Bongih es una abuela de Corea del Sur que vive en una de las zonas más rurales y pobres del país, por lo que no tiene mucho dinero para mantenerse así misma. Aún así, cuando escuchó llantos provenientes de la basura, no dudó en ir a mirar.
Ahí estaba Bong, un cachorro que alguien había desechado como si fuera ropa vieja y que ella no dudó en llevarse a casa para darle un hogar.
Al comienzo no fue tan complejo, porque Bong vivía como cualquier otro perro, pero un día sus piernas simplemente dejaron de funcionar.
Bongih podría haberlo botado a la calle nuevamente, porque no tenía el tiempo ni dinero para preocuparse de un perro enfermo. Claramente, no lo hizo.
Y como no tenía dinero para pagar un veterinario, decidió hacer lo mejor que podía para darle una mejor vida a Bong.
Le hacía rodilleras con tela para que no se dañara las piernas mientras se arrastraba de un lado a otro y lo llevaba a pasear en un carrito, sin importarle el cansancio que ella misma cargaba por sus años.
Bongih cuidaba a Bong como si fuera su propio hijo, le hacía masajes en las piernas y limpiaba su cuerpo para evitar infecciones y heridas. Y aunque no tenía mucho dinero, se las ingenió para armarle una cama para que durmiera cerca de ella.
Y como todos, lo que más disfrutaban era jugar el uno con el otro y demostrarse el cariño mutuo que se tenían.
Pero por más que Bongih hiciera todo su esfuerzo, la vida de Bong no era como la de los otros animales que vivían cerca de ellos.
Antes de su accidente, Bong tenía un mejor amigo: Kkami. Quien después de que sus piernas dejaron de funcionar, poco a poco se fue alejando de él.
Y por más que quisiera, Bongih no tenía dinero para costear la operación y tratamientos en la columna de Bong para curarlo de Mielitis transversa, la enfermedad que lo había dejado sin poder caminar.
“Si hubiese sido adoptado por una familia rica, ya se habría recuperado. Quizá es mi culpa por no tener suficiente dinero. Me siento mal por culpa de mi situación”.
-Bongih a SBS TV.
Pero como no todo es malo en este mundo, una organización sin fines de lucro se enteró del caso de Bong y decidieron intervenir para ayudar a costear los gastos de su tratamiento, para que pudiera volver a caminar.
Así que por fin Bong fue al veterinario y comenzó su tratamiento, el problema es que durante un tiempo debía mantenerse alejado de Bongih.
Y aunque ambos sabían que era para mejor, no fue menos difícil.
Afortunadamente, el tratamiento de Bong fue un éxito y poco a poco a comenzado a caminar.
Así que pronto estará de vuelta en casa con su abuela para seguirla a todas partes, igual como hacía antes de quedar paralizado.
No sé si ustedes piensan lo mismo, pero las personas como Bonghi me restauran la fe en la humanidad.
Source: UPSOCL