Tal como en las películas. Era un día tranquilo de descanso para el doctor Sij Hemal, quien viajaba desde París a Nueva York en Air France. En la mitad del vuelo, el doctor Hemal, residente de segundo año de urología en la Clínica Cleveland, pidió una copa de champagne. Mientras la esperaba, escuchó los llamados de desesperación del equipo de cabina buscando a un médico.
Una de las pasajeras del avión, Toyin Ogundipe de 41 años, proveniente de Nigeria, comenzó a tener contracciones. Se le habían adelantado una semana. Pero para su suerte dentro de la angustiante situación, en el avión viajaban dos profesionales de la salud muy capacitados, quienes amablemente la ayudaron durante el parto.
De casualidad -aunque la verdad no creo en el azar- el doctor Hemal estaba sentado al lado de la pediatra Susan Sepherd. Juntos formaron la dupla salvadora para la madre y todos los pasajeros que estaban muy conmocionados por la salud del bebé.
Con el Kit médico del avión (no es tan sólo un kit de primeros auxilios, los aviones cuentan con herramientas un poco más avanzadas que eso) los doctores comenzaron a monitorearle los signos vitales y la presión sanguínea a Ogundipe, y la recostaron en asientos de primera clase para que estuviese más cómoda.
En una hora las contracciones se aceleraron mucho, ocurriendo sólo con 5 minutos de diferencia. Ahí fue cuando los médicos se dieron cuenta que no iban a alcanzar a aterrizar y que el bebé iba a tener que nacer en el aire. El aterrizaje de emergencia más pronto que podían hacer era en una base militar estadounidense en las Islas Azores, pero demorarían dos horas al menos hasta llegar ahí.
Por fortuna todo salió de maravillas y tanto la mamá como el bebé aterrizaron con buena salud. “¡Mi ticket a primera clase!”, bromeó el doctor.
A veces la vida real es más emocionante que Hollywood.
Source: UPSOCL