.
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Source: Excelsior