La seguridad de la ciudad está fuera de control. El conductor de un taxi sobrevive a asalto y narra el episodio de violencia que vivió a bordo de su unidad.
Juan Acevedo es una de las víctimas más de la delincuencia en León en la que, por el mal manejo de las autoridades, se ha convertido en una de las ciudades más peligrosas del mundo y de las primeras a nivel estatal. A plena luz del día vivió minutos de terror y está vivo para contarlo, sin embargo, la huella del miedo permanece.
Él trabaja como conductor en una plataforma tecnológica y recuerda que, hace poco, un par de hombres lo abordaron afuera de un negocio de comida rápida rumbo a Villas de San Juan; llegando ahí lo amenazaron con una pistola y le dijeron que le quitarían el carro, por lo que no opuso resistencia.
“Me bajaron y me pasaron hacia la parte de atrás del vehículo, luego me amarraron las manos con un cincho, ¡sí se asusta uno! Ellos se fueron adelante y me anduvieron paseando como 15 minutos, yo creo me querían nortear”, narra.
Mientras tanto, él escuchaba cómo le decían a alguien por teléfono: “Ya lo traemos, vénganse para acá”, lo cual acrecentó su temor, porque imagino que lo llevarían con más gente para hacerle algo, pues lo condujeron para unos edificios abandonados, en donde habitan muchos malvivientes y ahí lo bajaron.
“Oigo que arranca el carro, se frena y se pone de reversa, dije: ¡ay Dios mío, ahí vienen. Pero lo que pasa es que había unas piedras y se echó de reversa, en ese momento yo reventé el cincho que me habían puesto, de esos que entre más le mueves más se aprieta, hasta me sangraron”.
Asustado, intentó alejarse de la zona, estaba en Otates, pero por fortuna se encontró con un carnicero a quien le contó –con mucho trabajo al hablar– que lo acababan de asaltar y él le ofreció su celular para que se comunicara con alguien cercano, aunque por los nervios no recordaba número alguno. También le dio un bolillo para el susto, dice.
“Este señor le habló al 911, llegaron cuatro camionetas, Dios me los mandó también porque se portaron muy bien los policías; hay veces en que son malos pero ahora sí que, cómo te va en la feria, hablas; pero mis respetos”.
Como se trataba de un carro nuevo que apenas está pagando, tuvo que hablarles a los del financiamiento, mientras los uniformados revisaban las cámaras de las calles para tratar de ubicar su vehículo.
Fue una mujer policía la que le ofreció ir a buscar su carro, porque aunque trajera GPS sabía que si dejaban pasar más tiempo lo encontrarían desvalijado, si es que lo hacían. Las patrullas se movilizaron hacia diferentes caminos. Eran alrededor de las 3:15 de la tarde y, tres horas después, localizaron su automóvil; fue un policía quien lo vio al pasar por una calle.
“Me imagino que como vieron que era reciente, porque estaba abierta la guantera y ahí traigo la póliza del seguro, por lo pudieron pensar que lo iban a desconectar o detectar bien fácil. No le quitaron nada, solo se llevaron mi celular que acababa de comprar, llevaba tres semanas con él”.
Don Juan es muy creyente, por eso sabe que fue ayuda de Dios, no sólo a que los maleantes no lo mataran, sino a que le dejaran su vehículo intacto. “Sabe qué les haría sentir porque esos señores no tienen misericordia de nada”. Finalmente los policías le tomaron sus datos para registrar el reporte y se retiraron.